domingo, 18 de abril de 2010

Pascua del Enfermo

Con tiempo suficiente como para que la celebración no pase desapercibida, tenemos a bien dedicar estas entrada a la Pascua del Enfermo, que la Iglesia celebrará el próximo domingo 9 de mayo, puesto que en Paradas nos encontraremos inmersos en la feria.

Y con tal motivo, presentamos la hermosa carta pastoral que una vez más nos brinda nuestro Arzobispo, acompañada de un entrañable vídeo localizado en Internet (cuya autoría no hemos podido identificar), esperando que os gusten.






A continuación, reproducimos la carta pastoral de nuestro Arzobispo.

“Dando vida, sembrando esperanza”, carta Pastoral del Arzobispo de Sevilla, Mons. Juan José Asenjo, con motivo de la Pascua del Enfermo.

El próximo domingo, 9 de mayo, VI domingo de Pascua, celebraremos la Pascua del Enfermo, jornada que tiene como finalidad aproximar a los cristianos al mundo de la enfermedad y del dolor y hacer visible la cercanía material y espiritual de la comunidad cristiana a nuestros hermanos enfermos.

La atención y el servicio a los enfermos es algo que pertenece a la entraña del Evangelio y a la mejor tradición cristiana. La Iglesia ha mostrado siempre una particular solicitud por los enfermos siguiendo el ejemplo de su Maestro, a quien los Evangelios presentan como el “Médico divino” y el Buen Samaritano de la humanidad. Jesús, en efecto, al mismo tiempo que anuncia la buena nueva del Reino de Dios, acompaña su predicación con la curación de quienes son prisioneros de todo tipo de enfermedades y dolencias.

Los cristianos tenemos muchas razones para servir y acompañar a los enfermos, que viven una etapa peculiar en su vida, tanto si permanecen en su hogar, como si están ingresados en un centro sanitario. Nos debemos particularmente a aquellos que son víctimas de la soledad y del abandono de sus familias. Los enfermos son personas. La enfermedad no les priva de la dignidad que les es propia. Para un cristiano son además hijos de Dios y hermanos nuestros, redimidos como nosotros por la sangre redentora de Cristo. En el rostro de todo ser humano, especialmente si sufre o está desfigurado por la enfermedad, brilla el rostro de Cristo, quien nos dejó dicho: “Cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25,40).

El lema de la Pascua del Enfermo de este año es “Dando vida, sembrando esperanza”. Esta es la misión peculiar de la Pastoral de la Salud. Con esta ocasión, saludo con afecto y gratitud a los profesionales cristianos, médicos, enfermeros y demás agentes sanitarios, entre los que se encuentran no pocos religiosos y religiosas, que con paciencia y amor, ponen al servicio de los enfermos su competencia técnica y su calor humano, inclinándose ante ellos como el Buen Samaritano para “dar vida” a quienes tiene quebrantada su salud, sin tener en cuenta la condición social, el color de su piel o sus creencias, sino sólo su condición de persona especialmente necesitada.

Me dirijo ahora con especial afecto al Delegado Diocesano de Pastoral de la Salud y a quienes con él colaboran en esta pastoral preciosa. Me dirijo también a todos aquellos cristianos que en su casa atienden a sus familiares enfermos con infinito amor, a los miembros de los grupos parroquiales que semanalmente visitan a los enfermos en nombre de la comunidad parroquial, y a los voluntarios que les visitan en clínicas y hospitales, con la conciencia de que sirven, visitan y acompañan al Señor que se identifica con nuestros hermanos más pobres, pues nadie es más pobre que aquel a quien le falta un bien tan preciado como es la salud. Ellos son “sembradores de esperanza”, tan importante en ocasiones como la asistencia que procuran los profesionales sanitarios. En marzo de 2006, el Santo Padre Benedicto XVI os llamó “caricia de Dios para nuestros hermanos enfermos”. Así es en realidad. En nombre de la Iglesia, os agradezco vuestro trabajo y entusiasmo. Sed testigos del Evangelio ante los enfermos y sus familiares. Ayudadles a considerar la enfermedad como un acontecimiento de gracia y a acoger el sufrimiento con amor y espíritu de fe, unidos a Cristo Redentor, “varón de dolores”, transformando así sus padecimientos en torrente de energía sobrenatural para sí mismos y para los demás.

No olvido a los capellanes, que tenéis la decisiva misión de acompañar espiritualmente a los enfermos. Es hermosa vuestra tarea y es grande el bien que podéis hacer en el hospital. Cumplidla con esmero. Sois el escaparate de la Iglesia en los centros sanitarios. Visitad todos los días a los enfermos. Alentad a sus familiares. Dad testimonio de Jesucristo en todo momento. Cuidad la capilla, que debe ser, como nos ha dicho Benedicto XVI, “el corazón palpitante en el que Jesús se ofrece intensamente al Padre celestial por la vida de la humanidad”. Con el Papa os pido también que cuidéis con interés y delicadeza la administración de la Eucaristía, que “distribuida con dignidad y con espíritu de oración a los enfermos, es savia vital que les consuela e infunde en su espíritu luz interior para vivir con fe y con esperanza la enfermedad y el sufrimiento”. Mostraos disponibles siempre para administrar el sacramento de la unción, que tanta paz da a nuestros enfermos.

