miércoles, 30 de diciembre de 2009

Villancicos con gracia y con fe

Sin ánimo de dar publicidad, tenemos a bien hacer referencia a la entrevista publicada ayer día 29 de diciembre en ABC de Sevilla al artista Manuel Lombo.

Resulta que Manuel Lombo ha publicado un disco de villancicos flamencos en el que hay un villancico "anti aborto". La referida entrevista, del todo "políticamente incorrecta", la titulaba ABC así:

"
Estoy en contra del aborto. ¿A cuántos genios habremos matado"

Manuel Lombo, que se declara católico en la entrevista, como podéis ver en el vídeo de más abajo canta y baila los villancicos cuan ángeles pintados por Murillo o Zurbarán. Ahí está el artista, católico de tablao derrochando gracia por los cuatro costaos, en presencia de los Rancapino, Remedios Amaya, Manuel, dos Carmona, el hijo de Valderrama y Dolores Abril, y un coro de flamencos con sangre de reyes.

Fijémonos en la letra que canta Manuel Lombo, que es una gloria:

"... José ha visto que su vara
de nardo está florecía
y azucenas en la cara
le florecen a María
el buey y la mula
le dan su calor
al Rey de los Cielos
que anoche nació..."


Y remata cantando el villancico de los pañales, tan gitano.



Con un ¡ole! para Manuel Lombo, despedimos este año deseando a nuestros lectores un venturoso 2010.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Feliz Navidad


El Foro Cristo de la Vera+Cruz os desea unas muy felices y santas fiestas de Navidad, en la paz y en la alegría de Jesús Niño recién nacido, y un año 2010 lleno de bendiciones del cielo.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Solemnidad de la Inmaculada Concepcion de María

En la víspera de la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, reproducimos a continuación esta carta que por tal motivo publicó en el pasado año 2008 nuestro Arzobispo D. Juan José Asenjo.

Queridos hermanos y hermanas:

El próximo lunes celebraremos con todo esplendor en nuestra Diócesis la solemnidad de la Inmaculada Concepción, dogma definido por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854. El núcleo del dogma proclamado en aquella fecha, que todos los católicos debemos creer, afirma que la Santísima Virgen, “fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano”.

La Concepción Inmaculada de María es una de las obras maestras de la Santísima Trinidad. En la plenitud de los tiempos, Dios Padre quiere preparar una madre para su Hijo, que se va a encarnar por obra del Espíritu Santo para nuestra salvación, para hacernos hijos adoptivos, para que seamos santos e irreprochables ante Él por el amor (Ef 1, 4-5). Y piensa en una madre que no tenga parte con el pecado, no contaminada por el pecado original y libre también de pecados personales, limpia y santa.

La Concepción Inmaculada de María es consecuencia de su maternidad divina. Nadie más que Jesús ha podido diseñar el retrato interior y exterior de su Madre y, por ello, pudo hacerla pura, hermosa y “llena de gracia” (Lc 1,18), como hubiéramos hecho cualquiera de nosotros si hubiera estado en nuestra mano elegir las cualidades de quien nos ha dado el ser. Este privilegio excepcional es el primer fruto de la muerte redentora de Cristo. Mientras el común de los mortales somos liberados del pecado original en el bautismo por el Misterio Pascual de Cristo muerto y resucitado, María es preservada del pecado aplicándosele anticipadamente los méritos de su sacrificio redentor. Aquí encontramos la razón de su plenitud de gracia, de la ausencia durante su peregrinación terrena de pecados personales y de cualquier desorden moral. Este es el fundamento también de los demás privilegios marianos, entre ellos su Asunción en cuerpo y alma al cielo. En María aparece de forma esplendorosa la victoria total de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte. En este sentido, María es la más redimida, el fruto más acabado y hermoso del sacrificio pascual de Cristo, la “redimida de modo eminente” como la califica el Concilio Vaticano II (LG 53).

Esta verdad, definida por el Papa Pío IX, es una de las que más hondamente han calado en el alma del pueblo cristiano, cuyo sentido de la fe, ya en los primeros siglos de la Iglesia, percibe a la Santísima Virgen como “la sin pecado”. La conciencia de que la Virgen fue concebida sin pecado original se traslada a la liturgia, a las enseñanzas de los Padres y de los teólogos. En el camino hacia la definición, pocas naciones han contraído tantos méritos como España. En el siglo XVI son muchas las instituciones, que hacen suyo el “voto de la Inmaculada”. Universidades, gremios y cabildos e incluso ayuntamientos juran solemnemente defender “hasta el derramamiento de su sangre” los privilegios marianos, especialmente el de la Inmaculada Concepción.

La conciencia de que María fue concebida sin pecado estalla en la época barroca, en la pluma de nuestros poetas, en los lienzos de nuestros pintores, en las tallas de nuestros escultores e imagineros y, sobre todo, en la devoción de nuestro pueblo. Por ello, no es extraño que en España se viviera con singular regocijo y alegría la definición dogmática por el Papa Pío IX. Nuestra Diócesis de Córdoba no queda a la zaga en la defensa del privilegio de la Concepción Inmaculada de María. A partir del Renacimiento, en su honor se erigen cofradías, se celebran fiestas religiosas y salen a la luz numerosas publicaciones que defienden la limpia Concepción. A mediados del siglo XVII, los Cabildos catedralicio y municipal de la ciudad y otros muchos ayuntamientos de la provincia se imponen la obligación de jurar la defensa de la doctrina de la Concepción Inmaculada de María en los actos de toma de posesión de sus cargos. Fruto de este fervor mariano son los cientos de cuadros y tallas bellísimos dedicados a la Inmaculada en la Catedral y en todas las Iglesias de la Diócesis, aspecto éste que llama poderosamente la atención de quienes venimos de otras latitudes geográficas.

La tradición inmaculista no debe perderse entre nosotros. Por ello, para estar a la altura de nuestros predecesores en la fe, vivamos con hondura la fiesta de la Inmaculada Concepción. Contemplemos largamente las maravillas obradas por Dios en nuestra Madre. Alabemos a la Santísima Trinidad por María, la obra más perfecta salida de sus manos. Felicitemos a la Virgen y, sobre todo, imitémosla luchando contra el pecado y viviendo en gracia de Dios. Pidamos a Dios, con la oración colecta de esta solemnidad que Él que preservó a María de todo pecado, nos conceda por su intercesión llegar a Él limpios de todas nuestras culpas.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición. Feliz domingo y feliz día de la Inmaculada.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Obispo de Córdoba
03/12/2008