Jesús, María y José,
en vosotros contemplamos
el esplendor del amor verdadero,
a vosotros nos dirigimos con confianza.
Sagrada Familia de Nazaret,
haz que también nuestras familias
sean lugares de comunión y cenáculos de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas Iglesias domésticas.
Sagrada Familia de Nazaret,
que nunca más en las familias se vivan experiencias
de violencia, cerrazón y división:
que todo el que haya sido herido o escandalizado
conozca pronto el consuelo y la sanación.
Sagrada Familia de Nazaret,
que el próximo Sínodo de los Obispos
pueda despertar en todos la conciencia
del carácter sagrado e inviolable de la familia,
su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús, María y José,
escuchad y atended nuestra súplica.
Amén.
Te alabamos, oh Cristo, y te bendecimos.
Pues por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
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viernes, 26 de diciembre de 2014
jueves, 29 de mayo de 2014
Confirmaciones en la Parroquia de San Eutropio
El siguiente relato figuradamente narrado por el padre de uno de ellos, está dedicado a todos los que mañana viernes, jóvenes y algunos con más años, van a recibir el sacramento de la Confirmación en la Parroquia de San Eutropio, en una ceremonia que celebrará nuestro querido Arzobispo, don Juan José Asenjo:
Mañana seré tu padrino de Confirmación. Estás en la flor de la vida, en plena juventud que desembarca en una madurez responsable, la misma madurez responsable que alguno de tus amigos que también serán confirmados, ya padres de familia.
Como padre me ha resultado muy emocionante haber visto cómo de manera espontánea quisiste apuntarte a la catequesis de Confirmación en la Parroquia y que, finalizada esa etapa, me pidieras que fuera tu padrino y que mañana viernes, en la festividad del rey San Fernando, a quien tanto debemos y a quien sabes que tanto admiro, me acerque contigo al altar para que, elegante con tu traje y tu corbata, y bajo la atenta mirada de nuestro Santo Patrón Eutropio, vea cómo te imponen el crisma mientras digo tu nombre y me vengan a la memoria tantos momentos que hemos vivido juntos.
Te recordaré de bebé, cuando te trajimos a bautizarte y te pusimos a las plantas de San Eutropio por primera vez.
Recordaré cuando eras un crío y te llevaba a la cama y rezaba contigo “Jesusito de mi vida”, con las misma palabras como yo lo había rezado también en mi infancia con tus abuelos, como tantos niños de tu edad hacían y como tantos niños siguen y seguirán rezando. Y cómo no acordarme de cuando le pedías al Niño Jesús que te ayudase a ser un niño bueno, bueno, bueno.
O cuando te enseñé a santiguarte y te explicaba que cuando hacías la señal de la Cruz en la frente era para borrar los malos pensamientos, en la boca para quitar las malas palabras y en el pecho para sacar del corazón los malos sentimientos. Y te susurraba al oído que cuando fueras mayor tú se lo enseñarías a tus hijos.
Te ayudaba a preparar la confesión, que lleno de nervios te costaba arrancar con el “Ave María Purísima, hace tanto tiempo que no me confieso...”, te acompañaba a la misa de los domingos y cuando creciste un poco más, ya te sentabas en misa con Mamá, con tu hermana y conmigo, y en familia nos acercábamos a comulgar.
Y ahora es tu decisión, tu responsabilidad, tu libertad bien ejercida, la que hace que este viernes nuestro Arzobispo te imponga las manos y te diga "Recibe por esta señal de la Cruz el don del Espíritu Santo".
Habrá quienes digan que no es más que un rito equivalente a una presentación en sociedad, o que se hace por inercia. Pero para nosotros los cristianos, es más, mucho más. Es un acto de libertad por el que te enfrentas a una decisión en relación con lo más íntimo, con tu fe, y decides comprometerte.
Libremente decides comprometerte y ejerces este acto de madurez. A partir de ahora tienes que saber que dispones de una libertad para usar tu cuerpo, tu mente y tu alma. Pero también asumes una responsabilidad. Precisamente en los tiempos de hoy, en unos momentos en los que la libertad es la reina y la responsabilidad es la gran ausente, tengo que decirte que estoy orgulloso de ti pero también tengo que decirte que ser libre es muy duro y que la responsabilidad inherente a la libertad de la que disfrutas te hará pagar precios a lo largo de su vida.
Como padre tengo la sensación de triunfo por haber llegado hasta aquí contigo y una vez más tengo que dar gracias a Dios por darme la oportunidad de dejarme disfrutar de este día.
Y como cristiano, es esperanzador ver a este grupo con el que te has preparado para la Confirmación con alegría y al que dan ganas de gritar: seguid trabajando en arreglar el mundo, permaneced firmes en la fe y pasad el testigo a vuestros hijos.
Que Dios os bendiga.
miércoles, 7 de mayo de 2014
Matricula a tus en clases de Religión
En el comienzo del plazo de reserva de plazas para los colegios de cara al próximo curso escolar, nuestro querido Arzobispo Mons. Asenjo ha defendido el derecho inalienable de los padres a elegir el tipo de educación que desean para sus hijos y ha salido al paso de quienes tratan de reducir la asignatura de Religión a un plano marginal. Tres de cada cuatro alumnos de la enseñanza pública han optado por esta asignatura.
El Arzobispo de Sevilla ha invitado a los padres de familia católicos a que matriculen a sus hijos en la clase de Religión, pues "una buena formación religiosa y moral es la mejor herencia que pueden dejarle a los hijos”.
Asimismo, Mons. Asenjo ha extendido esta invitación a los jóvenes que cursan bachillerato y que están en situación de optar por sí mismos.
Como reconoce la Constitución Española, los padres tienen el derecho inalienable de elegir el tipo de educación que desean para sus hijos, sobre todo en el plano moral y religioso, derecho que los poderes públicos no pueden ni limitar ni suprimir sin incurrir en una arbitrariedad injustificable en un Estado democrático”. Es, por tanto, un derecho fundamental que garantiza la Constitución Española y los acuerdos suscritos entre España y la Santa Sede.
Un derecho “sin recortes horarios o trabas que discriminan”
Subraya el arzobispo que los padres y los alumnos tienen derecho a que la enseñanza religiosa escolar se imparta “en condiciones análogas a las de las demás áreas, sin introducir limitaciones, recortes horarios o trabas que discriminan la impartición de esta enseñanza, que en ocasiones dan la impresión de querer asfixiarla, presentándola como si fuera una materia marginal y un peso añadido a la carga curricular”.
Destaca el hecho de que tres de cada cuatro alumnos de la enseñanza pública optan por la clase de religión, y sale al paso de quienes afirman que esta asignatura aporta un conocimiento cultural o histórico. El arzobispo señala que este argumento es válido pero no el único ni el más importante. Y en este sentido subraya que la asignatura de Religión procura “una sólida educación en los valores religiosos y morales”, y “brinda a los alumnos el encuentro con Cristo”.
Subraya el arzobispo que los padres y los alumnos tienen derecho a que la enseñanza religiosa escolar se imparta “en condiciones análogas a las de las demás áreas, sin introducir limitaciones, recortes horarios o trabas que discriminan la impartición de esta enseñanza, que en ocasiones dan la impresión de querer asfixiarla, presentándola como si fuera una materia marginal y un peso añadido a la carga curricular”.
Destaca el hecho de que tres de cada cuatro alumnos de la enseñanza pública optan por la clase de religión, y sale al paso de quienes afirman que esta asignatura aporta un conocimiento cultural o histórico. El arzobispo señala que este argumento es válido pero no el único ni el más importante. Y en este sentido subraya que la asignatura de Religión procura “una sólida educación en los valores religiosos y morales”, y “brinda a los alumnos el encuentro con Cristo”.
Al hilo de esto, mons. Asenjo afirma que “en el momento actual, cuando nuestra sociedad mira con preocupación la pérdida de valores morales y sociales de una parte de nuestra juventud (…), es más urgente que nunca ofrecer a nuestros niños y jóvenes una sólida educación en los valores religiosos y morales. Esto es lo que puede ofrecer la enseñanza religiosa en la escuela, dentro del horario escolar y con la metodología propia de la enseñanza académica”.
Fuente: www.archisevilla.org
Fuente: www.archisevilla.org
viernes, 10 de junio de 2011
Confirmación
El siguiente relato está dedicado a cuantos van a recibir el sacramento de la Confirmación el próximo domingo 12 de junio, a las 20 horas, en la Parroquia de San Eutropio, ceremonia que celebrará nuestro Obispo Auxiliar don Santiago. Esa misma tarde será reinagurado el Museo Parroquial, recientemente reformado.
Este domingo seré tu padrino de Confirmación. Estás en la flor de la vida, en plena juventud que desembarca en una madurez responsable.
Este domingo seré tu padrino de Confirmación. Estás en la flor de la vida, en plena juventud que desembarca en una madurez responsable.
Como padre me ha resultado muy emocionante haber visto cómo de manera espontánea quisiste apuntarte a la catequesis de Confirmación en la Parroquia y que, finalizada esa etapa, me pidieras que fuera tu padrino y que este domingo me acerque contigo al altar para que, elegante con tu traje y corbata y bajo la atenta mirada de nuetro Patrón San Eutropio, vea cómo te imponen el crisma mientras digo tu nombre y me vengan a la cabeza tantos momentos que hemos vivido juntos.
Te recordaré de bebé, cuando te traímos a bautizarte y te pusimos a las plantas de San Eutropio por primera vez.
Recordaré cuando siendo un crío te llevaba a la cama y rezaba contigo 'Jesusito de mi vida', con las misma palabras como yo lo había rezado también en mi infancia con tus abuelos, como tantos niños de tu edad hacían y como tantos niños siguen y seguirán rezando. Y cómo no acordarme de cuando le pedías al Niño Jesús que te ayudase a ser un niño bueno, bueno, bueno.
O cuando te enseñé a santiguarte y te explicaba que cuando hacías la señal de la Cruz en la frente era para borrar los malos pensamientos, en la boca para quitar las malas palabras y en el pecho para sacar del corazón los malos sentimientos. Y te susurraba al oído que cuando fueras mayor tú se lo enseñarías a tus hijos.
Te ayudaba a preparar la confesión, que lleno de nervios te costaba arrancar con el 'Ave María Purísima, hace tanto tiempo que no me confieso...', te acompañaba a la misa de los niños y cuando creciste un poco más ya te sentabas en misa con Mamá, con tu hermana y conmigo, y en familia nos acercábamos a comulgar.
Y ahora es tu decisión, tu responsabilidad, tu libertad bien ejercida, la que hace que este domingo nuestro Obispo Auxiliar don Santiago te imponga las manos y te diga "Recibe por esta señal de la Cruz el don del Espíritu Santo".
Habrá quienes digan que no es más que un rito de iniciación a la madurez, equivalente a una presentación en sociedad, a una puesta de largo, o a lo que hagan en las tribus cuando quieren hacer al muchacho ya hombre o aceptar que la chica ya está en edad fértil.
Pero para nosotros los cristianos es más, mucho más. Es el acto de libertad por el que un joven, por primera vez se enfrenta a una decisión en relación con lo más íntimo, con su fe, y decide comprometerse. Ese joven que decide libremente comprometerse ejecuta un acto de madurez. A partir de ahora tienes que saber que dispones de una libertad para usar tu cuerpo, tu mente y tu alma. Pero también asumes una responsabilidad. Precisamente en los tiempos de hoy, en unos momentos en los que la libertad es la reina y la responsabilidad es la gran ausente, tengo que decirte que estoy orgulloso de ti pero también tengo que decirte que ser libre es muy duro y que la responsabilidad inherente a la libertad de la que disfrutas te hará pagar precios a lo largo de su vida.
Como padre tengo la sensación de triunfo por haber llegado hasta aquí contigo (como ya hice con tu hermana) y una vez más tengo que dar gracias a Dios por darme la oportunidad de dejarme disfrutar de este día.
Y como cristiano, es esperanzador ver a este grupo con el que te has preparado para la Confirmación con alegría y al que dan ganas de gritar: seguid trabajando en arreglar el mundo, permaneced firmes en la fe y pasad el testigo a vuestros hijos.
Que Dios os bendiga.
lunes, 20 de septiembre de 2010
Esperanza
Dios es el Señor de la vida. Él es quien determina la existencia de cada hombre y con su providencia dirige y conserva su vida.
Esto tiene especial aplicación cuando se trata de una vida nacida de un matrimonio cristiano, vida que a su tiempo será enriquecida con el sacramento del bautismo, don de la misma vida divina.
