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domingo, 4 de enero de 2015

Epifanía del Señor

El día 6 de enero los católicos celebramos la Epifanía del Señor. Como motivo de esta solemnidad, nuestro querido Arzobispo don Juan José Asenjo ha publicado la carta pastoral que puedes leer pulsando sobre el siguiente enlace: Epifanía del Señor

Al ser día de precepto, en la Parroquia de San Eutropio tendremos misa de víspera el día 5 a las 19:30h, y el día 6 a las 9h y a las 12h.






jueves, 29 de mayo de 2014

Confirmaciones en la Parroquia de San Eutropio

El siguiente relato figuradamente narrado por el padre de uno de ellos, está dedicado a todos los que mañana viernes, jóvenes y algunos con más años, van a recibir el sacramento de la Confirmación en la Parroquia de San Eutropio, en una ceremonia que celebrará nuestro querido Arzobispo, don Juan José Asenjo:

Mañana seré tu padrino de Confirmación. Estás en la flor de la vida, en plena juventud que desembarca en una madurez responsable, la misma madurez responsable que alguno de tus amigos que también serán confirmados, ya padres de familia.

Como padre me ha resultado muy emocionante haber visto cómo de manera espontánea quisiste apuntarte a la catequesis de Confirmación en la Parroquia y que, finalizada esa etapa, me pidieras que fuera tu padrino y que mañana viernes, en la festividad del rey San Fernando, a quien tanto debemos y a quien sabes que tanto admiro, me acerque contigo al altar para que, elegante con tu traje y tu corbata, y bajo la atenta mirada de nuestro Santo Patrón Eutropio, vea cómo te imponen el crisma mientras digo tu nombre y me vengan a la memoria tantos momentos que hemos vivido juntos.

Te recordaré de bebé, cuando te trajimos a bautizarte y te pusimos a las plantas de San Eutropio por primera vez.

Recordaré cuando eras un crío y te llevaba a la cama y rezaba contigo “Jesusito de mi vida”, con las misma palabras como yo lo había rezado también en mi infancia con tus abuelos, como tantos niños de tu edad hacían y como tantos niños siguen y seguirán rezando. Y cómo no acordarme de cuando le pedías al Niño Jesús que te ayudase a ser un niño bueno, bueno, bueno.

O cuando te enseñé a santiguarte y te explicaba que cuando hacías la señal de la Cruz en la frente era para borrar los malos pensamientos, en la boca para quitar las malas palabras y en el pecho para sacar del corazón los malos sentimientos. Y te susurraba al oído que cuando fueras mayor tú se lo enseñarías a tus hijos.

Te ayudaba a preparar la confesión, que lleno de nervios te costaba arrancar con el “Ave María Purísima, hace tanto tiempo que no me confieso...”, te acompañaba a la misa de los domingos y cuando creciste un poco más, ya te sentabas en misa con Mamá, con tu hermana y conmigo, y en familia nos acercábamos a comulgar.

Y ahora es tu decisión, tu responsabilidad, tu libertad bien ejercida, la que hace que este viernes nuestro Arzobispo te imponga las manos y te diga "Recibe por esta señal de la Cruz el don del Espíritu Santo".

Habrá quienes digan que no es más que un rito equivalente a una presentación en sociedad, o que se hace por inercia. Pero para nosotros los cristianos, es más, mucho más. Es un acto de libertad por el que te enfrentas a una decisión en relación con lo más íntimo, con tu fe, y decides comprometerte.

Libremente decides comprometerte y ejerces este acto de madurez. A partir de ahora tienes que saber que dispones de una libertad para usar tu cuerpo, tu mente y tu alma. Pero también asumes una responsabilidad. Precisamente en los tiempos de hoy, en unos momentos en los que la libertad es la reina y la responsabilidad es la gran ausente, tengo que decirte que estoy orgulloso de ti pero también tengo que decirte que ser libre es muy duro y que la responsabilidad inherente a la libertad de la que disfrutas te hará pagar precios a lo largo de su vida.

Como padre tengo la sensación de triunfo por haber llegado hasta aquí contigo y una vez más tengo que dar gracias a Dios por darme la oportunidad de dejarme disfrutar de este día.

Y como cristiano, es esperanzador ver a este grupo con el que te has preparado para la Confirmación con alegría y al que dan ganas de gritar: seguid trabajando en arreglar el mundo, permaneced firmes en la fe y pasad el testigo a vuestros hijos.

Que Dios os bendiga.

miércoles, 7 de mayo de 2014

Matricula a tus en clases de Religión

En el comienzo del plazo de reserva de plazas para los colegios de cara al próximo curso escolar, nuestro querido Arzobispo Mons. Asenjo ha defendido el derecho inalienable de los padres a elegir el tipo de educación que desean para sus hijos y ha salido al paso de quienes tratan de reducir la asignatura de Religión a un plano marginal. Tres de cada cuatro alumnos de la enseñanza pública han optado por esta asignatura.

El Arzobispo de Sevilla ha invitado a los padres de familia católicos a que matriculen a sus hijos en la clase de Religión, pues "una buena formación religiosa y moral es la mejor herencia que pueden dejarle a los hijos”.

Asimismo, Mons. Asenjo ha extendido esta invitación a los jóvenes que cursan bachillerato y que están en situación de optar por sí mismos. 

Como reconoce la Constitución Española, los padres tienen el derecho inalienable de elegir el tipo de educación que desean para sus hijos, sobre todo en el plano moral y religioso, derecho que los poderes públicos no pueden ni limitar ni suprimir sin incurrir en una arbitrariedad injustificable en un Estado democrático”. Es, por tanto, un derecho fundamental que garantiza la Constitución Española y los acuerdos suscritos entre España y la Santa Sede. 

Un derecho “sin recortes horarios o trabas que discriminan”

Subraya el arzobispo que los padres y los alumnos tienen derecho a que la enseñanza religiosa escolar se imparta “en condiciones análogas a las de las demás áreas, sin introducir limitaciones, recortes horarios o trabas que discriminan la impartición de esta enseñanza, que en ocasiones dan la impresión de querer asfixiarla, presentándola como si fuera una materia marginal y un peso añadido a la carga curricular”.