Termino ya saludando con afecto a todos los enfermos de la Archidiócesis. Rezo por vosotros todos los días. Pido al Señor que os alivie y sane. Ofrecedle vuestros dolores para que Él los transforme en camino de purificación y redención.

Para vosotros y para todos los fieles de nuestra Iglesia diocesana, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla


domingo, 4 de abril de 2010

El Señor ha resucitado, ¡Aleluya!

Carta pastoral de nuestro Arzobispo, Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Juan José Asenjo Pelegrino, en el día de hoy, 4 de abril de 2010, Domingo de Resurrección

El Señor ha resucitado, ¡Aleluya!

Queridos hermanos y hermanas:

Termina la Semana Santa con la solemnidad de la Resurrección del Señor. La Iglesia, que ha estado velando junto al sepulcro de Cristo, proclama jubilosa en la Vigilia Pascual las maravillas que Dios ha obrado a favor de su pueblo desde la creación del mundo y a lo largo de toda la historia de la salvación. Canta, sobre todo, el gran prodigio de la resurrección de Jesucristo, del que las otras maravillas eran sólo pálida figura. Jesucristo, la luz verdadera que alumbra a todo hombre, que pareció oscurecerse en el Calvario, alumbra hoy con nuevo fulgor, disipando las tinieblas del mundo y venciendo a la muerte y al pecado. Jesucristo resucitado, brilla hoy en medio de su Iglesia e ilumina los caminos del mundo y nuestros propios caminos.

La resurrección del Señor es el corazón del cristianismo. Nos lo dice abiertamente San Pablo: "Si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe... somos los más desgraciados de todos los hombres" (1 Cor 15,14-20). La resurrección del Señor es el pilar que sostiene y da sentido a toda la vida de Jesús y a nuestra vida. Ella es el hecho que acredita la encarnación del Hijo de Dios, su muerte redentora, su doctrina y los signos y milagros que la acompañan. La resurrección del Señor es también es el más firme punto de apoyo de la vida y del compromiso de los cristianos, lo que justifica la existencia de la Iglesia, la oración, el culto, la piedad popular, nuestras tradiciones y nuestro esfuerzo por respetar la ley santa de Dios.

Para algunos, la resurrección de Jesús es una quimera, un hecho legendario o simbólico sin consistencia real. No sería otra cosa que la pervivencia del recuerdo y del mensaje del Maestro en la mente y en el corazón de sus discípulos. Gracias a las mujeres, que ven vacío el sepulcro del Señor, y a los numerosos testigos que a lo largo de la Pascua contemplan al Señor resucitado, nosotros sabemos que esto no es verdad. La resurrección del Señor es el núcleo fundamental de la predicación de los Apóstoles. Ellos descubrieron la divinidad de Jesús y creyeron en Él, cuando le vieron resucitado. Hasta entonces se debatían entre brumas e inseguridades.

Ser cristiano consiste precisamente en creer que Jesús murió por nuestros pecados, que Dios lo resucitó para nuestra salvación y que, gracias a ello, también nosotros resucitaremos. Por ello, el Domingo de Pascua es la fiesta primordial de los cristianos, la fiesta de la salvación y el día por antonomasia de la felicidad y la alegría. La resurrección de Jesús es el triunfo de la vida, la gran noticia para toda la humanidad, porque todos estamos llamados a la vida espléndida de la resurrección.

La fe en la resurrección no ocupa hoy el centro de la vida de muchos cristianos. Precisamente por ello, nuestro mundo es tan pobre en esperanza. Lo revelan cada día no pocas noticias dramáticas. La resurrección del Señor, sin embargo, alimenta nuestra esperanza. Gracias a su misterio pascual, el Señor nos ha abierto las puertas del cielo y prepara nuestra glorificación. Los cristianos esperamos "unos cielos nuevos y una tierra nueva", en los que el Señor "enjugará las lágrimas de todos los ojos, donde no habrá ya muerte ni llanto, ni gritos, ni fatiga, porque el mundo viejo habrá pasado" (Apoc 21,4).

Esta esperanza debe iluminar todas las dimensiones y acontecimientos de nuestra vida. Para bien orientarla, tenemos que aceptar esta verdad fundamental: un día resucitaremos, lo que quiere decir que ya desde ahora debemos vivir la vida propia de los resucitados, es decir, una vida alejada del pecado, del egoísmo, de la impureza y de la mentira; una vida pacífica, honrada, austera, fraterna, cimentada en la verdad, la justicia, la misericordia, el perdón, la generosidad y el amor a nuestros hermanos; una vida, por fin, sinceramente piadosa, alimentada en la oración y en la recepción de los sacramentos.

La resurrección del Señor debe reanimar nuestra esperanza debilitada y nuestra confianza vacilante. Esta verdad original del cristianismo debe ser para todos los cristianos manantial de alegría y de gozo, porque el Señor vive y nos da la vida. Gracias a su resurrección, sigue siendo el Enmanuel, el Dios con nosotros, que tutela y acompaña a su Iglesia "todos los día hasta la consumación del mundo". Desde esta certeza, felicito a todas las comunidades de la Archidiócesis. Que el anuncio de la resurrección de Jesucristo os anime a vivir con hondura vuestra vocación cristiana. Así se lo pido a la Santísima Virgen, que hoy más que nunca es la Virgen de la Alegría. Que ella nos haga experimentar a lo largo de la Pascua y de toda nuestra vida la alegría y la esperanza por el destino feliz que nos aguarda gracias a la resurrección de su Hijo.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición. Feliz Pascua de Resurrección.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla

4 de abril de 2010
Domingo de Resurrección

sábado, 27 de marzo de 2010

Carta de Mons. Asenjo con motivo de la Semana Santa


Reproducimos a continuación la carta que nuestro Arzobispo Mons. Asenjo ha escrito para el Domingo de Ramos y en la que hace una serie de recomendaciones para vivir en plenitud la Pasión del Señor como preparación a la Pascua.

"Vivamos con autenticidad la Semana Santa", carta pastoral

Queridos hermanos y hermanas:

Con la solemne bendición de los ramos iniciamos en este domingo la Semana Santa del año 2010. Nuestra Madre la Iglesia nos invita a entrar de lleno en los misterios que constituyen el corazón de nuestra fe, a seguir de cerca al Señor en su entrada triunfal en Jerusalén, a penetrarnos de los sentimientos de Cristo, que intuye las negras maquinaciones del sanedrín judío y la cobardía cómplice de las autoridades romanas. La Iglesia nos invita a vivir con el Señor la intimidad de la última Cena, la angustia del prendimiento, el dolor acerbo de la flagelación, la coronación de espinas y el camino hacia el Calvario, la soledad y el abandono del Padre en el árbol de la Cruz y también la alegría inefable de su resurrección en la mañana de Pascua florida.

Al revivir un año más los misterios centrales de nuestra fe, la Iglesia busca implicarnos en el drama de la Pasión del Señor. No huyáis de él como hicieron cobardemente los Apóstoles. No os excluyáis de él como quienes ven pasar a Jesús con indiferencia por la Vía Dolorosa o se contentan con contemplar con curiosidad el espectáculo de la Cruz. Es más que probable que muchos conciudadanos nuestros, también en este año, fingirán no enterarse de la epopeya renovada de la Pasión del Señor, como tantos contemporáneos de Jesús se vendaron los ojos y se taparon los oídos para no comprometerse en el acontecimiento cumbre de la historia de la humanidad. Otros, sin embargo, -Dios quiera que nosotros nos contemos entre ellos- procurarán vivir en el silencio, la oración y el calor de la liturgia esta nueva Pascua del Señor, es decir, el nuevo paso del Señor junto a nosotros.

En el momento cumbre de la historia de la humanidad, junto a la Verónica y las mujeres de Jerusalén, hay dos personajes que viven con hondura suprema la Pasión del Señor: su madre, la Santísima Virgen, y al Apóstol San Juan. Ellos nos marcan las únicas actitudes posibles en la vivencia intensa de la Pasión en este año 2010. Ellos no huyen ni se esconden, ni se limitan a contemplar pasivamente el drama del Calvario. Unidos al corazón del Cristo doliente, le acompañan en su Viacrucis y permanecen valientemente en pie junto a la Cruz del Cristo agonizante. Que ellos, María y Juan, nos alienten y acompañen en nuestra inmersión intensa, cálida y comprometida en los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.

Entre los dos Domingos de triunfo, el de Ramos y el de Pascua, ocurre la epopeya grandiosa de la Pasión, en la que Jesús nos lo da todo: su cuerpo y su sangre hasta la última gota, que quedan para siempre entre nosotros en el sacramento de la Cena. Nos deja también su testamento y el mandamiento nuevo del amor y del servicio. Nos entrega además a su Madre como Madre nuestra y nos da por fin su vida entera. Le quedaba sólo su espíritu y, antes de morir, lo pone en manos del Padre, para que se lo devuelva a los tres días en la madrugada de la Pascua florida.

Este es, queridos hermanos y hermanas, el gran misterio que en esta Semana Santa estamos invitados a vivir en actitud contemplativa, participando en las celebraciones litúrgicas de nuestras parroquias. Qué bueno sería que previamente nos preparáramos reconciliándonos con Dios y con nuestros hermanos en el sacramento de la penitencia, sacramento del perdón, de la paz y de la alegría. Que en estos días, busquemos espacios amplios para la oración y el silencio, para agradecer al Señor su inmolación voluntaria por nosotros y el sacramento de su cuerpo y de su sangre. Acompañemos también al Señor con recogimiento y sentido penitencial en las hermosas procesiones de nuestros pueblos y ciudades, que primariamente son actos de piedad, de catequesis y evangelización, y también llamada a la conversión. Participemos en ellas con emoción, pero como complemento de una participación previa, activa y gozosa en las celebraciones litúrgicas del Triduo Pascual, que son el memorial de la Pascua del Señor.

Vamos a vivir un año más la Pascua, el paso del Señor de este mundo al Padre, que es al mismo tiempo el paso del Señor junto a nosotros, a la vera de nuestra vida, para transformarla, infundirle su hálito, recrearla, humanizarla y convertirla. El Señor está llamando ya a nuestra puerta. Abrámosle de par en par, de modo que quien resucita para la Iglesia y para el mundo en la Pascua florida, resucite también en nuestros corazones y en nuestras vidas. Sólo así experimentaremos la verdadera alegría de la Pascua.

Este es mi deseo para todos para todos los cristianos de la Archidiócesis en los umbrales de la Semana mayor.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla








miércoles, 24 de marzo de 2010

Llamamiento del Arzobispo a "Defender la vida siempre"

Como ya se informara desde este espacio, mañana día 25 de marzo, coincidiendo con la festividad de la Encarnación del Señor, se celebra la II Jornada por la Vida. Con tal motivo, nuestro Arzobispo, Mons. Juan José Asenjo, publicó la semana pasada la carta pastoral "Defender la vida siempre".

Por su interés, y continuando con la apuesta decidida de este foro por esta causa, la reproducimos a continuación.

Queridos hermanos y hermanas:

En noviembre de 2007, la Conferencia Episcopal Española, decidió instituir una Jornada específica por la Vida a celebrar todos los años el día 25 de marzo, fiesta de la Encarnación del Señor. Pocas fechas son tan aptas, pues el misterio de la Encarnación del Señor nos invita a considerar la grandeza y dignidad de la vida humana. En efecto, el Hijo de Dios comenzó su vida en la tierra en el seno de su Madre. Este misterio nos recuerda, pues, que la vida humana tiene un valor sagrado, que todos debemos reconocer, respetar y promover porque es un don de Dios.

Son muchas las amenazas que se ciernen sobre la vida: el hambre, que padece un tercio de la humanidad; la violencia doméstica y la muerte de tantas mujeres a manos de aquellos con los que compartían su vida; los accidentes de tráfico, consecuencia de la irresponsabilidad; los accidentes laborales que terminan en tragedia, fruto en muchos casos de un liberalismo económico desbocado; la tragedia del SIDA que llena de dolor a muchas familias; las drogas, que roban la libertad y arrancan la vida de tantos jóvenes; y sobre todo, el drama del aborto, que a su gravedad intrínseca, por ser la eliminación voluntaria y querida de un ser humano a petición de sus progenitores, se une la tragedia de su aceptación sin pestañear por una parte de nuestros conciudadanos en nombre del progreso y de la libertad de la mujer.

El pasado 4 de marzo, el Boletín Oficial del Estado publicaba la llamada Ley de Salud Sexual y Reproductiva y de la Interrupción Voluntaria del Embarazo, que en realidad no es otra cosa que una liberalización total del aborto, considerado como un derecho de la mujer, mientras se conculcan los más elementales derechos del hijo que lleva en sus entrañas. La norma entrará en vigor el próximo 4 de julio. Su carácter legal no le confiere el marchamo de moralidad, pues no todo lo que es legal es moral. El aborto es siempre una inmoralidad, no es progreso sino regresión. En realidad es un “crimen abominable”, como lo calificó el Concilio Vaticano II. Por ello, bienvenida sea la II Jornada de la Vida, que quiere ser una invitación a las comunidades cristianas a orar y proclamar el valor sagrado de toda vida humana desde su comienzo en la fecundación hasta su ocaso natural. De la oración debe brotar un compromiso decidido para sustituir la “cultura de la muerte” por una cultura que acoja y promueva la vida.

En su primera visita apostólica, en noviembre de 1982, el Papa Juan Pablo II nos dejó a los españoles este mensaje, que muchos años después no ha perdido actualidad:

Quien negara la defensa de la persona humana más inocente y débil, de la persona humana ya concebida aunque todavía no nacida, cometería una gravísima violación del orden moral. Nunca se puede legitimar la muerte de un inocente. Se minaría el mismo fundamento de la sociedad”.

Urge, por ello, que los católicos nos sensibilicemos ante este tema auténticamente mayor, que tratemos de sensibilizar a nuestros conciudadanos y que anunciemos a todos el Evangelio de la Vida.

En las últimas décadas ha crecido, gracias a Dios, la conciencia de la dignidad sagrada de la persona humana, pero de modo excesivamente selectivo. Todos abominamos de la tortura, de la pena de muerte y de la violencia contra las mujeres. Son muchos los voluntarios, sobre todo jóvenes, que se comprometen en el servicio a los pobres, aquí y en el Tercer Mundo. Aplaudo y apoyo las incitativas de los militantes de la HOAC cuando muere un trabajador en accidente laboral. Dios quiera que vaya creciendo también nuestra conciencia de que la vida debe ser promovida, tutelada y defendida en todas sus fases. En este sentido, respaldo y aliento a las instituciones, confesionales o no, que promueven iniciativas a favor de la vida y que ayudan a las madres en circunstancias difíciles para que acojan generosamente el fruto de sus entrañas.

Ruego a los sacerdotes que en la eucaristía del día 25 hablen del don sagrado de la vida y que organicen actos especiales de oración con esta intención. Ruego también a los catequistas, profesores de Religión y responsables de grupos y movimientos apostólicos que se impliquen en esta Jornada y que recuerden a todos que el derecho a la vida es el primer derecho fundamental. En diciembre de 2007, la Asamblea General de la ONU adoptó una resolución por la que se invitaba a los Estados miembros a instituir una moratoria en la aplicación de la pena de muerte. Dios quiera que llegue también el día en que el aborto sea suprimido de nuestras leyes y todos reconozcamos el inmenso y trágico error cometido en los siglos XX y XXI por la humanidad.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla


miércoles, 10 de marzo de 2010

¡ES MI VIDA!... Está en tus manos

La Conferencia Episcopal Española (CEE) ha puesto en marcha una campaña de comunicación en favor del derecho a la vida de los que van a nacer, con motivo de la Jornada por la Vida que se celebrará el próximo 25 de marzo. La campaña, que este año lleva por lema: “¡Es mi vida!... Está en tus manos”, tiene como objetivos principales seguir dando voz a los que van a nacer para defender su derecho a la vida y ofrecer apoyo real a las mujeres gestantes que se encuentran en dificultades.

Desde el 15 al 30 de marzo, se podrán ver los anuncios en 1.300 vallas publicitarias de 37 ciudades españolas. Además, ya se han comenzado a distribuir en las diócesis un total de 6 millones de dípticos informativos y se han enviado 30.000 carteles a las parroquias y centros católicos de todo el país.

En continuidad con la campaña realizada el año pasado “¿Y yo?...¡Protege mi vida!”, los carteles muestran la vida humana en sus primeros estadios. De este modo, se subraya la presencia en el vientre materno de un nuevo ser humano cuyo derecho a la vida debe ser reconocido y tutelado. Un bebé, en esta ocasión sostenido sobre las manos entrelazadas del padre y de la madre, vuelve a tomar la palabra y exclama: “¡Es mi vida!... Está en tus manos”.

La nueva ley del aborto, como han señalado los obispos, además de un serio retroceso en la protección legal de la vida de los que van a nacer, supone “un mayor abandono de las madres gestantes”. Por eso, la Campaña ofrece un sitio web (www.conferenciaepiscopal.es/apoyoalavida) donde se puede encontrar abundante información sobre instituciones de ayuda para acoger las nuevas vidas humanas.







viernes, 5 de marzo de 2010

¡SÍ A LA VIDA!

Desde este espacio en Internet, el Foro Cristo de la Vera Cruz continúa y continuará siempre defendiendo el derecho a la vida de todo ser humano, en cada fase de su desarrollo, desde el primer instante de su concepción hasta el momento de su extinción natural, y cualquiera que sea su condición, de conformidad con el Magisterio de la Iglesia y la doctrina emanada de Su Santidad el Papa, y nos adherimos siempre a cualquier iniciativa y manifestación orientada a este fin.









En el ecuador de la Cuaresma. Carta de Mons. Asenjo Pelegrina.




Nuestro Arzobispo D. Juan José nos ofrece de nuevo una interesante carta pastoral en el ecuador de la Cuaresma.


Queridos hermanos y hermanas:

Hemos llegado al corazón de la Cuaresma, tiempo especialmente fuerte del año litúrgico que nos prepara para celebrar el Misterio Pascual, misterio de amor y don de gracia inconmensurable, fruto de la amorosa iniciativa por la que Dios Padre envía a su Hijo al mundo para nuestra salvación. En el Misterio Pascual, Dios se inclina con benevolencia sobre nosotros para redimirnos y para hacernos, por medio del Espíritu, partícipes de su misma vida e introducirnos en su intimidad, haciéndonos miembros de su familia. El camino cuaresmal nos conduce hacia la Pascua, la noche más santa del año, en la que Cristo resucitado sale victorioso del sepulcro y en la que nosotros renovamos las promesas bautismales.

Pero, como nos sugieren la liturgia de estos días de Cuaresma, para llegar a la Pascua hay que pasar por el desierto. Así fue en la vida de Jesús. Antes de comenzar su ministerio público, fue llevado por el Espíritu al desierto, donde oró y ayunó durante cuarenta días y cuarenta noches. Y así debe ocurrir también en la vida de quienes, como seguidores y discípulos, queremos vivir su misma vida. El desierto es en sí mismo un lugar árido, seco, vacío, duro y áspero para quien en él se adentra, pero la Biblia lo describe también como un espacio de gracia y salvación, un lugar de silencio y meditación, de escucha de Dios que nos habla al corazón, de reencuentro con nosotros mismos y con Él, y en consecuencia, de conversión y plenitud.

Todos, de una forma u otra, tenemos la experiencia del desierto interior, el desierto en el que nos introduce la tibieza, la superficialidad, la dureza de corazón y la resistencia sorda a la gracia de Dios, que nos conducen a la aridez y al vacío espiritual. Pero, como acabo de decir, hay otro desierto, incomparablemente más rico y fecundo, en el que en medio del silencio es posible constatar nuestras miserias y cuán lejos estamos del plan que Dios ha diseñando singularmente para nuestra felicidad. En la soledad sonora del desierto es posible escuchar la voz potente del Espíritu, que nos invita a convertirnos, a volver sobre nuestros pasos errados, a cambiar de criterios y de conducta, pidiendo al Señor una conciencia pura.

El Miércoles de Ceniza la liturgia nos sugería tres armas para triunfar en el combate interior que hemos de librar en esta Cuaresma para lograr nuestra reforma interior y la vuelta a Dios: la oración, el ayuno y la limosna. Con estas armas saldremos de la aridez espiritual y de la vida frívola y sin norte. Con ellas se fortalecerá nuestra fe, crecerá nuestra esperanza y renovaremos nuestra caridad hacia Dios y nuestros hermanos. De este modo, renacerá en nosotros la alegría pascual y el entusiasmo en el seguimiento del Señor. Sólo así, nuestro desierto se convertirá en tierra fecunda que produce frutos de gracia y de santidad.

Hemos llegado al ecuador de la Cuaresma. Aprovechemos en los días que restan hasta la Semana Mayor todos los medios que nos ofrece la Iglesia para ahondar en nuestra conversión: las conferencias cuaresmales, los triduos y quinarios, en los que se nos exhortará a reordenar nuestra vida. No olvidemos el ejercicio del Vía Crucis, devoción eminentemente cordobesa, que tanto bien ha hecho a muchas almas. Ojalá que encontremos la oportunidad de practicar unos buenos Ejercicios Espirituales, siquiera sea en un fin de semana, práctica ascética que no ha perdido actualidad y que tanto bien nos hace. Todos, sacerdotes, consagrados y laicos, necesitamos retirarnos, como nos pide el Señor en el Evangelio, a un lugar tranquilo y apartado para estar a solas con Él y para repensar los grandes temas de nuestra vida, para romper con ídolos que nos atenazan y que nos impiden volar hasta las alturas de Dios, y para relanzar nuestra fidelidad al Señor y decidirnos, de una vez por todas, a seguirle sólo a Él.

En el discurso que el Papa Benedicto XVI dirigió a los miembros de la Congregación General 35 de la Compañía de Jesús calificó los Ejercicios Espirituales como “un instrumento valioso y eficaz para el crecimiento espiritual de las almas, para su iniciación en la oración y en la meditación en este mundo secularizado del que Dios parece ausente”. Habla después el Papa de la confusión que provoca en nosotros la multiplicidad de mensajes que nos brindan los medios de comunicación, y de la celeridad de los cambios y situaciones que dificultan una vida ordenada y una respuesta alegre y determinada a las llamadas que el Señor nos dirige a cada uno. En este contexto, “los Ejercicios Espirituales constituyen un camino y un método particularmente valioso para buscar y encontrar a Dios en nosotros, en nuestro entorno y en todas las cosas, con el fin de conocer su voluntad y de ponerla en práctica”.

A todos os deseo una Cuaresma verdaderamente santa y santificadora. Contad también con mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla



martes, 23 de febrero de 2010

Los obispos de Andalucía reclaman al Parlamento Andaluz que se proteja la vida sin ambigüedad en el proceso de muerte

NOTA DE LOS OBISPOS DE ANDALUCÍA ANTE EL PROYECTO DE LEY DE DERECHOS Y GARANTÍAS DE LA DIGNIDAD DE LA PERSONA EN EL PROCESO DE LA MUERTE

Con ocasión de la publicación del anteproyecto de ley de derechos y garantías de la dignidad de la persona en el proceso de la muerte, los Obispos de las diócesis de Andalucía publicamos el día 28 de diciembre de 2008 la Nota pastoral “Ante el proceso de la muerte, promover o permitir la muerte”. Allí recordábamos los principios morales que deben guiar la regulación del tratamiento clínico de todo enfermo en el proceso de la muerte.

Publicado el Proyecto de Ley de la Junta de Andalucía, valoramos positivamente cuanto se regule en favor de la humanización del proceso de la muerte, salvaguardando siempre el derecho primario y fundamental a la vida de toda persona. Tal es el caso de garantizar el derecho de todos los enfermos terminales a recibir una buena medicina paliativa, así como el apoyo a sus familiares (Arts. 12-16). Igualmente será de gran utilidad el correcto funcionamiento de los comités de ética para el discernimiento de los médicos en los casos más complejos.

Al mismo tiempo, consideramos necesario llamar la atención sobre aquellos aspectos del Proyecto de Ley que, a nuestro juicio, requieren mayor claridad y precisión lejos de toda ambigüedad.

1.- Carece de fundamento antropológico el distinguir entre vida biológica y vida personal (Cf. Preámbulo). La vida humana es siempre una unidad biológica y personal y la atención médica ha de ser integral. Estas ambigüedades abren el camino a interpretaciones contrarias a la dignidad de la persona humana en el proceso de su muerte con el riesgo de favorecer una forma de eutanasia encubierta.

2.- El Proyecto dice que los fines de la Ley son proteger la dignidad de la persona y asegurar la autonomía del paciente y el respeto a su voluntad en el proceso de la muerte (Art. 2). Ante estos fines hay que evitar toda ambigüedad y dejar claro que la autonomía personal nunca puede llegar a justificar decisiones o actos contra la vida humana propia o ajena, pues sin vida no puede haber libertad. No tiene sentido contraponer el derecho a la libre autodeterminación de la persona, como expresión de su dignidad, al bien de la vida humana, puesto que la vida humana, cualquiera que sea su estado de plenitud o de deterioro, es siempre vida personal, y por lo mismo goza indisociablemente de la dignidad indivisible de la persona.

3.- La limitación del “esfuerzo terapéutico” tiene que dejar claro que en los enfermos en coma o en estado vegetativo los cuidados ordinarios y básicos, como la hidratación y la alimentación, hay que realizarlos siempre. Si se prescinde de ellos en lugar de permitir la muerte inevitable lo que se hace es provocarla y esto es una forma de eutanasia.

4.- La aplicación de esta Ley exige su adecuada financiación que garantice los derechos del enfermo a una buena medicina paliativa y evite la menor duda de que el enfermo, aunque esté muy deteriorado por la enfermedad, no ha perdido ni un ápice de su dignidad.

5.- Ante la dificultad de discernir en algunos casos o ante el posible conflicto de valores se ha de reconocer a los profesionales sanitarios el derecho a la objeción de conciencia.

Sevilla 22 Febrero de 2010

domingo, 14 de febrero de 2010

"En las vísperas de la Cuaresma", carta de Mons. Juan José Asenjo


Reproducimos a continuación la siguiente carta de nuestro Arzobispo, Mons. Juan José Asenjo Pelegrina, con motivo de la llegada del tiempo de Cuaresma el próximo 17 de febrero, Miércoles de Ceniza:

Queridos hermanos y hermanas:

El próximo miércoles comenzaremos el tiempo santo de Cuaresma. La invitación a la oración, el ayuno y la limosna, que nos hará la liturgia del Miércoles de Ceniza, nos indica el camino a seguir en este tiempo particularmente fuerte del año litúrgico, en el que todos estamos llamados a la conversión, que nos prepara para celebrar el Misterio Pascual, centro de la fe y de la vida de la Iglesia. La participación en el triunfo de Cristo sobre el pecado y la muerte, que actualizaremos litúrgicamente en la solemne Vigilia Pascual, exige un “pueblo bien dispuesto” (Lc 1,17), a través de la meditación más asidua de la Palabra de Dios, la penitencia, el dominio de nuestras pasiones y la práctica de la caridad.

Oración, ayuno y limosna, como nos pide Jesús en el sermón del monte (Mt 6,2-18), continúan siendo los caminos fundamentales para vivir el éxodo espiritual que es la Cuaresma, contribuyendo poderosamente a nuestra conversión y a restaurar en nosotros la comunión que el pecado destruye. La libertad interior que acrecienta en nosotros el ayuno nos reconcilia con nosotros mismos, la oración robustece nuestra comunión con Dios, y la limosna y la caridad fraterna nos reconcilian con los hermanos.

Esta triple reconciliación encuentra su vínculo de unión en el amor, que como nos recordó Benedicto XVI en su primera encíclica es “la opción fundamental de la vida del cristiano” (DCE, 1). El amor es, en efecto, el “corazón de la fe cristiana” y el núcleo del “mandamiento nuevo” (Jn 13,34), que hemos de vivir no simplemente como una obligación, sino como la respuesta al don del amor con el que Dios nos ha amado primero y viene a nuestro encuentro (1 Jn 4,10), un amor con el que Dios nos colma y enriquece y que nosotros debemos comunicar a los demás.

Esta perspectiva unitaria del amor, que el Papa delineó en la citada encíclica, pone de manifiesto la imposibilidad de separar el amor a Dios y al prójimo, ya que como nos recuerda el apóstol San Juan, no podemos decir que amamos a Dios a quien no vemos si no amamos al prójimo a quien vemos (1 Jn 4,20). El amor al prójimo es un camino privilegiado para encontrar a Dios, del mismo modo que el amor verdadero al prójimo sólo es posible a partir del encuentro íntimo con Dios (DCE 16-18).

Estas reflexiones pueden iluminarnos a la hora de renovar durante esta Cuaresma la práctica de la limosna, recomendada por la Escritura como un acto grato a Dios, que no queda sin recompensa, y que es particularmente urgente en estos momentos en que tantos hermanos nuestros sufren las consecuencias de la crisis económica, a la que se añade la situación límite de nuestros hermanos de Haití, tan duramente golpeados por la reciente catástrofe.

Pero si es importante la ayuda a los pobres, bien a través de la caridad individual, ya sea a través de las organizaciones caritativas de la Iglesia, es también importante contemplar a quienes sufren con los ojos de Cristo, que se “compadecía” de las necesidades de todos aquellos que se acercaban a Él. Como Cristo, hemos de contemplar a quienes necesitan nuestra ayuda con una mirada de amor compadecida y concreta sin conformarnos con la donación impersonal de los bienes materiales que nos sobran.

A lo largo del camino cuaresmal que vamos a iniciar, tenemos la oportunidad de conformar nuestra mirada con la de Cristo. De esta manera han vivido la caridad y la limosna los grandes santos de la Iglesia, como la Beata Teresa de Calcuta, que solía repetir que “no hay mayor pobreza que la soledad”; ó San Vicente de Paúl, que exhortaba de este modo a sus Hijas de la Caridad: “No todo consiste en dar el caldo y el pan. Eso pueden hacerlo los ricos. Tú eres la pobre sierva de los pobres, siempre sonriente y de buen humor. Únicamente por tu amor, sólo por tu amor, los pobres te perdonarán el pan que tú les das”.

La Cuaresma nos invita a mirar a nuestro alrededor y a sintonizar con las necesidades de quienes nos rodean, necesidades materiales ciertamente, pero también esas otras más profundas que nos llaman a ser generosos con nuestro afecto y nuestro tiempo. Si la nuestra es una mirada de amor, descubriremos también una sed honda, que hay en muchos hermanos nuestros, la sed de Dios y de Jesucristo. Este anhelo que existe en el corazón de los hombres debe movernos a compasión y movilizar también nuestro ardor apostólico, sabiendo, con la certeza que nos da la fe, que como ha escrito Benedicto XVI, “quien no da a Dios, en realidad, da demasiado poco”, pues como decía a menudo la Beata Teresa de Calcuta “la primera pobreza de los pueblos es no conocer a Cristo”.

Con mi saludo fraterno y mi bendición, os deseo a todos una santa y fecunda Cuaresma.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
Administrador Apostólico de Córdoba




viernes, 15 de enero de 2010

Petición de calle para el Cardenal Amigo

A iniciativa del grupo de formación parroquial de la Vera Cruz y de este Foro, el pasado 11 de enero se entregó un escrito en el Ayuntamiento de Paradas dirigido al Excmo. Sr. Alcalde solicitando la apertura de un expediente con objeto de que fray Carlos Amigo sea incluido en el nomenclátor de Paradas, de modo que quienes así lo deseen puedan adherirse a esta petición.

Como es sabido, la Diócesis de Sevilla ha tenido el gran honor de ser presidida durante 27 años por Su Eminencia Reverendísima Fray Carlos Amigo Vallejo. La Archidiócesis ha sentido el orgullo de tener a uno de los diez Cardenales de la Iglesia de nacionalidad española. Y este orgullo es doble, por la gran dignidad que en sí representa y por la estrecha vinculación y apoyo de este Pastor hacia su rebaño.

Paradas ha sido consciente de ello y siempre que fray Carlos nos ha visitado las muestras de cariño hacia y por parte de nuestros vecinos y vecinas han sido evidentes.

Pero la meritoria labor de Su Eminencia va más allá de su ingente tarea como hombre de Iglesia. Fray Carlos Amigo Vallejo, no sólo ha sabido ganarse el aprecio de toda la ciudadanía y de sus instituciones, tanto religiosas como civiles, sino que ha participado plenamente en ellas, siendo un referente necesario en el mundo social, cultural y académico. Basta recordar que ha sido impulsor de importantes congresos religiosos internacionales eclesiásticos celebrados en Sevilla y que S. S. Juan Pablo II, de santa memoria, visitó nuestra Archidiócesis en dos ocasiones.

Por todo ello, y atendiendo a su meritoria y continuada labor, este grupo de paradeños y paradeñas ha tenido el honor de solicitar al Excmo. Sr. Alcalde de Paradas que emita las órdenes oportunas para que se dé comienzo al expediente mencionado.

En las próximas fechas trasladaremos esta iniciativa a las diferentes instituciones y asociaciones representativas de la localidad, con la intención de hacer partícipes de esta iniciativa al resto de la comunidad parroquial de San Eutropio y a todo el pueblo de Paradas.

La inclusión de Fray Carlos Amigo en el nomclátor de Paradas no sólo será un acto de justicia, sino una acción que honrará a nuestro pueblo y a sus regidores al mostrar públicamente su reconocimiento a tan meritorio benefactor de nuestra sociedad.