miércoles, 19 de marzo de 2014

Jornada por la Vida

El 25 de marzo es el día designado por la Conferencia Episcopal Española para celebrar la Jornada por la Vida, una fecha que nos recuerda que la vida humana tiene un valor sagrado que todos debemos reconocer, respetar y promover, porque es un don de Dios.

Con tal motivo, nuestro querido Arzobispo, mons. Asenjo, ha hecho pública una carta que se puede leer pulsando en el siguiente enlace: "Ante la Jornada por la Vida". 

La Jornada por la Vida quiere ser una invitación a orar y proclamar el valor sagrado de toda vida humana desde su comienzo en la fecundación hasta su final natural

Debemos adquirir un compromiso para anunciar a todos el Evangelio de la vida, de modo que podamos llegar a una sociedad que sustituya la cultura de la muerte que hoy impera por una cultura que acoja y promueva la vida.

Desde la Delegación de Familia y Vida de la Archidiócesis de Sevilla se han organizado una serie de actividades, en torno a la Jornada por la Vida 2014,  enmarcados dentro de la Semana por la Vida, que se celebrará del 21 al 27 de marzo. Más información, en la página web de la Archidiócesis.


Via Crucis, viernes 4 de abril

"Toma tu Cruz y sígueme"

La Vera Cruz celebrará un VIA CRUCIS el próximo 4 de abril, viernes de la IV semana de Cuaresma. 

Este piadoso acto de culto, oración y recogimiento, tendrá lugar por el interior de las naves de nuestra Parroquia de San Eutropio y comenzará a la finalización de la misa.

Una vez concluido el rezo del Via Crucis, se compartirá un ágape fraterno en el salón parroquial.

domingo, 9 de marzo de 2014

Meditación sobre las Tentaciones del diablo a Jesús

Breve y muy buena reflexión del sacerdote Santiago González sobre el Evangelio del primer domingo de Cuaresma, de las tentaciones del diablo a Jesucristo, y cómo el diablo nos tienta hoy en día.

Meditación sobre las Tentaciones del diablo a Jesús

Al iniciarse la Cuaresma nos encontramos en la Santa Misa dominical con el Evangelio de las Tentaciones del diablo a Jesús. Y para que nos sea de provecho espiritual, y no solo de exégesis bíblica, podríamos hacer un paralelismo de las tres tentaciones que Satanás propone a Nuestro Redentor, con las tres grandes tentaciones que recibimos HOY los cristianos desde el materialismo pagano y el modernismo teológico. Veamos cada una de forma meditada:

1: El diablo propone a Jesús que para saciar su hambre convierta piedras en pan. Esta es la tentación del voluntarismo. Es decir: que secularicemos totalmente la fe, que convirtamos la Iglesia en una ONG de fachada religiosa pero de contenido solo social, que basemos nuestra vida cristiana en la acción por la propia voluntad. O sea: eliminar la FE de nuestra vida y llegar a creer que todo lo hacemos por nuestras cualidades. Esta tentación lleva al cristiano (que cae en ella) a despreciar la oración, los sacramentos, la catequesis….y a cifrarlo todo en la actividad que se evalúa por los resultados visibles. Esta tentación hace creer que el cristiano es salvador de si mismo, y convierte a Cristo en un mero referente histórico.

2: El diablo propone a Jesús que se lance por un barranco sin miedo alguno, ya que los ángeles le protegerán. Esta es la tentación inversa a la anterior: es la tentación del “espiritualismo”. Es decir: que desencarnemos la fe de tal modo convirtiendo la Iglesia en una especie de “magia carismática” donde todo está hecho por el Espíritu Santo y el cristiano solo precisa creer y dejar que Dios lo arregle todo. Es la tentación de “meterse a Dios en el bolsillo”……del “haga lo que haga estoy salvado porque Dios es bueno y misericordioso”…..¿A que les suena esto?……….es la tentación de base protestante y muy inoculada en posturas pietistas de la cristiandad. Esta tentación anula todo esfuerzo moral del cristiano y droga la conciencia en el peor de los engaños.

3: El diablo propone a Jesús que lo adore a cambio de poder temporal. Esta es la tentación más visible de la cultura posmoderna: la idolatría, es decir: sustituir a Dios en nuestro corazón por los afanes materiales y superficiales que dan gusto a los sentidos y embotan de soberbia el corazón. El cristiano aparca a Dios como mero apéndice “emotivo” y adora a ídolos pasajeros: el dinero, el sexo, el poder, la fama, la imagen, el YO mismo……; esta última tentación otorga al corazón una felicidad efímera y lo endurece gradualmente hasta dejarlo vacío de sensibilidad espiritual.

Hagamos al inicio de la cuaresma un examen hondo de conciencia: ¿cómo respondo yo a cada una de esas tentaciones?…y tratemos de caminar contra las mismas de manera que:

- Sea consciente de la necesidad de la oración y la vida sacramental (confesión y eucaristía sobre todo) como sostén de todos los ámbitos de la vida humana

- Asumir nuestra tarea de ser “instrumentos” en manos de Dios que no pueden ser pasivos sino activos, sabiendo que Dios nos regala la salvación pero nosotros hemos de aceptarla con nuestras obras y no solo con la fe, y que podemos perderla para siempre si nos alejamos de Dios

- Tener a Dios en nuestro corazón y, desde Él, sentirnos administradores, y no dueños, de los bienes materiales que nunca han de sustituir a Dios en nuestra alma

Comencemos este tiempo de Cuaresma con verdadero espíritu de conversión, haciendo un sincero examen de conciencia.




