domingo, 21 de junio de 2009

Que toda rodilla se doble...

Arrodillarse ante Cristo, remedio de toda idolatría

En la homilía que Benedicto XVI pronunciaba en el Corpus del año pasado, realizaba una hermosa catequesis sobre el significado de esta postura corporal en la oración y en la liturgia:

“Arrodillarse en adoración ante el Señor (…) es el remedio más válido y radical contra las idolatrías de ayer y hoy. Arrodillarse ante la Eucaristía es una profesión de libertad: quien se inclina ante Jesús no puede y no debe postrarse ante ningún poder terreno, por más fuerte que sea. Nosotros los cristianos, sólo nos arrodillamos ante el Santísimo Sacramento”.

En su obra “El espíritu de la liturgia”, el entonces Cardenal Ratzinger daba respuesta a la objeción que juzga que la cultura moderna es refractaria al gesto de “arrodillarse”. Con clarividencia y profunda convicción afirmaba que “quien aprende a creer, aprende también a arrodillarse. Una fe o un liturgia que no conociese el acto de arrodillarse estaría enferma en un punto central”.

El hecho de que en nuestros días se esté extendiendo la costumbre de permanecer de pie en el momento de la consagración en la Santa Misa, o de que se suprima alegremente la genuflexión al pasar ante el sagrario, no parece que sea algo casual o insignificante.

La “herejía” más extendida en nuestro tiempo –la secularización- no se caracteriza tanto por negar verdades concretas del Credo, cuanto por debilitar la firmeza de nuestra adhesión a la fe.

Da la impresión de que lo políticamente correcto fuese creer a “cierta distancia”, sin entregar plenamente nuestro corazón. En el fondo, estamos ante el olvido de aquellas palabras de Jesús: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Este mandamiento es el principal y primero” (Mt 22, 37-38).

No podemos olvidar que la adoración es el mejor antídoto frente al relativismo y que, por lo demás, es indudable que la genuflexión está estrechamente ligada al acto de adoración: Es el reconocimiento que la creatura hace del Creador, es la manifestación humilde de nuestra sumisión ante un Dios todopoderoso que, paradójicamente, también “se ha arrodillado” ante nosotros en la encarnación, en su muerte redentora, y en su decisión de permanecer entre nosotros en la Sagrada Eucaristía.

Mención aparte merecen tantas personas que bien quisieran poder expresar de rodillas su adoración a Cristo, y que por limitaciones físicas se han de contentar con hacerlo con una inclinación u otros gestos de fervor y cariño. ¡Cuántas lecciones nos dan con su valiente perseverancia, sin rendirse a sus “achaques”!

Comulgar “a Cristo” y comulgar “con Cristo”


“El segundo mandamiento es semejante a éste: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas” (Mt 22, 39-40).

En efecto, el acto de adoración a Dios es consecuentemente seguido del ejercicio de la caridad con todos los necesitados. Éste es el motivo por el que la Iglesia ha unido los dos días “más eucarísticos” del año (Jueves Santo y Corpus Christi), a nuestro compromiso con los pobres, ejercido especialmente a través de Cáritas.

El acto de comulgar no termina con la recepción del sacramento. Recurro de nuevo a otras palabras del Cardenal Raztinger recogidas en el citado libro: “Comer a Cristo es un proceso espiritual que abarca toda la realidad humana. Comerlo significa adorarle. Comerlo significa dejar que entre en mí, de modo que mi yo sea transformado y se abra al gran «nosotros», de manera que lleguemos a ser uno solo con Él”.

Por lo tanto, comulgar “a Cristo” supone también comulgar “con Cristo”, es decir, comulgar con todo lo que Él ama, con sus preocupaciones, alegrías, esperanzas y sufrimientos… de una forma especial, con sus predilectos, los pobres.

Ciertamente, estamos ante dos señales determinantes para evaluar la calidad de nuestra participación en la Sagrada Eucaristía: la actitud de adoración y –fruto de ésta- nuestro compromiso con los necesitados.

+ José Ignacio Munilla
Obispo de Palencia

lunes, 15 de junio de 2009

Crónica de la procesión del Corpus





Paradas se vistió de gala para celebrar la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.

A horas tempranas ya se alfombraban con juncos las calles por donde tendría lugar la procesión del Corpus Christi y los vecinos engalanaban balcones con las colgaduras habituales, incluso en calles por donde no pasaría la procesión.

Tras la solemne misa, un repique de campanas anunciaba a todo el pueblo que Jesús mismo, verdaderamente presente en el Sacramento de la Eucaristía, recorría nuestras calles inundando los hogares paradeños con su presencia.

Abrían el cortejo jóvenes acólitos con ciriales y Cruz parroquial (también hubo acólitos ante la Custodia, con incensario y naveta).

Como novedad, este año la cera que acompañaba al Santísimo era de color rojo. Si bien venía siendo costumbre la cera blanca, es el rojo el color sacramental.





El exorno floral, novedoso y muy acertado. Como cada año, flanqueaban la Custodia a ambos lados los candelabros que el Señor de la Vera+Cruz tiene a sus pies durante el resto del año.

Durante el recorrido, y a pesar de las altas temperaturas, numerosísimos feligreses acompañaron al Señor con cánticos y alabanzas.

Participaron también en la procesión el Excmo. Sr. Alcalde y otros miembros de la corporación municipal (desde estas líneas apuntamos que a nuestro entender, protocolariamente debieran ocupar un lugar más cercano a la presidencia de la procesión, a continuación de la Custodia, detrás de nuestro Párroco).






Dignos de mención los altares que las hermandades de Jesús Cautivo y del Santo Entierro montaron en el recorrido. Por otra parte, se echó de menos en el cortejo el Guión Sacramental en plata que conserva la parroquia de la antigua Hermandad Sacramental, de un incuestionable valor artístico, y que tradicionalmente su usaba para la ocasión.

Numerosos "cruceros" partiparon en la procesión, acompañando al Santísimo en los diferentes tramos de la procesión: con palermos, como miembros de la Adoración Nocturna, portando las andas con la Custodia o cantando tras la Custodia.






ALABADO SEA JESÚS SACRAMENTADO









jueves, 11 de junio de 2009

Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo



Este domingo la Iglesia celebra la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.


Con tal motivo, en nuestra Parroquia de San Eutropio se celebrará misa solemne a las 9 de la mañana y a continuación tendrá lugar la procesión del Corpus Christi.

Este año, debido a las obras en la calle Ramón Gómez de la Serna, cambiará su itineriario habitual, siendo el recorrido el siguiente:

Padre Barea, Huertas, Callejuelas de Rechacha, calle Larga y subida por Padre Barea.

Tras la entrada tendrá lugar la bendición solemne con el Santísimo Sancramento, mientras el pueblo lo adora postrado, tras el canto del Tantum Ergo.

Nos sumamos al llamamiento que se ha hecho desde la Parroquia animando a todo el pueblo a vivir esta Solemnidad, participando del Sacramento de la Eucaristía en la misa, adorando a Cristo verdaderamente presente en el Santísimo Sacramento durante la procesión y engalanando las fachadas de las casas.

Por último, agradecemos públicamente al Ecxmo. Ayuntamiento de Paradas que nos haya facilitado el cartel que ha patrocinado con motivo de esta Solemnidad.




ALABADO SEA JESÚS SACRAMENTADO





miércoles, 10 de junio de 2009

Que la lengua humana cante este misterio

El Pange Lingua es un himno eucarístico escrito por Santo Tomás de Aquino (siglo XIII) para la festividad del Corpus Christi.

Si bien estamos acostumbrados a escucharlo en las exposiciones y bendiciones con el Santísimo Sacramento (en la festividad del Corpus, el Jueves Santo, en los cultos de las Hermandades...), resulta significativo señalar que su letra es desconocida por muchos feligreses, especialmente por los más jóvenes (nótese que no se acostumbra a enseñarse en las catequesis).

Es por ello que desde aquí queremos hacernos eco de este maravillo himno que expresa de manera concreta la doctrina de la Transubstanciación.

El inicio del himno (Pange Lingua) se canta en el momento de la exposición del Santísimo y sus últimas estrofas (Tantum Ergo) justo antes de la bendición solemne.

Podemos escuchar el himno completo en el siguiente vídeo

La letra del himno y su traducción al castellano es:


Pange, lingua, gloriosi
Córporis mystérium
Sanguinísque pretiósi,
Quem in mundi prétium
Fructus ventris generósi
Rex effúdit géntium.

Nobis datus, nobis natus
Ex intácta Vírgine,
Et in mundo conversátus,
Sparso verbi sémine,
Sui moras incolátus
Miro clausit órdine.

In supremæ nocte coenæ
Recumbens cum frátribus,
Observata lege plene
Cibis in legálibus,
Cibum turbæ duodenæ
Se dat súis mánibus.

Verbum caro, panem verum
Verbo carnem éfficit,
Fitque Sanguis Christi merum,
Et, si sensus déficit,
Ad firmandum cor sincerum
Sola fides súfficit.

Tantum ergo Sacraméntum,
Venerémur cérnui:
Et antíquum documentum
Novo cedat rítui;
Præstet fides suppleméntum
Sénsuum deféctui.

Genitori Genitóque,
Laus et iubilátio;
Salus, honor, virtus quoque,
Sit et benedíctio;
Procedénti ab utróque
Compar sit laudátio.
Que la lengua humana cante este misterio:
la preciosa sangre y el precioso cuerpo.
Quien nació de Virgen Rey del universo,
por salvar al mundo, dio su sangre en precio.



Se entregó a nosotros, se nos dió naciendo
de una casta Virgen; y, acabado el tiempo,
tras haber sembrado la palabra al pueblo,
coronó su obra con prodigio excelso.



Fue en la última cena -ágape fraterno-,
tras comer la Pascua según mandamiento,
con sus propias manos repartió su cuerpo,
lo entregó a los Doce para su alimento.



La palabra es carne y hace carne y cuerpo
con palabra suya lo que fue pan nuestro.
Hace sangre el vino, y, aunque no entendemos,
basta fe, si existe corazón sincero.



Adorad postrados este Sacramento.
Cesa el viejo rito; se establece el nuevo.
Dudan los sentidos y el entendimiento:
que la fe no supla con asentimiento.



Himnos de alabanza, bendición y obsequio;
Por igual la gloria y el poder y el reino
Al eterno Padre con el Hijo eterno

martes, 9 de junio de 2009

Día de la Caridad (Corpus Christi)


A continuación damos traslado de la carta pastoral que con motivo del Día de la Caridad, en la próxima festividad del Corpus Christi, nos ofrece nuestro Cardenal Arzobispo, Fray Carlos Amigo Vallejo, al tiempo que recordamos que el próximo domingo la colecta parroquial irá destinada a Caritas.

CARITAS, carta pastoral con motivo del Día de la Caridad, Corpus Christi '09

La caridad no se contenta con hablar de necesidad y de crisis, sino que pone en marcha los más adecuados y eficaces proyectos para conseguir que las personas, en mayor indigencia y exclusión, puedan vivir con dignidad.

Esta caridad, sólida e incuestionablemente basada en la justicia y el derecho, proviene de "un corazón limpio, una conciencia recta y una fe sincera" (Tim 1, 5).

Rectitud de intención

Una caridad que procede de la más recta de todas las intenciones: el amor a Jesucristo presente en nuestros hermanos más necesitados. Es un hipócrita quien dice que ama a Dios y no cuida de su hermano. Esa rectitud es garantía de autenticidad. No existe interés alguno más que el de cumplir, de la forma más fiel posible, el mandamiento nuevo del Señor: ayuda a tu hermano como Jesucristo te ha querido a ti, que ha entregando la vida para la salvación de todos.