Nuestros hermanos JM y O han aguardado con fe y Esperanza el momento del nacimiento de su hija, a la que, cooperando con el amor de Dios, amaban ya aun en el seno materno.
Al Señor, que los ha bendecido, le damos gracias por el feliz nacimiento de la niña que les ha concedido, por la salud de la que gracias a Él gozan la madre y la hija, por la serena alegría que con este nacimiento ha infundido en el corazón de todos y por todos los beneficios que nos otorga sin cesar.
Muchísimas felicidades para toda la familia por este don que habéis recibido. Que el Señor, en su advocación de Santísimo Cristo de la Vera Cruz, os bendiga siempre. Y que la misericordia de Dios todopoderoso, la paz de su Hijo único Jesucristo, la gracia y el consuelo del Espíritu Santo, os protejan siempre en la vida, para que caminando a la luz de la fe alcancéis los bienes prometidos.
Esto tiene especial aplicación cuando se trata de una vida nacida de un matrimonio cristiano, vida que a su tiempo será enriquecida con el sacramento del bautismo, don de la misma vida divina.
Nuestros hermanos JM y O han aguardado con fe y Esperanza el momento del nacimiento de su hija, a la que, cooperando con el amor de Dios, amaban ya aun en el seno materno.
Al Señor, que los ha bendecido, le damos gracias por el feliz nacimiento de la niña que les ha concedido, por la salud de la que gracias a Él gozan la madre y la hija, por la serena alegría que con este nacimiento ha infundido en el corazón de todos y por todos los beneficios que nos otorga sin cesar.
Muchísimas felicidades para toda la familia por este don que habéis recibido. Que el Señor, en su advocación de Santísimo Cristo de la Vera Cruz, os bendiga siempre. Y que la misericordia de Dios todopoderoso, la paz de su Hijo único Jesucristo, la gracia y el consuelo del Espíritu Santo, os protejan siempre en la vida, para que caminando a la luz de la fe alcancéis los bienes prometidos.
(A JMMN por el nacimiento de su hija Esperanza)
miércoles, 27 de mayo de 2009
Carta a mi hijo de pocas semanas
La Iglesia defiende la vida humana en todas sus fases de desarrollo, desde su concepción hasta su muerte natural. Recientemente hemos escuchado barbaridades tales como que un feto de trece semanas es un ser vivo, pero no un ser humano (¿de qué especio, si no?). A este respecto, tenemos a bien hacernos eco de la carta a su hijo de pocas semanas, de Ángel Pérez Guerra, que hoy publica ABC de Sevilla.
¿Recuerdas? Fue en Gerona, en el hospital de San Juan de Dios, un tenso domingo de julio (yo tenía treinta y tantos años). La señal de alarma había saltado horas antes en la frontera, donde al fin conseguimos hacer noche en un hotel, tras peregrinar inútilmente por los de los contornos bajo un aguacero infernal. Al volver del autoservicio con unos zumos y unos bocadillos, tu madre me dijo que había manchado. La desolación se apoderó de mí. A más de mil kilómetros de casa, a punto de entrar en Francia, con un niño de cinco años y mi mujer embarazada, amenazando aborto. Fue muy duro, y tan lejos de casa.
Hicimos cuanto pudimos por salvar tu vida. Le pedimos a la Guardia Civil que nos dejara dar la vuelta por la mediana, en el mismo control, y acudimos al hospital de Asisa más cercano. Gerona me pareció una ciudad fantasma, pero nos atendieron con dulzura. Allí fue donde te conocí. Sin duda tenías menos de trece semanas, pero el milagro ya estaba en marcha. Llevaré toda mi vida (aquí y en el otro mundo) la imagen de tu corazón latiendo. Era como un leve martilleo insistente, impaciente, tenaz; como unas palmaditas, como el tic-tac de un reloj que me dio la vida. Fue, junto con la primera imagen de tus hermanos, el momento más feliz de mi vida. Pero fue fugaz.
Salimos de allí con un inenarrable sentimiento de gratitud. Primero al Cielo, que nos daba un hijo (o hija, nunca lo sabré). Y después a aquellos profesionales que nos habían permitido conocerte a través de la técnica. Volvimos, sin prisas pero sin pausas, a Castilleja, con aquella imagen ecográfica en tiempo real palpitando dentro de nosotros. Nuestra obsesión era el reposo. Francia podía esperar, y San Pedro de Rodas, que no habíamos podido ver aquella tarde por mor del horario, también. Lo más importante es que tú vivías y venías a nuestros brazos.
Pero los renglones torcidos se interpusieron. No se me borra aquella expresión de tu madre al volver del ginecólogo. Te fuiste con mucho menos de trece semanas, y la herida no se cierra nunca. Cada vez que pido por las almas de mis familiares y amigos difuntos, ahí estás tú, con tu corazoncito pujando por vivir, aplaudiendo el don de existir. Ahora dicen que no eras un ser humano. Puede que engañen a mucha gente; a mí es imposible que me arrastren, porque yo te vi jugar con tu sangre sobre la superficie del ecógrafo. Doy gracias a Dios por haberme dado la oportunidad de conocerte, hijo mío. Y aunque el tiempo pasa con el implacable tic-tac del reloj, tú sabes que no te olvido, que para mí el único reloj que existe es el que vi aquel día en el hospital gerundense de San Juan de Dios, y que espero encontrarme contigo cuando el Creador lo disponga.
Ángel Pérez Guerra
ABC de Sevilla, 27-05-2009
¿Recuerdas? Fue en Gerona, en el hospital de San Juan de Dios, un tenso domingo de julio (yo tenía treinta y tantos años). La señal de alarma había saltado horas antes en la frontera, donde al fin conseguimos hacer noche en un hotel, tras peregrinar inútilmente por los de los contornos bajo un aguacero infernal. Al volver del autoservicio con unos zumos y unos bocadillos, tu madre me dijo que había manchado. La desolación se apoderó de mí. A más de mil kilómetros de casa, a punto de entrar en Francia, con un niño de cinco años y mi mujer embarazada, amenazando aborto. Fue muy duro, y tan lejos de casa.
Hicimos cuanto pudimos por salvar tu vida. Le pedimos a la Guardia Civil que nos dejara dar la vuelta por la mediana, en el mismo control, y acudimos al hospital de Asisa más cercano. Gerona me pareció una ciudad fantasma, pero nos atendieron con dulzura. Allí fue donde te conocí. Sin duda tenías menos de trece semanas, pero el milagro ya estaba en marcha. Llevaré toda mi vida (aquí y en el otro mundo) la imagen de tu corazón latiendo. Era como un leve martilleo insistente, impaciente, tenaz; como unas palmaditas, como el tic-tac de un reloj que me dio la vida. Fue, junto con la primera imagen de tus hermanos, el momento más feliz de mi vida. Pero fue fugaz.
Salimos de allí con un inenarrable sentimiento de gratitud. Primero al Cielo, que nos daba un hijo (o hija, nunca lo sabré). Y después a aquellos profesionales que nos habían permitido conocerte a través de la técnica. Volvimos, sin prisas pero sin pausas, a Castilleja, con aquella imagen ecográfica en tiempo real palpitando dentro de nosotros. Nuestra obsesión era el reposo. Francia podía esperar, y San Pedro de Rodas, que no habíamos podido ver aquella tarde por mor del horario, también. Lo más importante es que tú vivías y venías a nuestros brazos.
Pero los renglones torcidos se interpusieron. No se me borra aquella expresión de tu madre al volver del ginecólogo. Te fuiste con mucho menos de trece semanas, y la herida no se cierra nunca. Cada vez que pido por las almas de mis familiares y amigos difuntos, ahí estás tú, con tu corazoncito pujando por vivir, aplaudiendo el don de existir. Ahora dicen que no eras un ser humano. Puede que engañen a mucha gente; a mí es imposible que me arrastren, porque yo te vi jugar con tu sangre sobre la superficie del ecógrafo. Doy gracias a Dios por haberme dado la oportunidad de conocerte, hijo mío. Y aunque el tiempo pasa con el implacable tic-tac del reloj, tú sabes que no te olvido, que para mí el único reloj que existe es el que vi aquel día en el hospital gerundense de San Juan de Dios, y que espero encontrarme contigo cuando el Creador lo disponga.
Ángel Pérez Guerra
ABC de Sevilla, 27-05-2009
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