La Cuaresma, tiempo de ayuno y solidaridad

Carta pastoral de nuestro querido Arzobispo, don Juan José Asenjo, en el inicio de la Cuaresma.

LA CUARESMA, TIEMPO DE AYUNO Y SOLIDARIDAD

Domingo, 09 de marzo de 2014

Queridos hermanos y hermanas: El pasado miércoles, con la bendición de la ceniza, comenzábamos el tiempo santo de Cuaresma, tiempo de gracia y salvación, en el que todos estamos invitados a convertirnos por el camino de las prácticas penitenciales, el silencio y el desierto, la oración más intensa, la limosna y el ayuno, del que el mejor paradigma y modelo es el Señor, que ayuna en el desierto durante cuarenta días y cuarenta noches (Mat 4,2).

Hemos de reconocer que el ayuno como práctica penitencial no está hoy en su mejor momento. Por ello, dedico esta carta semanal a reflexionar sobre el valor cristiano del ayuno y comienzo preguntándome qué sentido tiene para nosotros los cristianos privarnos de algo que en sí mismo es bueno para nuestro sustento. La Sagrada Escritura y la tradición cristiana enseñan que el ayuno es una gran ayuda para evitar el pecado y un medio para recuperar la amistad con el Señor. Por ello, la Palabra de Dios nos invita muchas veces a ayunar. Jesús nos da ejemplo ayunando en el desierto y rechazando el alimento ofrecido por el diablo. La práctica del ayuno está también muy presente en la primera comunidad cristiana y los Padres de la Iglesia hablan de la fuerza del ayuno, capaz de frenar el pecado, reprimir los deseos del "viejo Adán" y abrir en nuestro corazón el camino hacia Dios.

En nuestros días, la práctica del ayuno ha perdido relevancia desde la perspectiva ascética y espiritual. En muchos ambientes cristianos ha llegado incluso a desaparecer, incluso el ayuno y la abstinencia prescritos por la Iglesia en Cuaresma. Al mismo tiempo, ha ido acreditándose como una medida terapéutica conveniente para el cuidado del propio cuerpo y como fuente de salud. Siendo esto cierto a juicio de los expertos, para nosotros los cristianos el ayuno es una "terapia" para curar todo lo que nos impide conformarnos con la voluntad de Dios. El ayuno nos ayuda  a no vivir para nosotros mismos, sino para Aquél que nos amó y se entregó por nosotros y a vivir también para nuestros hermanos.

La Cuaresma que hemos iniciado hace cuatro días nos depara la oportunidad de recuperar el auténtico significado de esta antigua práctica penitencial, que nos ayuda a mortificar nuestro egoísmo, a romper con los apegos que nos separan de Dios, a controlar nuestros apetitos desordenados y a ser más receptivos a la gracia de Dios. El ayuno contribuye a afianzar nuestra conversión al Señor y a nuestros hermanos, a entregarnos totalmente a Dios y a abrir el corazón al amor de Dios y del prójimo, primer y sumo mandamiento de la nueva ley y compendio de todo el Evangelio.  El ayuno nos ayuda además a crecer en intimidad con el Señor. Así lo reconoce San Agustín en su pequeño tratado sobre “La utilidad del ayuno” cuando afirma: "Yo sufro, es verdad, para que Él me perdone; yo me castigo para que Él me socorra, para que yo sea agradable a sus ojos, para gustar su dulzura". La privación voluntaria del alimento material nos dispone interiormente para escuchar a Cristo y alimentarnos de su palabra de salvación. Con el ayuno y la oración más constante y dilatada en estos días de Cuaresma, el Señor sacia cumplidamente los anhelos más profundos del corazón humano, el hambre y la sed de Dios.

La práctica voluntaria del ayuno nos permite también caer en la cuenta de la tristísima situación en que viven muchos hermanos nuestros, casi un tercio de la humanidad, que se ven forzados a ayunar como consecuencia de la injusta distribución de los bienes de la tierra y de la insolidaridad de los países desarrollados. Desde la experiencia ascética del ayuno, y por amor a Dios, hemos de inclinarnos como el Buen Samaritano sobre los hermanos que padecen hambre, para compartir con ellos nuestros bienes. Y no sólo aquellos que nos sobran, sino también aquellos que estimamos necesarios, porque si el amor no nos duele es un amor engañoso. Con ello demostraremos que nuestros hermanos necesitados no nos son extraños, sino alguien que nos pertenece.

En la antigüedad cristiana se daba a los pobres el producto del ayuno. En la coyuntura social que estamos viviendo como consecuencia de la crisis económica, hemos de redescubrir y promover esta práctica penitencial de la primitiva Iglesia. Por ello, pido a las comunidades cristianas de la Diócesis, a los sacerdotes, consagrados, diáconos, seminaristas y laicos que, junto a las prácticas cuaresmales tradicionales, la oración, la escucha de la palabra de Dios, la mortificación y la limosna, intensifiquen el ayuno personal y comunitario, destinando a los pobres, a través de nuestra Caritas, aquellas cantidades que gracias al ayuno se puedan recoger.

Que la Santísima Virgen sostenga a toda la comunidad diocesana en el empeño de liberar nuestro corazón de la esclavitud del pecado, nos aliente en nuestra conversión al Señor y nos conceda una Cuaresma fructuosa y santa.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla