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domingo, 9 de marzo de 2014

Meditación sobre las Tentaciones del diablo a Jesús

Breve y muy buena reflexión del sacerdote Santiago González sobre el Evangelio del primer domingo de Cuaresma, de las tentaciones del diablo a Jesucristo, y cómo el diablo nos tienta hoy en día.

Meditación sobre las Tentaciones del diablo a Jesús

Al iniciarse la Cuaresma nos encontramos en la Santa Misa dominical con el Evangelio de las Tentaciones del diablo a Jesús. Y para que nos sea de provecho espiritual, y no solo de exégesis bíblica, podríamos hacer un paralelismo de las tres tentaciones que Satanás propone a Nuestro Redentor, con las tres grandes tentaciones que recibimos HOY los cristianos desde el materialismo pagano y el modernismo teológico. Veamos cada una de forma meditada:

1: El diablo propone a Jesús que para saciar su hambre convierta piedras en pan. Esta es la tentación del voluntarismo. Es decir: que secularicemos totalmente la fe, que convirtamos la Iglesia en una ONG de fachada religiosa pero de contenido solo social, que basemos nuestra vida cristiana en la acción por la propia voluntad. O sea: eliminar la FE de nuestra vida y llegar a creer que todo lo hacemos por nuestras cualidades. Esta tentación lleva al cristiano (que cae en ella) a despreciar la oración, los sacramentos, la catequesis….y a cifrarlo todo en la actividad que se evalúa por los resultados visibles. Esta tentación hace creer que el cristiano es salvador de si mismo, y convierte a Cristo en un mero referente histórico.

2: El diablo propone a Jesús que se lance por un barranco sin miedo alguno, ya que los ángeles le protegerán. Esta es la tentación inversa a la anterior: es la tentación del “espiritualismo”. Es decir: que desencarnemos la fe de tal modo convirtiendo la Iglesia en una especie de “magia carismática” donde todo está hecho por el Espíritu Santo y el cristiano solo precisa creer y dejar que Dios lo arregle todo. Es la tentación de “meterse a Dios en el bolsillo”……del “haga lo que haga estoy salvado porque Dios es bueno y misericordioso”…..¿A que les suena esto?……….es la tentación de base protestante y muy inoculada en posturas pietistas de la cristiandad. Esta tentación anula todo esfuerzo moral del cristiano y droga la conciencia en el peor de los engaños.

3: El diablo propone a Jesús que lo adore a cambio de poder temporal. Esta es la tentación más visible de la cultura posmoderna: la idolatría, es decir: sustituir a Dios en nuestro corazón por los afanes materiales y superficiales que dan gusto a los sentidos y embotan de soberbia el corazón. El cristiano aparca a Dios como mero apéndice “emotivo” y adora a ídolos pasajeros: el dinero, el sexo, el poder, la fama, la imagen, el YO mismo……; esta última tentación otorga al corazón una felicidad efímera y lo endurece gradualmente hasta dejarlo vacío de sensibilidad espiritual.

Hagamos al inicio de la cuaresma un examen hondo de conciencia: ¿cómo respondo yo a cada una de esas tentaciones?…y tratemos de caminar contra las mismas de manera que:

- Sea consciente de la necesidad de la oración y la vida sacramental (confesión y eucaristía sobre todo) como sostén de todos los ámbitos de la vida humana

- Asumir nuestra tarea de ser “instrumentos” en manos de Dios que no pueden ser pasivos sino activos, sabiendo que Dios nos regala la salvación pero nosotros hemos de aceptarla con nuestras obras y no solo con la fe, y que podemos perderla para siempre si nos alejamos de Dios

- Tener a Dios en nuestro corazón y, desde Él, sentirnos administradores, y no dueños, de los bienes materiales que nunca han de sustituir a Dios en nuestra alma

Comencemos este tiempo de Cuaresma con verdadero espíritu de conversión, haciendo un sincero examen de conciencia.




domingo, 22 de septiembre de 2013

Porque por amor me hieres...

¡Bendito seas, Señor,
por tu infinita bondad;
porque pones con amor
sobre espinas de dolor
rosas de conformidad! 

¡Qué triste es mi caminar!
Llevo en el pecho escondido
un gemido de pesar,
y en mis labios un cantar
para esconder mi gemido.

Tú sólo, Dios y Señor,
Tú, que por amor me hieres;
Tú, que con inmenso amor,
pruebas con mayor dolor
a las almas que más quieres,

Tú sólo lo has de saber;
que sólo quiero contar
mi secreto padecer
a quien lo ha de comprender
y lo puede consolar.

¡Bendito seas, Señor,
por tu infinita bondad,
porque pones con amor,
sobre espinas de dolor,
rosas de conformidad!

Será el dolor que viniere
en buena hora recibido.
Venga, pues que Dios lo quiere...
¿Qué me importa verme herido
si es mi Dios el que me hiere?

Yo no me quejo, Señor;
yo sé que es goce el dolor
si se sufre por amar,
y el padecer es gozar
si se padece de amor.

Yo quiero sufrir, Señor;
quiero por amor gozar
la dulzura del dolor;
quiero hacer mi vida altar
de un sacrificio de amor.

Vivir sin penas de amores
es triste vivir sombrío,
como el del agua de un río
que, sin árboles ni flores,
va por un campo baldío.

Vida, la falsa alegría
yo no te envidio, que el día
que fuere mi vida así
temblando de horror diría:
¡Dios se ha olvidado de mí!.

No huyáis penas y dolores
con flaqueza de cobarde,
ni busquéis falsos amores,
que mueren, como las flores,
en el morir de la tarde.

Saber sufrir y tener
el alma recia y curtida
es lo que importa saber;
la ciencia de padecer,
es la ciencia de la vida.

Por eso, Dios y Señor,
porque por amor me hieres,
porque con inmenso amor
pruebas con mayor dolor
a las almas que más quieres;

porque sufrir es curar
las llagas del corazón;
porque sé que me has de dar
consuelo y resignación
a medida del pesar;

por tu bondad y tu amor,
porque lo mandas y quieres,
porque es tuyo mi dolor...,
¡bendita sea, Señor,
la mano con que me hieres!

José María Pemán           
(1897-1981)

martes, 4 de octubre de 2011

Reflexión: carta de Santo Tomás Moro antes de ser decapitado

“Me pongo totalmente en manos de Dios con absoluta esperanza y confianza”

De una carta de Santo Tomás Moro, escrita en la cárcel a su hija Margarita, antes de ser decapitado por orden del Rey Enrique VIII, el día 6 de julio de 1535:

“Aunque estoy bien convencido, mi querida Margarita, de que la maldad de mi vida pasada es tal que merecería que Dios me abandonase del todo, ni por un momento dejaré de confiar en su Inmensa Bondad. Hasta ahora, su Gracia Santísima me ha dado fuerzas para postergarlo todo: las riquezas, las ganancias y la misma vida, antes que prestar juramento en contra de mi conciencia; hasta ahora, ha inspirado al mismo Rey la suficiente benignidad para que no pasara de privarme de la libertad (y, por cierto, que con esto solo su Majestad me ha hecho un favor más grande, por el provecho espiritual que de ello espero sacar para mi alma, que con todos aquellos honores y bienes de que antes me había colmado). Por esto, espero confiadamente que la misma Gracia Divina continuará favoreciéndome, no permitiendo que el Rey vaya más allá, o bien dándome la fuerza necesaria para sufrir lo que sea con paciencia, con fortaleza y de buen grado.

Está mi paciencia, unida a los méritos de la dolorosísima Pasión del Señor (infinitamente superior en todos los aspectos a todo lo que yo pueda sufrir), mitigará la pena que tenga que sufrir en el Purgatorio y, gracias a su Divina Bondad, me conseguirá más tarde un aumento premio en el Cielo.

No quiero, mi querida Margarita, desconfiar de la Bondad de Dios, por más débil y frágil que me sienta. Más aún, si a causa del terror y el espanto viera que estoy ya a punto de ceder, me acordaré de San Pedro, cuando, por su poca fe, empezaba a hundirse por un solo golpe viento, y haré lo que él hizo. Gritaré a Cristo: Señor, sálvame. Espero que entonces Él, tendiéndome la mano, me sujetará y no dejará que me hunda.

Y, si permitiera que mi semejanza con Pedro fuera aún más allá, de tal modo que llegara a la caída total y a jurar y perjurar (lo que Dios, por Su Misericordia, aparte lejos de mí, y haga que una tal caída redunde más bien en perjuicio que en provecho mío), aún en este caso espero que el Señor me dirija, como a Pedro, una mirada llena de misericordia y me levante de nuevo, para que vuelva a salir en defensa de la verdad y descargue así mi conciencia, y soporte con fortaleza el castigo y la vergüenza de mi anterior negación.

Finalmente, mi querida Margarita, de lo que estoy cierto es de que Dios no me abandonará sin culpa mía. Por esto, me pongo totalmente en Manos de Dios con absoluta esperanza y confianza. Si a causa de mis pecados permite mi perdición, por lo menos Su Justicia será alabada a causa de mi persona. Espero, sin embargo, y lo espero con toda certeza, que Su Bondad Clementísima guardará fielmente mi alma y hará que sea Su Misericordia, más que su Justicia, lo que se ponga en mí de relieve.

Ten, pues, buen ánimo, hija mía, y no te preocupes por mí, sea lo que sea que me pase en este mundo. Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que Él quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad lo mejor”.