En conciencia

La rectitud de conciencia ha de referirse a la finalidad última de aquellas ayudas que se realizan en favor del menesteroso. Lejos de cualquier forma de altruismo petulante, de la autosuficiencia del poderoso, del paternalismo humillante. Se trata de ayudar a la persona por sí misma y por la presencia de Cristo que hay en ella. No se quiere obtener ninguna otra recompensa personal, egoísta, autocomplaciente sino la de contribuir al levantamiento de aquél que ha caído en la indigencia.

La Iglesia no quiere ni puede ofrecer más de lo que tiene. Se traicionaría a sí misma y engañaría a los demás con ofertas que no están entre sus posibilidades. Pero tampoco quiere olvidar su deber de amor sincero, de caridad fraterna.

Una fe sincera

No nos avergonzamos de hablar de caridad, y mucho menos de practicarla, pues estamos convencidos de que con ello abrimos el mejor camino para la práctica de la justicia y el reconocimiento de los derechos de los más pobres y excluidos.

Queremos hacerlo como respuesta a una fe sincera. Que está atenta a la palabra de Dios y quiere seguir el camino marcado por Jesucristo, que es la palabra viva y su comportamiento es siempre referente incuestionable para todos los cristianos. Con Cristo, también la Iglesia puede decir: si no creéis en mí, creed en mis obras (Jn 10, 38). La "Memoria de Caritas 2008" es un reflejo de estas reflexiones. Los números, los proyectos, las realizaciones son grandes, admirables, generosas. Pero bien sabemos que la credibilidad no viene tanto por unas cantidades, cuanto por el amor que se pone en socorrer a las personas. Detrás de cada número hay un nombre, una persona a la que socorrer, un hermano al que amar.

Caritas ha emprendido una campaña para fomentar el empleo, en el convencimiento de que éste es el camino más digno para acabar con la pobreza. Un plan con una serie de medidas muy adecuadas para alcanzar los objetivos que se persiguen de protección e inclusión social, prestaciones por desempleo...

Son muchos los puestos de trabajo, más de 12.000, los creados por Caritas a través de sus programas de empleo, que ofrecen distintos servicios de orientación, talleres de formación para el empleo, creación de empresas de inserción, cooperación con entidades públicas y privadas.

Contra la indiferencia, gratitud

Verdadera carcoma de todos estos proyectos puede ser la indiferencia perezosa, que reniega de cualquier posibilidad de salvar las dificultades de una situación tan grave como en la que nos encontramos.

Las heridas pueden ser muchas, pero estamos convencidos de que tienen curación si nos ponemos manos a la obra, con la ayuda de Dios y la responsabilidad de todos. En nuestro caso, colaborando generosamente con Caritas.

Una vez más, la gratitud de nuestra Iglesia a Caritas diocesana, pues es vivo reflejo de la práctica de la caridad entre los que formamos la Iglesia de Dios que peregrina en Sevilla. Que Dios se lo pague a todos. Pero, de una forma particular a los que ponéis lo mejor de vuestra caridad cristiana, de vuestro tiempo y disponibilidad al servicio de los demás.

Cristo es siempre nuestro ejemplo y camino. Sus heridas curan las nuestras. Él es el médico y la medicina. Nuestra caridad proviene del mismo amor de Cristo. No podemos tener una motivación más digna y de mayor responsabilidad. Pues en nuestros hermanos necesitados vemos el mismo rostro de Cristo sufriente. Ayudar al necesitado es servir al mismo Cristo.

Con mi bendición

+ Carlos, Cardenal Amigo Vallejo
Arzobispo de Sevilla


lunes, 8 de junio de 2009

La Eucaristía: pan y vino

La Eucaristía huele a hogaza, a pan de espigas, a piedra de fuego donde se cuece la torta de pan ácimo para partirla y repartirla. Pero antes fue flor de harina, cernida y amasada con manos encallecidas por amor. Antes fue grano molido, traído como ofrenda agradecida por la cosecha que ha llegado a su madurez en los trigales. Antes fue mies, que debió superar las heladas y la sequía, el viento solano y la alimaña. Antes fue semilla escogida y sembrada, echada al vuelo por mano generosa, labradora, en gesto de esperanza. Y antes debió abrirse la tierra para que al caer el grano pudiera germinar.

La Eucaristía es doble sacramento: del don de sí mismo que hizo Jesús a la hora de la cena, y de la entrega del cabeza de familia, sentado con un pan en las manos entre sus hijos, a los que regala, en el gesto de partir el pan, la mejor expresión de amor, la vida gastada y desgastada por los suyos, hasta llegar a ser alimento gratuito.

El pan partido, el pan troceado, el pan roto, es símbolo de quien entrega, dona la existencia, pero en el misterio eucarístico el drama del rompimiento dramático se supera por la fuerza de Dios, al recibir no sólo la prenda del sacrificio redentor, sino también el gozo de formar parte de la familia de Dios.

Jesucristo tomó también la copa colmada de vino, fruto del esmero del labrador que cuida la parcela más querida de su heredad: la viña, que ha tenido que podar, sarmentar, binar y proteger de las plagas y que, después del duro trabajo de la vendimia, después de pisar y prensar la uva, después de fermentar el mosto en la bodega, permite brindar el amor, la amistad, la alegría entre los propios, en gesto de generosa hospitalidad y expresión festiva.

Pan y vino de eucaristía, muerte y vida, ofrenda de la vida entera, transformada entera por amor en banquete de bodas, en alianza perpetua. Quienes comen de este pan y beben de esta copa se convierten en aquello mismo que comen y beben, en el Cuerpo del Señor, en testigos de su resurrección, como los discípulos que atestiguaron que Cristo había resucitado, porque lo reconocieron al partir el pan, y porque habían comido y bebido con Él, después de su resurrección.

Quien ama convierte su propio sacrificio en motivo de fiesta en vez de pasar factura por el esfuerzo. Jesús ha convertido la ofrenda de su persona a Dios en motivo de celebración. Quienes aman saben agradecer el obsequio gratuito.

domingo, 7 de junio de 2009

La Eucaristía: misterio

Comenzamos hoy con la publicación de una serie de reflexiones en torno a la Eucaristía, como preparación a la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el próximo domingo 14 de junio.

La primera de ellas se centra en la Eucaristía como misterio.

Señor Jesús:

La Eucaristía, don entregado a los hombres, es “misterio” para el hombre que se acerca hasta ti y te recibe. Es el plan amoroso de Dios sobre los hombres, manifestado y realizado en ti.

En tu entrega, la noche de la Última Cena, te diste todo entero hasta la muerte, y una muerte de Cruz, y contigo el Padre nos dio todo lo que podía darnos.

Cuando te recibimos entre nuestras manos (nuestros ojos contemplan sólo pan y vino) nosotros, que somos el cuerpo de Cristo, lo que recibimos es nuestro propio misterio.

Desde nuestro Bautismo estamos unidos indisolublemente a ti: en ti vivimos, nos movemos y existimos, y cada Eucaristía refuerza esta unión contigo.

Tú, Cristo glorioso que estás en los cielos, te haces presente en la Eucaristía. Ya no estás solo, sino unido a todos tus miembros, que somos nosotros, los hombres, tus discipulos.

Éste es el sacrificio de los cristianos: Unidos a Cristo formamos un solo cuerpo.

Tu, Señor, te entregas y nosotros nos entregamos, nos entregamos mutuamente para ser «una sola carne». Y eso es lo que ocurre entre Tú y nosotros: La Eucaristía, misterio de amor, es la entrega mutua entre Tú y nosotros, y la entrega de los dos, formando un solo cuerpo, al Padre.

Señor Jesús: Este es el misterio de nuestra fe.