lunes, 28 de noviembre de 2011

Corona de Adviento

Hemos comenzado el año litúrgico (ciclo B) y con él el tiempo de Adviento en el que nos preparamos para celebrar la encarnación del Verbo, el nacimiento de Jesús.

En las misas de este primer domingo de Adviento pudimos ver en el altar una corona con cuatro velas, que al comienzo de la misa fue bendecida y encendida una de sus velas.

Una corona como símbolo sobre las cabezas, ya sea vegetal o de ricos metales y piedras, expresa elevación y poder y es atributo de los que han triunfado. Pensemos por ejemplo en las coronas de los reyes y emperadores o en las coronas de los deportistas.

La corona de Adviento situada en el altar mayor de la parroquia está formada por un círculo de hojas verdes perennes y lleva insertadas cuatro velas de diferentes colores: verde, morada, blanca y roja.

Cada domingo de Adviento una vela nos va a recordar la cercanía de la Navidad.

El origen de las coronas de Adviento se remonta a las costumbres pre cristianas de los germanos, quienes en las noches frías de diciembre colectaban coronas de ramas verdes y encendían fuegos como señal de esperanza en la venida de la primavera, representando una rogativa al sol que regresará con su luz y calor.

La corona de Adviento es un ejemplo de la cristianización de la cultura. Lo viejo ahora toma un nuevo y pleno contenido en Cristo. Cristo vino para hacer todas las cosas nuevas (Ap. 21, 5).

Los cristianos supieron apreciar la enseñanza de Jesús: “Yo soy la luz del mundo. El que me siga no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida” (Jn 8, 12). 

Nosotros, unidos a Jesús, también somos luz: “Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña” (Mt 5, 14).

En el siglo XVI católicos y protestantes alemanes usaban la corona con velas para celebrar el Adviento. Jesús es la luz que ha venido, que está con nosotros y que vendrá con gloria, y las velas anticipan la venida de la luz en la Navidad: Jesucristo.

Las ramas con hojas verdes perennes recuerdan que Jesús es la vida eterna. Cristo está vivo entre nosotros.

Y el círculo, como figura geométrica perfecta, significa que Dios no tiene principio ni fin. Representa la unidad y eternidad de Dios.

En este primer domingo de Adviento fue bendecida la corona y se encendió la primera vela, la verde. 

En el segundo domingo, se encenderán dos velas: la verde y la morada. 

El tercer domingo de Adviento, las velas verde, morada y blanca. 

Y en la cuarta semana se encenderán ya todas las velas: verde, morada, blanca y roja.
 

jueves, 17 de noviembre de 2011

Donar sangre es regalar vida

Donar sangre es regalar vida. Con estas palabras titula Mons. Asenjo la carta pastoral de este domingo, que pretende mentalizar y sensibilizar a la sociedad sobre la importancia de donar sangre (leer carta pastoral).

En palabras de nuestro Arzobispo, para la Iglesia donar sangre es un acto supremo de caridad, una forma excelente de fraternidad y de amor auténtico. Todos, creyentes o no, deberíamos donar sangre periódicamente, si nuestra salud nos lo permite.

El mismo Benedicto XVI nos alentaba recientemente al saludar cordialmente a todos los donantes e invitar a los jóvenes a seguir su ejemplo.

En este contexto, desde la Parroquia de San Eutropio el grupo de formación de la Vera Cruz ha adquirido el compromiso con el Centro Regional de Transfusión Sanguínea de Sevilla de colaborar activamente en las campañas de donación de sangre en Paradas, ayudando en la organización de las donaciones.

La próxima donación de sangre en Paradas será el jueves 1 y viernes 2 de diciembre, en el salón parroquial, y desde aquí nos unimos a la invitación de nuestro Arzobispo y del Santo Padre y animamos a todas aquellas personas que les sea posible a que en esos días (horario de tarde) se acerquen a la parroquia para regalar vida a quienes la necesitan.


sábado, 12 de noviembre de 2011

Nota ante las elecciones generales de 2011

Se reproduce a continuación la nota publicada por la Comisión Permente de la Conferencia Episcopal Española:


Nota ante las elecciones generales de 2011

1. El próximo día 20 de noviembre estamos todos convocados a las urnas. Con este motivo, los obispos ofrecemos a los católicos y a cuantos deseen escucharnos algunas consideraciones que ayuden al ejercicio responsable del deber de votar. Es nuestra obligación de pastores de la Iglesia orientar el discernimiento moral para la justa toma de decisiones que afectan a la realización del bien común y al reconocimiento y la tutela de los derechos fundamentales, como es el caso de las elecciones generales.