Destaca el hecho de que tres de cada cuatro alumnos de la enseñanza pública optan por la clase de religión, y sale al paso de quienes afirman que esta asignatura aporta un conocimiento cultural o histórico. El arzobispo señala que este argumento es válido pero no el único ni el más importante. Y en este sentido subraya que la asignatura de Religión procura “una sólida educación en los valores religiosos y morales”, y “brinda a los alumnos el encuentro con Cristo”

Al hilo de esto, mons. Asenjo afirma que “en el momento actual, cuando nuestra sociedad mira con preocupación la pérdida de valores morales y sociales de una parte de nuestra juventud (…), es más urgente que nunca ofrecer a nuestros niños y jóvenes una sólida educación en los valores religiosos y morales. Esto es lo que puede ofrecer la enseñanza religiosa en la escuela, dentro del horario escolar y con la metodología propia de la enseñanza académica”.

Fuente: www.archisevilla.org

miércoles, 9 de abril de 2014

Vivamos con hondura la Semana Santa

Con este título nuestro querido Arzobispo, don Juan José Asenjo, ha publicado su carta pastoral con fecha del próximo 13 de abril, Domingo de Ramos, y que por su interés reproducimos a continuación:

Vivamos con hondura la Semana Santa
 
Domingo, 13 de abril de 2014

 
Queridos hermanos y hermanas: Con la bendición de los ramos iniciamos hoy la Semana Santa del año 2014.  En ella vamos a actualizar el Misterio Pascual de Cristo muerto y resucitado. Un año más, la Iglesia nos invita a entrar de lleno en el misterio que constituye el centro y el corazón de nuestra fe, a seguir de cerca al Señor en su entrada triunfal en Jerusalén, a penetrarnos de los sentimientos de Cristo, que intuye las negras maquinaciones del sanedrín judío y la cobardía cómplice de las autoridades romanas.

La Iglesia nos invita a vivir con Jesús la angustia del prendimiento, el dolor acerbo de la flagelación, de la coronación de espinas y del camino hacia el Calvario, la soledad y el abandono del Padre en el árbol de la Cruz y también la alegría inefable de su resurrección en la mañana de Pascua florida.

Al anunciaros una vez más el acontecimiento cumbre de nuestra salvación, la Iglesia no busca solamente recordar un trascendente suceso del pasado, ni cantar únicamente las glorias de un ilustre personaje. Tampoco pretende excitar vuestro interés ante el dramatismo de una situación sin parangón. Sí busca implicaros en la epopeya de la Pasión del Señor. No huyáis de ella como hicieron cobardemente los Apóstoles. No os excluyáis de ella como quienes ven pasar a Jesús con indiferencia por la Vía Dolorosa o se contentan con contemplar con curiosidad el espectáculo de la Cruz.

En el momento cimero de la historia de la humanidad, junto a la Verónica y las mujeres de Jerusalén que lloran al paso de Jesús, hay dos personajes que viven con hondura suprema la Pasión del Señor. Me refiero a su madre, la Santísima Virgen, y al Apóstol Juan. Ellos nos marcan las únicas actitudes posibles en la vivencia intensa de la Pasión en esta Semana Santa. Ellos no huyen ni se esconden, ni se limitan a contemplar pasivamente el drama del Calvario. Unidos al corazón del Cristo doliente, le acompañan en su Viacrucis y permanecen valientemente en pie junto a la Cruz del Cristo agonizante. Que ellos, María y Juan, nos alienten y acompañen en nuestra inmersión intensa, cálida y comprometida en la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.

A lo largo de estos días, el único protagonismo corresponde a la cruz de nuestro Señor Jesucristo. Contempladla, miradla y meditad. En la contemplación del árbol de la cruz descubriréis la hondura del misterio que celebramos y aprenderéis hermosas lecciones que nos señalan el estilo de lo que debe ser nuestra vida. Yo os invito a descubrir en esta Semana Santa las motivaciones profundas del drama de la Pasión de Jesús. En su raíz está el amor de Dios, que no se contenta con acercarse a nosotros de múltiples modos a lo largo del A. T., sino que en la plenitud de los tiempos envía a su Hijo para salvar al hombre, necesitado de redención, convirtiéndose así "en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen" (Heb 5,9).

El profeta Isaías nos da la clave del drama de la Pasión y muerte de Cristo: el Señor muere por los pecados de todo hombre y de cada hombre: "Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores..., fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable vino sobre él, sus cicatrices nos curaron..." (Is 52,4-11). Y es que en la raíz del drama del Calvario está el pecado del mundo, el pecado que tiene nombres y apellidos, mis pecados y vuestros pecados, los pecados de todas las generaciones que nos han precedido y los de todas aquellas que nos sucederán. Todos ellos constituyen la historia más sórdida y negra de la humanidad.
 
Fotos: paradascofrade.blogspot.com
Permitidme que os invite a contemplar en estos días la cruz de Cristo con unción religiosa, con humildad y viva gratitud y, sobre todo, con dolor, compunción de corazón y verdadero espíritu de conversión a Dios y a nuestros hermanos. Ante el Cristo que reina desde el árbol de la cruz, permitidme también que os invite a abrir de par en par las puertas de nuestro corazón para que reine en nosotros y sea en verdad nuestro único Señor. Ante el rey soberano que entrega libremente su vida para nuestra salvación, entreguémosle con entera disponibilidad nuestra vida para que Él la llene y plenifique, para que Él la posea y oriente, para que Él la haga fecunda al servicio de su Reino.

Esto no será posible sin un clima de silencio, de mortificación, de oración cálida e intensa y de participación activa y gozosa primero en la liturgia y después en las manifestaciones de la piedad popular. Sólo así viviremos con autenticidad el Misterio Pascual que recrea, renueva  y transforma nuestras vidas. Este es mi deseo para todos vosotros mis lectores de cada semana y para todos los cristianos de la Archidiócesis en los umbrales de la Semana Mayor.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla

miércoles, 19 de marzo de 2014

Jornada por la Vida

El 25 de marzo es el día designado por la Conferencia Episcopal Española para celebrar la Jornada por la Vida, una fecha que nos recuerda que la vida humana tiene un valor sagrado que todos debemos reconocer, respetar y promover, porque es un don de Dios.

Con tal motivo, nuestro querido Arzobispo, mons. Asenjo, ha hecho pública una carta que se puede leer pulsando en el siguiente enlace: "Ante la Jornada por la Vida". 

La Jornada por la Vida quiere ser una invitación a orar y proclamar el valor sagrado de toda vida humana desde su comienzo en la fecundación hasta su final natural

Debemos adquirir un compromiso para anunciar a todos el Evangelio de la vida, de modo que podamos llegar a una sociedad que sustituya la cultura de la muerte que hoy impera por una cultura que acoja y promueva la vida.

Desde la Delegación de Familia y Vida de la Archidiócesis de Sevilla se han organizado una serie de actividades, en torno a la Jornada por la Vida 2014,  enmarcados dentro de la Semana por la Vida, que se celebrará del 21 al 27 de marzo. Más información, en la página web de la Archidiócesis.


domingo, 9 de marzo de 2014

La Cuaresma, tiempo de ayuno y solidaridad

Carta pastoral de nuestro querido Arzobispo, don Juan José Asenjo, en el inicio de la Cuaresma.

LA CUARESMA, TIEMPO DE AYUNO Y SOLIDARIDAD

Domingo, 09 de marzo de 2014

Queridos hermanos y hermanas: El pasado miércoles, con la bendición de la ceniza, comenzábamos el tiempo santo de Cuaresma, tiempo de gracia y salvación, en el que todos estamos invitados a convertirnos por el camino de las prácticas penitenciales, el silencio y el desierto, la oración más intensa, la limosna y el ayuno, del que el mejor paradigma y modelo es el Señor, que ayuna en el desierto durante cuarenta días y cuarenta noches (Mat 4,2).

Hemos de reconocer que el ayuno como práctica penitencial no está hoy en su mejor momento. Por ello, dedico esta carta semanal a reflexionar sobre el valor cristiano del ayuno y comienzo preguntándome qué sentido tiene para nosotros los cristianos privarnos de algo que en sí mismo es bueno para nuestro sustento. La Sagrada Escritura y la tradición cristiana enseñan que el ayuno es una gran ayuda para evitar el pecado y un medio para recuperar la amistad con el Señor. Por ello, la Palabra de Dios nos invita muchas veces a ayunar. Jesús nos da ejemplo ayunando en el desierto y rechazando el alimento ofrecido por el diablo. La práctica del ayuno está también muy presente en la primera comunidad cristiana y los Padres de la Iglesia hablan de la fuerza del ayuno, capaz de frenar el pecado, reprimir los deseos del "viejo Adán" y abrir en nuestro corazón el camino hacia Dios.

En nuestros días, la práctica del ayuno ha perdido relevancia desde la perspectiva ascética y espiritual. En muchos ambientes cristianos ha llegado incluso a desaparecer, incluso el ayuno y la abstinencia prescritos por la Iglesia en Cuaresma. Al mismo tiempo, ha ido acreditándose como una medida terapéutica conveniente para el cuidado del propio cuerpo y como fuente de salud. Siendo esto cierto a juicio de los expertos, para nosotros los cristianos el ayuno es una "terapia" para curar todo lo que nos impide conformarnos con la voluntad de Dios. El ayuno nos ayuda  a no vivir para nosotros mismos, sino para Aquél que nos amó y se entregó por nosotros y a vivir también para nuestros hermanos.

La Cuaresma que hemos iniciado hace cuatro días nos depara la oportunidad de recuperar el auténtico significado de esta antigua práctica penitencial, que nos ayuda a mortificar nuestro egoísmo, a romper con los apegos que nos separan de Dios, a controlar nuestros apetitos desordenados y a ser más receptivos a la gracia de Dios. El ayuno contribuye a afianzar nuestra conversión al Señor y a nuestros hermanos, a entregarnos totalmente a Dios y a abrir el corazón al amor de Dios y del prójimo, primer y sumo mandamiento de la nueva ley y compendio de todo el Evangelio.  El ayuno nos ayuda además a crecer en intimidad con el Señor. Así lo reconoce San Agustín en su pequeño tratado sobre “La utilidad del ayuno” cuando afirma: "Yo sufro, es verdad, para que Él me perdone; yo me castigo para que Él me socorra, para que yo sea agradable a sus ojos, para gustar su dulzura". La privación voluntaria del alimento material nos dispone interiormente para escuchar a Cristo y alimentarnos de su palabra de salvación. Con el ayuno y la oración más constante y dilatada en estos días de Cuaresma, el Señor sacia cumplidamente los anhelos más profundos del corazón humano, el hambre y la sed de Dios.

La práctica voluntaria del ayuno nos permite también caer en la cuenta de la tristísima situación en que viven muchos hermanos nuestros, casi un tercio de la humanidad, que se ven forzados a ayunar como consecuencia de la injusta distribución de los bienes de la tierra y de la insolidaridad de los países desarrollados. Desde la experiencia ascética del ayuno, y por amor a Dios, hemos de inclinarnos como el Buen Samaritano sobre los hermanos que padecen hambre, para compartir con ellos nuestros bienes. Y no sólo aquellos que nos sobran, sino también aquellos que estimamos necesarios, porque si el amor no nos duele es un amor engañoso. Con ello demostraremos que nuestros hermanos necesitados no nos son extraños, sino alguien que nos pertenece.

En la antigüedad cristiana se daba a los pobres el producto del ayuno. En la coyuntura social que estamos viviendo como consecuencia de la crisis económica, hemos de redescubrir y promover esta práctica penitencial de la primitiva Iglesia. Por ello, pido a las comunidades cristianas de la Diócesis, a los sacerdotes, consagrados, diáconos, seminaristas y laicos que, junto a las prácticas cuaresmales tradicionales, la oración, la escucha de la palabra de Dios, la mortificación y la limosna, intensifiquen el ayuno personal y comunitario, destinando a los pobres, a través de nuestra Caritas, aquellas cantidades que gracias al ayuno se puedan recoger.

Que la Santísima Virgen sostenga a toda la comunidad diocesana en el empeño de liberar nuestro corazón de la esclavitud del pecado, nos aliente en nuestra conversión al Señor y nos conceda una Cuaresma fructuosa y santa.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla


jueves, 5 de diciembre de 2013

Inmaculada Concepción de María

Celebra la Iglesia el 8 de diciembre la solemnidad de la Inmaculada Concepción, verdad definida como dogma de fe por el Beato Pío IX ese mismo día en el año 1854, al proclamar que la Santísima Virgen, "fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción".

Nuestro querido Arzobispo, don Juan José Asenjo, nos lo recuerda en la carta pastoral que con tal motivo ha publicado, en la que resume, además, la historia de la devoción a la Inmacula Concepción de la Virgen en nuestra Archidiócesis, y que se puede leer en el siguiente enlace: "La más hermosa tradición sevillana".

El domingo 8, día de la Pura y Limpia Concepción, en nuestra Parroquia de San Eutropio se celebrará misa solemne a las 11h en honor de la Santísima Virgen María en su misterio de la Inmaculada Concepción, organizada por el Grupo de Fieles de la Vera Cruz, y a la que toda la feligresía está llamada a participar.


domingo, 3 de noviembre de 2013

Cofrades bien formados

Nuestro querido Arzobispo, don Juan José Asenjo, ha dedicado su carta pastoral del domingo 3 de noviembre a las hermandades, resaltando especialmente la importancia de la formación en el seno de las mismas.



Cofrades bien formados

Queridos hermanos y hermanas: Dirijo esta carta semanal muy especialmente a los miembros de las Hermandades de la Archidiócesis, a los que manifiesto mi aprecio y afecto, con la conciencia de que estas instituciones brindan a los pastores de la Iglesia un ingente potencial religioso y evangelizador, pues son para muchos de sus miembros, lo mismo que la Iglesia, sacramento de Jesucristo, es decir, camino, medio e instrumento para el encuentro con Dios.

En este sentido, suscribo de corazón la afirmación del Papa Francisco en su encuentro con las Hermandades de todo el mundo el pasado 5 de mayo: en las Hermandades tiene la Iglesia un tesoro porque son un espacio de “encuentro con Jesucristo”.

Evocando mis encuentros con las Hermandades en sus cultos o en mi casa, quiero subrayar una vez más a los Hermanos Mayores, Juntas de Gobierno y Directores Espirituales, la esencial dimensión religiosa de estas corporaciones. En el comienzo del curso pastoral, quiero pedirles también que custodien con mimo sus mejores esencias, entre ellas la comunión con la Archidiócesis y la parroquia. Les pido además que mantengan con claridad y sin equívocos su clara identidad religiosa y que no consientan que la dimensión social o cultural, de suyo relativa y secundaria, prevalezca sobre lo que debe constituir el corazón de estas instituciones, que son, ante todo, asociaciones públicas de fieles con una finalidad muy clara, el culto, la santificación de sus miembros, el apostolado y el ejercicio de las obras de caridad. Os recuerdo la frase feliz del Papa Benedicto XVI en su encuentro con las Hermandades de Italia en el año 2006: “Las Hermandades son escuelas de vida cristiana y talleres de santidad”.  

Defender todo esto es servir a la verdad más auténtica y profunda de las Hermandades, mientras que permitir que estos valores se desvirtúen, es abrir la compuerta a la secularización interna, un mal fatal que todos hemos de tratar de conjurar. De poco servirían, queridos cofrades, vuestros cultos esplendorosos y la belleza de vuestras procesiones, si en vuestra vida asociativa la primera preocupación no es vuestra santificación, el amor a Jesucristo y a su santa Iglesia, la comunión fraterna, la unidad en el seno de la Hermandad y la comunión con los pobres. Estaríamos ante un enorme tinglado de cartón piedra, detrás del cual sólo existe el vacío.

Quiero insistir especialmente en esta carta en la importancia de la formación cofrade. Sólo se ama aquello que bien se conoce. Sólo podremos vivir con hondura nuestra vocación cristiana si conocemos el misterio y la persona de Jesucristo y las verdades capitales de la fe y de la moral cristianas. Os recuerdo el texto bien conocido del apóstol San Pedro, en el que pide a los cristianos, que viven en un mundo pagano y hostil, que "estén siempre dispuestos a dar razón de su esperanza a todo el que se la pidiere" (1 Ped 3,15). El mundo de hoy guarda muchas analogías con aquel al que debieron enfrentarse los primeros evangelizadores. En esta coyuntura se hace más necesaria que nunca la formación doctrinal sólida en las verdades de la fe. Con ella, junto con una intensa vida de oración y un esfuerzo sincero por ser santos, seremos capaces de vivir nuestra condición y misión de católicos en un mundo cada vez más refractario al Evangelio. Para dar razón de nuestra esperanza, necesitamos primero conocerla y estar convencidos de ella. Ciertamente la fe es un don gratuito que hemos recibido de Dios, pero esto no significa que haya de ser irracional y ciega. Debe ser una fe ilustrada y formada.

Desde hace décadas la cultura europea se está deslizando hacia una especie de apostasía silenciosa por parte del hombre autosuficiente, que vive como si Dios no existiera. Por ello, la Iglesia, hoy más que nunca, tiene el deber de anunciar al mundo que Jesucristo es su esperanza. En esta tarea, el apostolado de los laicos es insustituible. Su testimonio de fe es particularmente elocuente y eficaz, porque se da en la realidad diaria y en los ámbitos a los que un sacerdote no puede acceder o accede con dificultad. Un caso típico es la política, el mundo de la economía y del trabajo y la entera vida pública (CFL 42), ámbitos en los que los laicos deben dar un testimonio valiente de los valores cristianos.

En las manos de los responsables de las Hermandades y Cofradías de la Archidiócesis y, muy especialmente de los Hermanos Mayores, Directores espirituales y  Diputados de formación está aprovechar los muchos subsidios con que hoy contamos, especialmente el Itinerario de Formación Cristiana para Adultos, que ha publicado la Conferencia Episcopal Española. A ellos les incumbe organizar encuentros periódicos, charlas, conferencias o círculos de estudio para profundizar en los misterios de nuestra fe.

A todos os deseo un curso cofrade verdaderamente fecundo y santificador. Para vosotros y vuestras familias, y para mis lectores de cada domingo, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla

martes, 8 de octubre de 2013

Domund 2013

El próximo domingo 20 de octubre la Iglesia celebra la Jornada Mundial de la Propagación de la Fe, día conocido popularmente como DOMUND.

Con tal motivo, nuestro querido Arzobispo de Sevilla, don Juan José Asenjo, ha publicado la siguiente carta pastoral, que puedes leer pulsando sobre el siguiente enlace: carta pastoral DOMUND 2013.

Impliquémonos en la medida de nuestras posibilidades en esta campaña del Domund, rezando también por los misioneros, y participando con esmero en la colecta, que el Señor premiará con creces el esfuerzo.


jueves, 30 de mayo de 2013

"Sin miedo a hablar de Dios"

El arzobispo de Sevilla, mons. Juan José Asenjo, ha presidido esta mañana en la Catedral la misa con motivo del Corpus Christi.

En su homilía ha señalado, en relación a la adoración eucarística, que no nos cansemos de acudir a visitarlo, de doblar las rodillas para adorarlo, de pasar largas horas ante esta presencia estimulante y bienhechora.

Además de pedir a los fieles generosidad en la colecta que en el día de la solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo se realiza a favor de Cáritas Diocesana, ha animado a los fieles a no tener miedo a hablar de Dios ni a mostrar la Eucaristía como el mayor tesoro de la Iglesia.

Puedes leer la homilía completa en el siguiente enlace.



sábado, 6 de abril de 2013

Humano desde el principio (carta pastoral)


Carta pastoral de don Juan José Asenjo, del domingo 7 de abril.



Queridos hermanos y hermanas: 

En noviembre de 2007, la Conferencia Episcopal Española decidió instituir una Jornada específica por la Vida a celebrar todos los años el día 25 de marzo, fiesta de la Encarnación del Señor.

Pocas fechas son tan aptas, pues el misterio de la  Encarnación del Señor nos invita a considerar la grandeza y dignidad de la vida humana. En efecto, el Hijo de Dios comenzó su vida en la tierra en el seno de su Madre. Este misterio nos recuerda, pues, que la vida humana tiene un valor sagrado, que todos debemos reconocer, respetar y promover porque es un don de Dios. Al coincidir este año la fiesta de la Encarnación con el Lunes Santo, la Iglesia en España celebra la fiesta de la Encarnación y la Jornada de la Vida el lunes 8 de abril con el lema “Humano desde el principio”.

Son muchas las amenazas que se ciernen sobre la vida: el hambre, que padece un tercio de la humanidad; la violencia doméstica y la muerte de tantas mujeres a manos de aquellos con los que compartían su vida; los accidentes de tráfico, consecuencia muchas veces de la irresponsabilidad; las muertes en accidentes laborales, fruto en muchos casos de un liberalismo económico deshumanizado; la tragedia del SIDA que llena de dolor a muchas familias; las drogas, que roban la libertad y arrancan la vida de tantos jóvenes; la experimentación con embriones, muchos de los cuales son eliminados en el laboratorio; y sobre todo, el drama del aborto, que a su gravedad intrínseca, por ser la eliminación voluntaria de un ser humano, se une la tragedia de su aceptación sin pestañear por muchos conciudadanos nuestros en nombre del progreso y de la libertad de la mujer, una de las realidades más repulsivas de los últimos decenios, en opinión del filósofo Julián Marías.

Todavía está vigente en España la Ley de Salud Sexual y Reproductiva y de la Interrupción Voluntaria del Embarazo, que no es otra cosa que una liberalización total del aborto, considerado como un derecho de la mujer, mientras se conculcan los más elementales derechos del hijo que lleva en sus entrañas. Su carácter legal no le confiere el marchamo de moralidad, pues no todo lo que es legal es moral. El aborto es siempre una inmoralidad; no es progreso sino regresión. En realidad es un “crimen abominable”, como lo calificó el  Concilio Vaticano II. Esa misma calificación merece la eutanasia cuando lo que se busca es el acortamiento de una vida. 

Con la Jornada de la Vida, los Obispos españoles pretendemos que los católicos nos sensibilicemos ante este tema auténticamente mayor, y que tratemos de sensibilizar a aquellos conciudadanos nuestros que aceptan acríticamente el hecho del aborto, a los que tenemos que decir que más que un progreso, el aborto es siempre una regresión y el triunfo del más fuerte sobre el más débil. La Jornada quiere ser una invitación a las comunidades cristianas a orar y proclamar el valor sagrado de toda vida humana desde su comienzo en la fecundación hasta su ocaso  natural. De la oración debe brotar un compromiso decidido para anunciar a todos los que quieran escucharnos el Evangelio de la vida, de modo que paulatinamente vayamos sustituyendo la “cultura de la muerte” por una  cultura que acoja y promueva la vida. 

En las últimas décadas ha crecido, gracias a Dios, la conciencia de la dignidad sagrada de la persona humana, pero de modo selectivo. Todos abominamos de la tortura, la pena de muerte y la violencia contra las mujeres. Son muchos los voluntarios, sobre todo jóvenes, que se comprometen en el servicio a los pobres, aquí y en el Tercer Mundo. Todos sentimos la muerte de los trabajadores en accidentes laborales.  Dios quiera que vaya creciendo también nuestra conciencia de que la vida debe ser promovida, tutelada y defendida en todas sus fases. En este sentido, respaldo y aliento a las instituciones, confesionales o no, que promueven iniciativas a favor de la vida y que ayudan a las madres en circunstancias difíciles para que acojan generosamente el fruto de sus entrañas.

Ruego a los sacerdotes que en la eucaristía del lunes 8 de abril hablen del don sagrado de la vida y que organicen actos especiales de oración con esta intención. Ruego también a los catequistas, profesores de Religión y responsables de grupos y movimientos apostólicos que se impliquen en esta Jornada y que recuerden a todos que el derecho a la vida es el primer derecho fundamental. En diciembre de 2007, la Asamblea General de la ONU adoptó una resolución por la que se invitaba a los Estados miembros a instituir una moratoria en la aplicación de la pena de muerte. Dios quiera que llegue también el día en que el aborto sea suprimido de nuestras leyes y todos reconozcamos el inmenso y trágico error cometido en los siglos XX y XXI por la humanidad.   

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición. 

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla

domingo, 31 de marzo de 2013

El Señor ha resucitado, aleluya

Carta pastoral de nuestro querido Arzobispo, don Juan José Asenjo, en el Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor:

EL SEÑOR HA RESUCITADO, ALELUYA 
31, III, 2013

Queridos hermanos y hermanas:

Concluye la Semana Santa con la solemnidad de la Resurrección del Señor. La Iglesia, que ha estado velando junto al sepulcro de Cristo, proclama jubilosa en la Vigilia Pascual las maravillas que Dios ha obrado a favor de su pueblo desde la creación del mundo y a lo largo de toda la historia de la salvación. Canta, sobre todo, el gran prodigio de la resurrección de Jesucristo, del que las otras maravillas eran sólo pálida figura. Jesucristo, la luz verdadera que alumbra a todo hombre, que pareció apagarse en el Calvario, alumbra en este Domingo de Pascua con nuevo fulgor, disipando las tinieblas del mundo y venciendo a la muerte y al pecado. Jesucristo resucitado brilla hoy en medio de su Iglesia e ilumina los caminos del mundo y nuestros propios caminos.

La resurrección del Señor es el corazón del cristianismo. Nos lo dice abiertamente San Pablo: "Si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe... somos los más desgraciados de todos los hombres" (1 Cor 15,14-20). La resurrección del Señor es el pilar que sostiene y da sentido a toda la vida de Jesús y a nuestra vida. Ella es el hecho que acredita la encarnación del Hijo de Dios, su muerte redentora, su doctrina y los signos y milagros que la acompañan. La resurrección del Señor es también el más firme punto de apoyo de la vida y del compromiso de los cristianos, lo que justifica la existencia de la Iglesia, la oración, el culto, la piedad popular, nuestras tradiciones y nuestro esfuerzo por respetar la ley santa de Dios.

Para algunos, la resurrección de Jesús es una quimera, un hecho legendario o simbólico sin consistencia real. No sería otra cosa que la pervivencia del recuerdo y del mensaje del Maestro en la mente y en el corazón de sus discípulos. Gracias a las mujeres, que ven vacío el sepulcro del Señor, y a los numerosos testigos que a lo largo de la Pascua contemplan al Señor resucitado, nosotros sabemos que esto es verdad. La resurrección del Señor es el núcleo fundamental de la predicación de los Apóstoles. Ellos descubrieron la divinidad de Jesús y creyeron en Él, cuando le vieron resucitado. Hasta entonces se debatían entre brumas e inseguridades.

Ser cristiano consiste precisamente en creer que Jesús murió por nuestros pecados, que Dios lo resucitó para nuestra salvación y que, gracias a ello, también nosotros resucitaremos. Por ello, el Domingo de Pascua es la fiesta primordial de los cristianos, la fiesta de la salvación y el día por antonomasia de la felicidad y la alegría. La resurrección de Jesús es el triunfo de la vida, la gran noticia para toda la humanidad, porque todos estamos llamados a la vida espléndida de la resurrección.

La fe en la resurrección no ocupa hoy el centro de la vida de muchos cristianos. Precisamente por ello, nuestro mundo es tan pobre en esperanza. Lo revelan cada día no pocas noticias dramáticas. La resurrección del Señor, sin embargo, alimenta nuestra esperanza. Gracias a su misterio pascual, el Señor nos ha abierto las puertas del cielo y prepara nuestra glorificación. Los cristianos esperamos "unos cielos nuevos y una tierra nueva", en los que el Señor “enjugará las lágrimas de todos los ojos, donde no habrá ya muerte ni llanto, ni gritos, ni fatiga, porque el mundo viejo habrá pasado” (Apoc 21,4).

Esta esperanza debe iluminar todas las dimensiones y acontecimientos de nuestra vida. Para bien orientarla, tenemos que aceptar esta verdad fundamental: un día resucitaremos, lo que  quiere decir que ya desde ahora debemos vivir la vida propia de los resucitados, es decir, una vida alejada del pecado, del egoísmo, de la impureza y de la mentira; una vida pacífica,  honrada, austera, fraterna, cimentada en la verdad, la justicia, la misericordia, el perdón, la generosidad y el amor a nuestros hermanos; una vida, por fin, sinceramente piadosa, alimentada en la oración y en la recepción de los sacramentos.

La resurrección del Señor debe reanimar nuestra esperanza debilitada y nuestra confianza vacilante. Esta verdad original del cristianismo debe ser para todos los cristianos manantial de alegría y de gozo, porque el Señor vive y nos da la vida. Gracias a su resurrección, sigue siendo el Enmanuel, el Dios con nosotros, que tutela y acompaña a su Iglesia "todos los día hasta la consumación del mundo". Desde esta certeza, felicito a todas las comunidades de la Archidiócesis. Que el anuncio de la resurrección de Jesucristo os anime a vivir con hondura vuestra vocación cristiana. Así se lo pido a la Santísima Virgen, que hoy más que nunca es la Virgen de la Alegría. Que ella nos haga experimentar a lo largo de la Pascua y de toda nuestra vida la alegría y la esperanza por el destino feliz que nos aguarda gracias a la resurrección de su Hijo.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición. Feliz Pascua de Resurrección.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla


sábado, 23 de marzo de 2013

Para vivir una semana verdaderamente santa

Carta pastoral de don Juan José Asenjo, Arzobispo de Sevilla, del 22 de marzo de 2013:

Queridos hermanos y hermanas: Con la bendición de los ramos iniciamos en este domingo la Semana Santa del año 2013. En ella vamos a revivir el Misterio Pascual de Cristo muerto y resucitado. Nuestra Madre la Iglesia nos invita a entrar de lleno en el misterio que constituye el corazón de nuestra fe, a seguir de cerca al Señor en su entrada triunfal en Jerusalén, a penetrarnos de los sentimientos de Cristo, que intuye las negras maquinaciones del sanedrín judío y la cobardía cómplice de las autoridades romanas.

La Iglesia nos invita a vivir con el Señor la intimidad de la última Cena, la angustia del prendimiento, el dolor acerbo de la flagelación, la coronación de espinas y el camino hacia el Calvario, la soledad y el abandono del Padre en el árbol de la Cruz y también la alegría inefable de su resurrección en la mañana de Pascua florida.

Al revivir un año más los misterios centrales de nuestra fe, la Iglesia busca implicarnos en el drama de la Pasión del Señor. No huyáis de él como hicieron cobardemente los Apóstoles. No os excluyáis de él como quienes ven pasar a Jesús con indiferencia por la Vía Dolorosa o se contentan con contemplar con curiosidad el espectáculo de la Cruz. Es más que probable que muchos conciudadanos nuestros pasarán de largo ante la epopeya renovada de la Pasión del Señor, como tantos contemporáneos de Jesús se vendaron los ojos y se taparon los oídos para no comprometerse en el acontecimiento cumbre de la historia de la humanidad. Otros, sin embargo, -Dios quiera que nosotros nos contemos entre ellos- procurarán vivir en el silencio, la oración y el calor de la liturgia esta nueva Pascua del Señor, es decir, el nuevo paso del Señor junto a nosotros.

En el momento cumbre de la historia de la humanidad, junto a la Verónica y las mujeres de Jerusalén, hay dos personajes que viven con hondura suprema la Pasión del Señor: su madre, la Santísima Virgen, y al Apóstol San Juan. Ellos no huyen ni se esconden, ni se limitan a contemplar pasivamente el drama del Calvario. Unidos al corazón del Cristo doliente, le acompañan en su Viacrucis y permanecen valientemente en pie junto a la Cruz del Cristo agonizante. Que ellos, María y Juan, nos alienten y acompañen en nuestra inmersión intensa, cálida y comprometida en los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.

En su pasión redentora Jesús nos lo da todo: su cuerpo y su sangre hasta la última gota, que quedan para siempre entre nosotros en el sacramento de la Cena. Nos deja también su testamento y el mandamiento nuevo del amor y del servicio. Nos entrega a su Madre como Madre nuestra y nos da su vida entera. Le quedaba sólo su espíritu y, antes de morir, lo pone en manos del Padre, para que se lo devuelva a los tres días en la madrugada de la Pascua florida. Cincuenta días después, Él y su Padre lo entregarán a la Iglesia en la mañana de Pentecostés. El Espíritu era el broche de fuego que faltaba a la obra salvadora de Cristo, pues Él nos guía y dirige, nos sostiene y conforta, nos anima y alienta, vigoriza nuestra esperanza y da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios.

Este es el gran misterio que en esta Semana Santa estamos invitados a vivir con hondura, en actitud contemplativa, participando en las celebraciones litúrgicas de nuestras parroquias. Qué bueno sería que previamente nos preparáramos reconciliándonos con Dios y con nuestros hermanos en el sacramento de la penitencia, sacramento del perdón, de la paz y de la alegría. Que en estos días, busquemos espacios amplios para la oración y el silencio, para agradecer al Señor su inmolación voluntaria por nosotros y el sacramento de su cuerpo y de su sangre. Acompañemos también al Señor con recogimiento y sentido penitencial en las hermosas estaciones de penitencia de nuestros pueblos y ciudades, que primariamente son actos de piedad, de catequesis y evangelización, y también llamada a la conversión. Participemos en ellas con emoción, pero como complemento de una participación previa, activa y gozosa en las celebraciones litúrgicas del Triduo Pascual, que son el memorial de la Pascua del Señor.

Vamos a vivir un año más la Pascua, el paso del Señor de este mundo al Padre, que es al mismo tiempo el paso del Señor junto a nosotros, a la vera de nuestra vida, para transformarla, infundirle su hálito, recrearla, humanizarla y convertirla. El Señor está llamando ya a nuestra puerta. Abrámosle de par en par, de modo que quien resucita para la Iglesia y para el mundo en la Pascua florida, resucite también en nuestros corazones y en nuestras vidas. Sólo así experimentaremos la verdadera alegría de la Pascua.

Este es mi deseo para todos, con mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla

domingo, 3 de febrero de 2013

No hay justicia sin igualdad

Carta pastoral de don Juan José Asenjo, Arzobispo de Sevilla, con motivo de la Campaña contra el Hambre de Manos Unidas:


Manos Unidas nos invita un año más a la generosidad y a comprometernos eficazmente en la lucha contra el hambre.




viernes, 21 de diciembre de 2012

Feliz, santa y gozosa Nochebuena


El Foro Cristo de la Vera Cruz desea una felices y santas Pascuas a todos sus lectores, aprovechando la ocasión para difundir la felicitación que nos transmite nuestro querido Arzobispo, don Juan José Asenjo.

Y con el deseo de que en el año 2013 permanezca encendida la luz de la fe y de la esperanza.


domingo, 2 de diciembre de 2012

Adviento y algunas actividades

Comienza el Adviento. Os animamos a leer la carta pastoral que al respecto ha publicado nuestro querido Arzobispo, don Juan José Asenjo (Vivir con responsabilidad el Adviento) y al hilo de este nuevo tiempo litúrgico recordamos la entrada publicada el año pasado Corona de Adviento.

Por otra parte, reseñamos que ayer se celebró en Paradas la Operación Kilo, en la que se recogieron alimentos destinados a Cáritas por todas las calles de nuestro y que fue todo un éxito, tanto por la generosidad demostrada por nuestros vecinos como por numerosos colaboradores que participaron en la recogida, animados por el Consejo Local de Hermandades y Cofradías y con la participación de los grupos de formación de la Vera Cruz y de Nuestra Señora de los Remedios.

Cabe señalar que el grupo de formación de la Vera Cruz viene fomentando en este curso la colaboración con Cáritas Parroquial y desde la reunión de formación del pasado 23 de noviembre los asistentes están aportando  alimentos.

Por último, se informa de que al igual que en los años anteriores, el grupo de formación de la Vera Cruz será el encargado de organizar la misa de doce del día de la Inmaculada.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Día de Todos los Santos

Con motivo de la festividad de Todos los Santos, nuestro querido Arzobispo don Juan José Asenjo ha tenido a bien publicar la siguiente carta pastoral.

Ante la solemnidad de Todos los Santos

Queridos hermanos y hermanas: El próximo jueves, 1 de noviembre, celebraremos la solemnidad de Todos los Santos. Ya en los primeros siglos del cristianismo se celebraba una fiesta en honor de los mártires anónimos, cuyos nombres no figuraban en las actas martiriales.


Esta celebración adquiere mayor relevancia a principios del siglo VII, cuando el Papa Bonifacio IV traslada las reliquias de los mártires desde las Catacumbas a la basílica de Santa María de los Mártires, en el célebre Panteón romano. Por fin, en el año 835, el Papa Gregorio IV extiende esta conmemoración a todos los Santos y fija como fecha de su celebración el día 1 de noviembre.

El próximo día 1, celebraremos en una misma fiesta los méritos de todos los Santos. Honraremos a aquellos hermanos nuestros cuya santidad heroica ha sido reconocida oficialmente por la Iglesia y tienen un puesto en el calendario litúrgico. Pero honraremos especialmente a quienes no tienen ese privilegio, aquellos que de forma anónima, desde la sencillez de una vida poco significativa a los ojos del mundo, en la familia, el trabajo, la vida sacerdotal o religiosa han hecho de su vida una hermosa sinfonía de fidelidad al Señor y entrega a los hermanos, viviendo el ideal de las Bienaventuranzas. Todos ellos constituyen una "muchedumbre inmensa que nadie puede contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas", que está "en pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos" (Apoc 7,9). Entre ellos, es seguro que todos contamos con nuestros padres, , hermanos, familiares y amigos. Por ello, la solemnidad de Todos los Santos es una fiesta familiar.

En ella estamos invitados a dar gracias a Dios por "los frutos de santidad madurados en la vida de tantos hombres y mujeres que en cada generación y en cada época histórica han sabido acoger sin reservas el don de la Redención" (TMA 32). Damos gracias a Dios porque es Él en definitiva el origen y causa de su santidad, fruto de su misericordia y fidelidad, de su amor sin medida. Este es el caso también de tantos cristianos sencillos y anónimos, cuyos nombres sólo constan en el corazón de Dios y en cuyas vidas se manifiesta el triunfo de la gracia sobre la fragilidad humana. Por ello, en esta solemnidad damos honra y gloria a Cristo,  "corona de los mártires, de las vírgenes y de los confesores" y, por Él, al Padre que es "admirable siempre en sus santos".

La solemnidad de Todos los Santos es también una invitación a la alegría desbordante al contemplar la ciudad santa, la nueva Jerusalén, en la que eternamente alaba a Dios la asamblea festiva de todos los Santos nuestros hermanos. Unidos a ellos por los vínculos de una comunión invisible pero real, la llamada con toda propiedad comunión de los santos, su triunfo es nuestro triunfo y su victoria es ya en esperanza nuestra victoria. Ellos nos muestran el espléndido destino que nos aguarda y al que nos encaminamos alegres, guiados por la fe y gozosos por la gloria de los mejores hijos de la Iglesia, como cantaremos en  el prefacio de esta solemnidad.

La solemnidad de Todos los Santos nos invita también a dar  gracias a Dios por ser sus hijos, por tener una familia grande y magnífica, la Iglesia, a la que en su dimensión real y definitiva pertenecen también los santos y las benditas ánimas del Purgatorio, de las que haremos memoria el día 2 de noviembre ofreciéndoles nuestros sufragios. Damos también gracias a Dios, por tener un hogar en el que vivimos comunitariamente nuestra fe, apoyados y sostenidos por una auténtica comunidad de hermanos, iluminados por el testimonio de los santos que nos estimulan con su ejemplo y nos ayudan con su intercesión y cuyo triunfo nos hace experimentar anticipadamente el gozo de la posesión de Dios, cuya plenitud llegará cuando lo veamos "tal cual es".

La celebración de la solemnidad de Todos los Santos nos sitúa en el  corazón de la Iglesia. La santidad pertenece a su esencia más íntima. Por ello, todos estamos llamado a la santidad. "La Iglesia necesita hoy -escribió el Papa Pablo VI- el paso de los santos; pero santos de lo cotidiano", hombres y mujeres, jóvenes y adultos, padres y madres de familia, santos de lo sencillo, que encuentran su camino de santificación en la oración y la escucha de la Palabra de Dios, en la participación en los sacramentos, en el trabajo, la educación de sus hijos, la identificación de la propia voluntad con el querer de Dios, y en la ofrenda de la propia vida, abierta a las necesidades de los que sufren y comprometida en el apostolado y en la construcción de la nueva civilización del amor. A todo ello nos invitan los Santos, nuestros hermanos, en la hermosa fiesta que celebraremos el próximo jueves.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla


martes, 5 de junio de 2012

Corpus Christi, día de la Caridad

Con motivo de la festividad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, nuestro querido Arzobispo ha publicado la siguiente carta pastoral:





ALABADO SEA JESÚS SACRAMENTADO
 
 

domingo, 6 de mayo de 2012

Mayo, de María

Entramos en el mes de mayo, mes dedicado especialmente a la Virgen María. Con tal motivo, nuestro querido Arzobispo don Juan José Asenjo, ha dedicado a la Virgen María la primera de sus cartas pastorales de este mes.

Puedes leerla pulsando en este enlace: Mayo, mes de María.


lunes, 9 de abril de 2012

El Señor ha resucitado

Feliz Pascua de Resurrección a todos los lectores.

Con motivo de la Pascua, nuestro Arzobispo ha publicado una carta pastoral que puedes leer pulsando en este enlace.