2. En su discurso sobre los fundamentos del derecho, pronunciado el mes pasado ante el Parlamento federal de Alemania, el Papa recordaba que “el cristianismo nunca ha impuesto al Estado y a la sociedad un derecho revelado, un ordenamiento jurídico derivado de una revelación. Se ha referido, en cambio, a la naturaleza y a la razón como verdaderas fuentes del derecho [...], la razón abierta al lenguaje del ser”. Nosotros hacemos nuestras consideraciones desde ese horizonte de los fundamentos prepolíticos del derecho, sin entrar en opciones de partido y sin pretender imponer a nadie ningún programa político. Cada uno deberá sopesar, en conciencia, a quién debe votar para obtener, en conjunto, el mayor bien posible en este momento.

3. No se podría hablar de decisiones políticas morales o inmorales, justas o injustas, si el criterio exclusivo o determinante para su calificación fuera el del éxito electoral o el del beneficio material. Esto supondría la subordinación del derecho al poder. Las decisiones políticas deben ser morales y justas, no sólo consensuadas o eficaces; por tanto, deben fundamentarse en la razón acorde con la naturaleza del ser humano. No es cierto que las disposiciones legales sean siempre morales y justas por el mero hecho de que emanen de organismos políticamente legítimos.

4. En concreto, como ha señalado el Papa en agosto, aquí en Madrid, la recta razón reconoce que hemos sido creados libres y para la libertad, pero que no actúan de modo conforme con la verdadera libertad quienes “creyéndose dioses, piensan no tener necesidad de más raíces y cimientos que ellos mismos; desearían decidir por sí solos lo que es verdad o no, lo que es bueno o malo, lo justo o lo injusto; decidir quién es digno de vivir o puede ser sacrificado en aras de otras preferencias; dar a cada instante un paso al azar, sin rumbo fijo, dejándose llevar por el impulso de cada momento”.

5. Por todo ello, hemos de llamar de nuevo la atención sobre el peligro que suponen determinadas opciones legislativas que no tutelan adecuadamente el derecho fundamental a la vida de cada ser humano, desde su concepción hasta su muerte natural, o que incluso llegan a tratar como un derecho lo que en realidad constituye un atentado contra el derecho a la vida. Son también peligrosos y nocivos para el bien común ordenamientos legales que no reconocen al matrimonio en su ser propio y específico, en cuanto unión firme de un varón y una mujer ordenada al bien de los esposos y de los hijos. Es necesario promover nuevas leyes que reconozcan y tutelen mejor el derecho de todos a la vida, así como el derecho de los españoles a ser tratados por la ley específicamente como “esposo” y “esposa”, en un matrimonio estable, que no quede a disposición de la voluntad de las partes ni, menos aún, de una sola de las partes.

6. La grave crisis económica actual reclama políticas sociales y económicas responsables y promotoras de la dignidad de las personas, que propicien el trabajo para todos. Pensamos en tantas familias, carentes de los medios necesarios para subvenir a sus necesidades más básicas. Pensamos también en el altísimo porcentaje de jóvenes que nunca han podido trabajar o que han perdido el trabajo y que, con razón, demandan condiciones más favorables para su presente y su futuro. Son necesarias políticas que favorezcan la libre iniciativa social en la producción y que incentiven el trabajo bien hecho, así como una justa distribución de las rentas; que corrijan los errores y desvíos cometidos en la administración de la hacienda pública y en las finanzas; que atiendan a las necesidades de los más vulnerables, como son los ancianos, los enfermos y los inmigrantes.

7. El ordenamiento jurídico debe facilitar el ejercicio efectivo del derecho que asiste a los niños y jóvenes a ser educados de modo que puedan desarrollar lo más posible todas sus capacidades. Debe evitar imposiciones ideológicas del Estado que lesionen el derecho de los padres a elegir la educación filosófica, moral y religiosa que deseen para sus hijos. En cambio, ha de ser facilitada la justa iniciativa social en este campo. La presencia de la enseñanza de la religión y moral católica en la escuela estatal - como asignatura fundamental opcional - es un modo de asegurar los derechos de la sociedad y de los padres que exige hoy una regulación más adecuada para que esos derechos sean efectivamente tutelados.

8. Recordamos de nuevo que se reconoce la legitimidad moral de los nacionalismos o regionalismos que, por métodos pacíficos, desean una nueva configuración de la unidad del estado español. Y también, que es necesario tutelar el bien común de la nación española en su conjunto, evitando los riesgos de manipulación de la verdad histórica y de la opinión pública por causa de pretensiones separatistas o ideológicas de cualquier tipo.

9. Una sociedad que quiera ser libre y justa no puede reconocer explícita ni implícitamente a una organización terrorista como representante político de ningún sector de la población, dado que el terrorismo es una práctica intrínsecamente perversa, del todo incompatible con una visión justa y razonable de la vida.

10. Ante los desafíos que se presentan a la comunidad internacional, son necesarias políticas guiadas por la búsqueda sincera de la paz, basadas en el respeto al derecho, nacional e internacional, así como en la promoción del entendimiento y de la solidaridad entre los pueblos y las culturas.

Pedimos al Señor de la paz y a su Madre santísima que iluminen a quienes vamos a votar, para que lo hagamos de manera verdaderamente libre y responsable.

Fuente: http://www.conferenciaepiscopal.es/index.php/documentos-permanente/2370-nota-ante-las-elecciones-generales-de-2011.html

 

domingo, 6 de noviembre de 2011

En el mes de noviembre

Carta pastoral de nuestro Arzobispo en este mes de los difuntos.
 
Queridos hermanos y hermanas:

Hemos comenzado el mes de noviembre, que en la piedad popular está dedicado a quienes "nos han precedido en el signo de la fe y duermen ya el sueño de la paz". Desde antiguo la Iglesia ha honrado con gran piedad el recuerdo de los difuntos y ha ofrecido sufragios por ellos, pues “es una idea piadosa y santa orar por los difuntos para que sean liberados del pecado” (2 Mac, 12,46)". La visita al cementerio y la oración, mortificación y limosna en sufragio de nuestros seres queridos difuntos y también de aquellos que no tienen quien rece por ellos, es una elocuente profesión de fe en la vida eterna y en el dogma de la comunión de los Santos. Con ello manifestamos visiblemente nuestra convicción de que los miembros de la Iglesia peregrina, junto con los Santos del cielo y los hermanos que se purifican en el purgatorio, constituimos un cuerpo, una familia, que participa de un patrimonio común, el tesoro de la Iglesia, del que forman parte los méritos infinitos de Jesucristo, muy especialmente su pasión, muerte y resurrección, y la oración constante de quien "vive siempre para interceder por nosotros" (Hbr 7,25).

A este patrimonio precioso pertenecen también los méritos e intercesión de la Santísima Virgen y de los Santos, la plegaria de las almas del purgatorio y nuestras propias oraciones, sacrificios y obras buenas, que hacen crecer el caudal de gracia del Cuerpo Místico de Jesucristo. Siempre, pero especialmente en el mes de noviembre encomendemos a las benditas almas del purgatorio y encomendémonos también a ellas pues mucho pueden favorecer nuestra vitalidad espiritual y apostólica.

El mes de noviembre y la Palabra de Dios de estos días finales del año litúrgico nos recuerdan los Novísimos, las verdades últimas de nuestra vida, algo que pertenece a la integridad de la fe católica. Nos invitan además a la vigilancia, que no es vivir bajo el temor de un Dios justiciero que está esperando nuestros yerros o pecados para castigarnos. Esta actitud de desconfianza y miedo ante Dios, sólo engendra personas obsesivas y escrupulosas, que piensan que Dios es un ser predispuesto contra el hombre, quien debe ganarse su salvación con sus solas fuerzas y luchando contra enormes imponderables.

La vigilancia cristiana es una actitud positiva que tiene como raíz el optimismo sobrenatural de sabernos hijos de un Padre bueno, que quiere nuestra salvación y felicidad y que nos da los medios para alcanzarla. Es concebir la vida cristiana como una respuesta amorosa a Dios que nos ama, que es fiel a sus promesas y que espera nuestra fidelidad con la ayuda de su gracia. La actitud de vigilancia debe penetrar y matizar toda la vida del cristiano, para saber distinguir los valores auténticos de los sólo aparentes. La cultura actual nos impone modos de pensar, actuar y entender la vida que nada tienen que ver con los auténticos valores humanos y cristianos. Es necesaria, pues, una actitud crítica ante lo que vemos, escuchamos o leemos y una independencia de criterio ante los mensajes contrarios al Evangelio con que, directa o indirectamente, nos agreden los medios de comunicación.

La vigilancia es también necesaria para que no se debilite nuestra conciencia moral recta, capaz de distinguir el bien del mal, lo derecho de lo torcido. De lo contrario, la conciencia puede endurecerse hasta perder el sentido del pecado. Medios eficaces para conservar la rectitud moral son la confesión frecuente y el examen de conciencia diario, que tanto pueden ayudarnos en nuestro camino de fidelidad al Señor.


Es necesaria también la vigilancia ante los peligros que pueden debilitar nuestra fe o nuestra vida cristiana. El cristiano no puede vivir en una atmósfera permanente de miedo o de temor, pero tampoco ha de ser atolondrado, ni creerse invulnerable ante los peligros o tentaciones del demonio. Ha de vivir su vida cristiana con responsabilidad y sabiduría, para descubrir los peligros que pueden poner en riesgo nuestra fe y, sobre todo, nuestro mayor tesoro, la vida de la gracia, que es comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu, que vive en nosotros dando testimonio de que somos hijos de Dios, y que es ya en este mundo anticipo de la vida de la gloria.

Para vivir la esperanza cristiana en la salvación definitiva no hay mejor camino que tomar en serio el momento presente en función de los acontecimientos finales. Este es el estilo de los Santos. De este modo no consideraremos la muerte como una tragedia, sino que la esperaremos con la paz y la alegría de quienes se preparan para el encuentro y el abrazo definitivo con Dios. Que la Santísima Virgen, a la que todos los días decimos muchas veces "ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte", nos cuide y proteja ahora y en la hora postrera de nuestra vida.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla