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jueves, 30 de mayo de 2013

"Sin miedo a hablar de Dios"

El arzobispo de Sevilla, mons. Juan José Asenjo, ha presidido esta mañana en la Catedral la misa con motivo del Corpus Christi.

En su homilía ha señalado, en relación a la adoración eucarística, que no nos cansemos de acudir a visitarlo, de doblar las rodillas para adorarlo, de pasar largas horas ante esta presencia estimulante y bienhechora.

Además de pedir a los fieles generosidad en la colecta que en el día de la solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo se realiza a favor de Cáritas Diocesana, ha animado a los fieles a no tener miedo a hablar de Dios ni a mostrar la Eucaristía como el mayor tesoro de la Iglesia.

Puedes leer la homilía completa en el siguiente enlace.



miércoles, 27 de marzo de 2013

Jueves Santo

El Jueves Santo es el día de la Eucaristía, es el día del amor fraterno, es el día de los sacerdotes.

Es el día en el que no sólo conmemoramos la Institución de la Santa Eucaristía, cuyo esplendor irradia sobre todo lo demás, además es el día del comienzo definitivo de la Pasión y de la Pascua, pues también forman parte del Jueves Santo la noche oscura de soledad y abandono en el Monte de los Olivos, donde Jesús orando va al encuentro de la oscuridad de la muerte, la traición de Judas, el arresto de Jesús, la negación de Pedro, la acusación ante el sanedrín y la entrega a los paganos, a Pilato.

En la tarde del Jueves Santo celebramos la llamada misa vespertina en la Cena del Señor, que actualiza y conmemora la Última Cena de Jesús, siendo tres los ejes litúrgicos y bíblicos de la celebración: la evocación de la pascua hebrea, la celebración de la Última Cena del Señor y la expectación de la Cruz. Por este orden la celebración de la Misa en la Cena del Señor nos va llevando a los misterios que forman parte de su identidad.

Comienza la liturgia con los ritos iniciales y la liturgia de la Palabra: prescripciones de la cena pascual hebrea, en el Libro del Éxodo; el cáliz que bendecimos es la comunión de la sangre de Cristo, en el salmo; la conmemoración de la institución de la Eucaristía, en la Carta I de San Pablo a los Corintios; y la Cena del Señor, en el Evangelio de San Juan.

Tras la homilía llega el rito del lavatorio de los pies, que manifiesta el legado del mandato del amor fraterno, proclamado anteriormente en el Evangelio de San Juan.

Continúa la celebración de la misa con su ritmo habitual hasta los ritos finales, pero no concluye como de costumbre. Tras la oración de la post comunión, el sacerdote inciensa las formas consagradas que no han sido consumidas y procede a trasladarlas solemnemente hasta el llamado monumento, sagrario preparado al efecto.

Esta procesión eucarística, acompañada de cánticos apropiados, es exaltación de la Eucaristía y preparación de la vigilia del Viernes Santo. Con la procesión el pueblo rememora y hace suyo el camino de Jesús en Jerusalén desde el cenáculo hasta Getsemaní, donde se retiró en oración y agonía.

Este preludio es conmemorado además con la celebración de la hora santa y vigilias similares, necesitadas tras el contenido vivido y celebrado en la misa y con la mirada dirigida hacia la Cruz del Calvario.

martes, 5 de junio de 2012

Corpus Christi, día de la Caridad

Con motivo de la festividad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, nuestro querido Arzobispo ha publicado la siguiente carta pastoral:





ALABADO SEA JESÚS SACRAMENTADO
 
 

miércoles, 22 de junio de 2011

CORPUS CHRISTI, DÍA DE LA CARIDAD, carta del 26-06-11

El próximo domingo 26 de junio la Iglesia celebra la Festividad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, solemnidad para la que nuestro Arzobispo don Juan José ha publicado la siguiente carta pastoral:

CORPUS CHRISTI, DÍA DE LA CARIDAD, carta del 26-06-11

Queridos hermanos y hermanas:

Celebramos en este domingo la solemnidad del Corpus Christi, en la que todos estamos convocados a renovar nuestra fe en el sacramento eucarístico, fuente y cima de la vida cristiana. En este día de gozo todos estamos invitados a adorarlo, a aclamarlo en nuestras calles y a ir caracterizando nuestra vida como una existencia eucarística, modelada y conformada por este augusto sacramento. En esta solemnidad, celebramos también el Día de la Caridad, el Día de Caritas, la institución de la Iglesia al servicio de los más pobres. No es una mera coincidencia: la Eucaristía no sólo es expresión de comunión  en la vida de la Iglesia; es también proyecto de solidaridad para  toda la humanidad.

Los tres últimos años están siendo especialmente duros para los pobres, los parados, los inmigrantes, los sin techo, y para cientos de familias que sufren las consecuencias de la grave crisis económica que padecemos. Los técnicos y voluntarios de Caritas nos dicen que están desbordados. Han aumentado espectacularmente las demandas. Cada vez son más las personas que solicitan ayuda para pagar la hipoteca, el alquiler de su vivienda, los recibos de la luz y del agua, mientras las parroquias reclaman a Caritas alimentos para distribuir… Estamos ante lo que algunos han llamado con razón una verdadera emergencia social, que genera dolor, desesperanza, múltiples sufrimientos y frustración, que afecta también al personal de Caritas, que se ve impotente ante tantas situaciones de dolor, a las que no puede dar la respuesta que desearía porque los recursos escasean.

A pesar de todo, Caritas es en esta coyuntura un signo cierto de esperanza, tal vez el único para quienes, después de llamar a muchas puertas, han perdido las razones para seguir esperando. Caritas es lugar de esperanza, porque sus voluntarios, técnicos y socios están persuadidos de que su mejor tesoro no es el dinero o los alimentos que distribuyen, sino Jesucristo, en el que se nos ha manifestado el amor y la misericordia del Padre providente y bueno. Él se presenta ante su pueblo como el ungido por el Espíritu y “enviado a anunciar a los pobres la Buena Noticia, a proclamar la liberación a los cautivos, a devolver la vista a los ciegos, a dar libertad a los oprimidos y a  proclamar el año de gracia del Señor”  (Lc 4,18-19). Fundados en Él, escuchando su palabra que nos dice: “dadles vosotros de comer” (Lc 9, 13), ven en el rostro de los pobres el rostro doliente de Cristo, y les sirven con entrega generosa, conscientes de que al servir a los pobres están sirviendo al mismo Señor.

Ellos, como Jesús, que curaba las heridas físicas y morales, que consolaba a los tristes, devolvía la vista a los ciegos, hacía andar a los cojos y devolvía la vida a los muertos, venciendo la apatía o la indiferencia ante el hermano que sufre, generan signos y gestos de esperanza y son para los pobres una ventana abierta hacia el futuro. Como el Buen Samaritano ofrecen gratuitamente signos de compasión y de misericordia, gestos de verdadero consuelo, de cercanía, de cariño, de entrega, de escucha, de servicio, signos que muestran que para nosotros los pobres son nuestros hermanos, los preferidos de Jesús. Con humildad y confianza en la Providencia, ellos y nosotros, toda la comunidad diocesana debe ofrecer signos que devuelvan la ilusión y la alegría a quienes la han perdido, signos de austeridad en una sociedad marcada por el consumismo, signos en los que se haga patente que no sólo compartimos lo que nos sobra, sino incluso aquello que estimamos necesario, que es la prueba más palpable del verdadero amor.

Nuestra participación en la Eucaristía exige de nosotros, hoy más que nunca, signos que vivifiquen, que hagan visible que podemos vivir de otra manera, más austera, más fraterna y solidaria, que otro mundo es posible, el mundo soñado por Dios, fermento de la nueva humanidad.

Al mismo tiempo que invito a todos a ser generosos en la colecta de este domingo, destinada a Caritas, termino mi carta semanal agradeciendo a los voluntarios y responsables de Caritas Diocesana y de las Caritas parroquiales su entrega y los excelentes servicios que prestan a través de sus programas a los  transeúntes, inmigrantes, parados, enfermos de Sida y familias desestructuradas. Pido de nuevo a los sacerdotes que creen la Caritas parroquial en aquellas parroquias en que no existe, pues a la evangelización y a la celebración de la fe, le falta algo esencial si prescindimos de la diakonía de la caridad. A todos os invito a seguir fortaleciendo la genuina identidad cristiana de nuestras Caritas y a cuidar los fundamentos sobrenaturales de nuestro compromiso fraterno. En la Eucaristía, vivida, celebrada y adorada, encontraréis cada día la fuerza para seguir ofreciendo a nuestros hermanos más pobres motivos de esperanza en un futuro mejor. Haréis así real el lema de la campaña de  este año: “La Eucaristía, vida y fortaleza del voluntariado cristiano”.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla

Fuente: www.archisevilla.org

lunes, 4 de octubre de 2010

Mirad al Señor






51 Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo».

52 Los judíos discutían entre sí, diciendo: «¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?».

53 Jesús les respondió: «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis Vida en vosotros.

54 El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

55 Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida.

56 El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.

57 Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí.

(...) 60 Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: «¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?».

61 Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: «¿Esto os escandaliza? (...)

66 Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo.

67 Jesús preguntó entonces a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?».

68 Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna.

Del discurso en la sinagoga de Cafarnaún (Jn 6, 51-58)


viernes, 4 de junio de 2010

Solemnidad del Corpus Christi

Reproducimos a continuación la hermosa y enriquecedora homilía pronunciada por nuestro Arzobispo, Don Juan José Asenjo, en la Santa Misa celebrada en el día de ayer, jueves, en la Catedral de Sevilla, con motivo de la solemnidad del Corpus Christi.

Al mismo tiempo, invitamos a todos nuestros lectores a vivir el próximo domingo intensamente la fiesta del Corpus Christi, participando en la Eucaristía y tomando parte de la procesión que, como cada año y desde tiempo inmemorial, recorrerá las calles de nuestra feligresía, con el Santísimo Sacramento bendiciendo a nuestro pueblo

Homilía en la solemnidad del Corpus Christi
Catedral de Sevilla

1. "Glorifica al Señor Jerusalén, alaba a tu Dios Sión". Con estas palabras del salmo 147, con que el pueblo de Israel bendecía a Dios después de librarle del hambre en tiempo de sequía, nos señala la liturgia las actitudes con que la Iglesia, nuevo Pueblo de Dios, celebra hoy la solemnidad del Corpus Christi: proclamando públicamente en nuestras calles la verdad salvadora de la Eucaristía, bendiciendo, adorando y aclamando al Señor que sacia nuestra hambre espiritual con flor de harina, con el sacramento santísimo de su cuerpo y de su sangre. ¡Solemnidad del Corpus Christi! ¡Día para la veneración pública del Santísimo Sacramento en la Iglesia extendida por todo el orbe! ¡Día para agradecer a Dios uno y trino este don inconmensurable! ¡Día para confesar sin rubor nuestra fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía y fomentar la piedad y veneración de los fieles ante el Cristo ofrecido, glorificado e intercesor, hecho presencia y cercanía!

2. ¡Eucaristía, misterio del amor inaudito de Cristo, que antes de volver al Padre, se queda con nosotros en su Palabra, en la Iglesia, sacramento de Jesucristo, en nuestros hermanos, en los sacramentos y, sobre todo y por antonomasia, en las especies eucarísticas! (SC 7). ¡Eucaristía, misterio de la suprema condescendencia de Cristo que no nos deja huérfanos, obra grandiosa del poder de Dios, que cada día permite que el pan y el vino, fruto preciado de nuestros campos, por la palabra del sacerdote, se transformen en el cuerpo y en la sangre del Señor!

3. Gracias al prodigio de la transustanciación, queridos hermanos y hermanas, en los dones eucarísticos está el Señor con una presencia real y verdadera. Esta presencia del todo singular eleva a la Eucaristía por encima de los demás sacramentos y hace de ella el sacramento por excelencia, el "don por excelencia" (EE 11). La Eucaristía es el don del mismo Cristo, de su persona, de su cuerpo, sangre, alma y divinidad. La suya no es una presencia simbólica sino real. Las palabras de Jesús en el momento de la institución (Mt 26,26-28), nos están diciendo que su intención no es dejarnos sólo un símbolo que nos recuerde su entrega redentora, sino quedarse con nosotros con una presencia misteriosa, pero real, verdadera y sustancial, hasta su vuelta. Por ello, la Eucaristía es el misterio de nuestra fe. Los sentidos no pueden percibirlo, pero la fe, como nos dice Santo Tomás en sus himnos eucarísticos, está segura de las palabras del Señor.

4. "Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros". "Esta es mi sangre, derramada para el perdón de los pecados". San Pablo nos acaba de recordar estas palabras del Señor en el momento cumbre de la piedad y del amor de Cristo por la humanidad, anticipo sacramental de su amor desbordante en la Cruz. Cumpliendo su mandato, el sacerdote repite estas palabras en la Santa Misa y entonces el tiempo retrocede y los cristianos del siglo XXI nos hacemos comensales de la cena santa de Jesús y sus Apóstoles en el Cenáculo. En la Santa Misa, el cuerpo y la sangre de Cristo, su vida y su persona, se hacen presentes ante nosotros con el mismo realismo y verdad que en aquella noche, con la misma fuerza, con la misma intensidad. A partir de la consagración, sobre el altar resplandece el cuerpo resucitado y glorioso de Jesús. Desde allí nos llama y nos sostiene. Hacia él nos encamina y nos atrae.

5. Los miles y miles de sagrarios del mundo entero mantienen presente la ofrenda de Jesús. Revestido de un cuerpo como el nuestro es nuestro vecino, compañero de peregrinación, apoyo de nuestra debilidad y alimento de nuestras almas. En el sagrario, tenemos la sorprendente presencia sacramental de Jesucristo. Por ello, la exposición del Santísimo Sacramento, la visita diaria al Sagrario y, sobre todo, la participación en la Santa Misa, es acercarnos a la ternura de Belén, es contemplarle con María y José en la intimidad del hogar de Nazaret; es sentarnos entre los oyentes del Sermón de la Montaña; es cruzar la mirada con el Señor de la misericordia y del amor que cura a los enfermos y perdona a los pecadores; es abrazarnos a sus pies como María Magdalena; descansar como Juan en el pecho del Señor; estar con María junto al cuerpo destrozado de Cristo al pie de la Cruz; es comer y conversar amigablemente con el Resucitado a orillas del lago y postrarnos ante Él como Tomás para gritarle "Señor mío y Dios mío". Es, por fin, recibirlo en nuestro corazón como alimento de vida y santificación. Por ello, la Santa Misa es fuente de vida. Cuántos cristianos la dejan con cualquier excusa. Dicen que se aburren, que no la necesitan. ¿Seria igual la vida de los matrimonios y de las familias, sería igual la vida de nuestros jóvenes, sería igual la relación de unos con otros, si todos viviéramos intensamente cada semana la maravilla que es la Eucaristía?

6. La presencia del Señor en la Eucaristía, queridos hermanos y hermanas, no es estática, sino profundamente dinámica. Desde la Eucaristía el Señor nos fortalece, nos diviniza, nos aferra para hacernos suyos, para transformarnos y asimilarnos a Él. Por ello, es el auténtico camino de renovación de nuestras comunidades cristianas. ¡Cuánto consuelo, cuánta fortaleza, cuánta fidelidad, cuántas virtudes han crecido en la íntima comunicación de los fieles cristianos con el Señor, en la visita al Santísimo y en la adoración silenciosa del Santísimo Sacramento! Junto a la Eucaristía crecerá el anhelo de santidad, el amor a Jesucristo y la caridad pastoral de nuestros sacerdotes y seminaristas. De la cercanía a la Eucaristía han de salir los jóvenes cristianos, limpios, alegres y generosos, capaces de vivir una vida nueva y de construir la nueva civilización del amor. Junto a la Eucaristía surgirán vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. En el amor a la Eucaristía crecerán las familias cristianas unidas, fecundas y evangelizadoras. En el amor a la Eucaristía nos ha de venir la renovación de nuestras parroquias, el vigor espiritual y apostólico de nuestra Iglesia diocesana, el crecimiento en la fe y la victoria sobre el pecado que oprime nuestras vidas y desgarra nuestra sociedad. Jesús sigue siendo el Pan vivo bajado del cielo que alimenta nuestros corazones mientras peregrinamos hacia la casa del Padre, "la Cena que recrea y enamora", "fuente que mana y corre", como escribiera con gran belleza literaria San Juan de la Cruz.

7. En esta mañana, mientras acompañamos al Señor por nuestras calles, pidámosle que fortalezca nuestra fe y que perdone nuestras omisiones y deficiencias con este divino sacramento. Demasiadas veces nos hemos olvidado de El, demasiadas horas, queridos hermanos sacerdotes, están cerrados nuestros templos, demasiadas veces quedan abandonados los sagrarios, demasiadas veces los cristianos despreciamos este alimento celestial o lo dejamos por cualquier excusa inconsistente. Seguro que a su paso por nuestra ciudad, Jesús va a encontrar muchas personas que viven una existencia anodina y sin sentido, anclada en el nihilismo y el hastío. Pidámosle que haga brillar sobre ellos la luz eterna de Dios, que ilumina el corazón del hombre, disipa las tinieblas del pecado y abre ante nuestros ojos caminos de vida y de santificación. Pidámosle que nos haga heraldos y misioneros de su presencia, que despertemos en nuestros hermanos el deseo de encontrarse con Él; que a través nuestro, como Pedro y Andrés, puedan decir "Hemos encontrado a Jesús" (Jn 1,41), "hemos visto al salvador".

8. Queridos hermanos y hermanas: Con la guía segura de la exhortación apostólica Sacramentum caritatis del Papa Benedicto XVI, todos estamos invitados a profesar la fe en la Eucaristía en toda su integridad. No es tiempo de más vacilaciones teológicas y pastorales en torno al misterio de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, ni sobre su carácter de sacrificio y oblación sacerdotal, ni de interpretaciones que vacían la fe de la Iglesia. Es tiempo más bien de profundización interior en toda la belleza y armonía de este sacramento, "Amor de los Amores". El misterio adorable de la Eucaristía ha de ser celebrado con toda dignidad, como la Iglesia nos pide y desea, como el Papa nos señala en su exhortación, cuidando su celebración con toda delicadeza interior y exterior, guardándolo y venerándolo en el Sagrario con piedad creciente, recreando nuestra oración personal y comunitaria ante la santísima Eucaristía y recuperando las actitudes externas de veneración y respeto allí donde, por desgracia, se han perdido.

9. No olvido que el día del Corpus Christi es también el Día de la Caridad, en el que se nos pide una mirada atenta y compasiva, como la de Jesús, a los pobres y marginados de los pueblos y ciudades de nuestra Diócesis. Jesús en la Eucaristía reúne a los hijos de Dios dispersos. Por ello, la Eucaristía es fermento de unidad y reconciliación, de amor fraterno, que no es simple solidaridad humana, sino el amor sincero, generoso y regenerador que nace del Corazón de Cristo, el amor que se aprende al pie de la Cruz, un amor que los cristianos aprendemos también en la mesa de la Eucaristía y junto al sagrario; un amor que tiene que regenerar nuestra sociedad, purificarla de todos los pecados, de todas las injusticias, de la violencia contra las mujeres, de todas las agresiones contra la vida de los más débiles; un amor que tiene que hacer de nosotros una comunidad abierta a las necesidades de los inmigrantes, de los ancianos y enfermos, de todos los que se sientan solos y angustiados en estos momentos de tanto dolor para los pobres, los parados y los que han dejado de percibir el subsidio de desempleo. En este Día de la Caridad, seamos generosos en la colecta que hoy tiene como destinatarios a los más pobres de nuestra Diócesis, a los que Caritas sirve.

10. Termino ya destacando el nexo profundo que existe entre la Eucaristía y la Santísima Virgen. Ella concibió en sus purísimas entrañas el precioso cuerpo y la preciosa sangre de su Hijo. Ella fue el sagrario más limpio y santo que jamás ha existido. De su seno bendito nació hace dos mil años el cuerpo santísimo que veneramos en la Eucaristía. Que ella, mujer eucarística, nos ayude a todos a crecer en amor, respeto y veneración por este augusto sacramento y nos aliente a servir también a los pobres y necesitados, a ponernos de su parte y en su lugar, pues también ellos son hijos suyos y hermanos nuestros. Así sea.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla


domingo, 21 de junio de 2009

Que toda rodilla se doble...

Arrodillarse ante Cristo, remedio de toda idolatría

En la homilía que Benedicto XVI pronunciaba en el Corpus del año pasado, realizaba una hermosa catequesis sobre el significado de esta postura corporal en la oración y en la liturgia:

“Arrodillarse en adoración ante el Señor (…) es el remedio más válido y radical contra las idolatrías de ayer y hoy. Arrodillarse ante la Eucaristía es una profesión de libertad: quien se inclina ante Jesús no puede y no debe postrarse ante ningún poder terreno, por más fuerte que sea. Nosotros los cristianos, sólo nos arrodillamos ante el Santísimo Sacramento”.

En su obra “El espíritu de la liturgia”, el entonces Cardenal Ratzinger daba respuesta a la objeción que juzga que la cultura moderna es refractaria al gesto de “arrodillarse”. Con clarividencia y profunda convicción afirmaba que “quien aprende a creer, aprende también a arrodillarse. Una fe o un liturgia que no conociese el acto de arrodillarse estaría enferma en un punto central”.

El hecho de que en nuestros días se esté extendiendo la costumbre de permanecer de pie en el momento de la consagración en la Santa Misa, o de que se suprima alegremente la genuflexión al pasar ante el sagrario, no parece que sea algo casual o insignificante.

La “herejía” más extendida en nuestro tiempo –la secularización- no se caracteriza tanto por negar verdades concretas del Credo, cuanto por debilitar la firmeza de nuestra adhesión a la fe.

Da la impresión de que lo políticamente correcto fuese creer a “cierta distancia”, sin entregar plenamente nuestro corazón. En el fondo, estamos ante el olvido de aquellas palabras de Jesús: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Este mandamiento es el principal y primero” (Mt 22, 37-38).

No podemos olvidar que la adoración es el mejor antídoto frente al relativismo y que, por lo demás, es indudable que la genuflexión está estrechamente ligada al acto de adoración: Es el reconocimiento que la creatura hace del Creador, es la manifestación humilde de nuestra sumisión ante un Dios todopoderoso que, paradójicamente, también “se ha arrodillado” ante nosotros en la encarnación, en su muerte redentora, y en su decisión de permanecer entre nosotros en la Sagrada Eucaristía.

Mención aparte merecen tantas personas que bien quisieran poder expresar de rodillas su adoración a Cristo, y que por limitaciones físicas se han de contentar con hacerlo con una inclinación u otros gestos de fervor y cariño. ¡Cuántas lecciones nos dan con su valiente perseverancia, sin rendirse a sus “achaques”!

Comulgar “a Cristo” y comulgar “con Cristo”


“El segundo mandamiento es semejante a éste: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas” (Mt 22, 39-40).

En efecto, el acto de adoración a Dios es consecuentemente seguido del ejercicio de la caridad con todos los necesitados. Éste es el motivo por el que la Iglesia ha unido los dos días “más eucarísticos” del año (Jueves Santo y Corpus Christi), a nuestro compromiso con los pobres, ejercido especialmente a través de Cáritas.

El acto de comulgar no termina con la recepción del sacramento. Recurro de nuevo a otras palabras del Cardenal Raztinger recogidas en el citado libro: “Comer a Cristo es un proceso espiritual que abarca toda la realidad humana. Comerlo significa adorarle. Comerlo significa dejar que entre en mí, de modo que mi yo sea transformado y se abra al gran «nosotros», de manera que lleguemos a ser uno solo con Él”.

Por lo tanto, comulgar “a Cristo” supone también comulgar “con Cristo”, es decir, comulgar con todo lo que Él ama, con sus preocupaciones, alegrías, esperanzas y sufrimientos… de una forma especial, con sus predilectos, los pobres.

Ciertamente, estamos ante dos señales determinantes para evaluar la calidad de nuestra participación en la Sagrada Eucaristía: la actitud de adoración y –fruto de ésta- nuestro compromiso con los necesitados.

+ José Ignacio Munilla
Obispo de Palencia

lunes, 15 de junio de 2009

Crónica de la procesión del Corpus





Paradas se vistió de gala para celebrar la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.

A horas tempranas ya se alfombraban con juncos las calles por donde tendría lugar la procesión del Corpus Christi y los vecinos engalanaban balcones con las colgaduras habituales, incluso en calles por donde no pasaría la procesión.

Tras la solemne misa, un repique de campanas anunciaba a todo el pueblo que Jesús mismo, verdaderamente presente en el Sacramento de la Eucaristía, recorría nuestras calles inundando los hogares paradeños con su presencia.

Abrían el cortejo jóvenes acólitos con ciriales y Cruz parroquial (también hubo acólitos ante la Custodia, con incensario y naveta).

Como novedad, este año la cera que acompañaba al Santísimo era de color rojo. Si bien venía siendo costumbre la cera blanca, es el rojo el color sacramental.





El exorno floral, novedoso y muy acertado. Como cada año, flanqueaban la Custodia a ambos lados los candelabros que el Señor de la Vera+Cruz tiene a sus pies durante el resto del año.

Durante el recorrido, y a pesar de las altas temperaturas, numerosísimos feligreses acompañaron al Señor con cánticos y alabanzas.

Participaron también en la procesión el Excmo. Sr. Alcalde y otros miembros de la corporación municipal (desde estas líneas apuntamos que a nuestro entender, protocolariamente debieran ocupar un lugar más cercano a la presidencia de la procesión, a continuación de la Custodia, detrás de nuestro Párroco).






Dignos de mención los altares que las hermandades de Jesús Cautivo y del Santo Entierro montaron en el recorrido. Por otra parte, se echó de menos en el cortejo el Guión Sacramental en plata que conserva la parroquia de la antigua Hermandad Sacramental, de un incuestionable valor artístico, y que tradicionalmente su usaba para la ocasión.

Numerosos "cruceros" partiparon en la procesión, acompañando al Santísimo en los diferentes tramos de la procesión: con palermos, como miembros de la Adoración Nocturna, portando las andas con la Custodia o cantando tras la Custodia.






ALABADO SEA JESÚS SACRAMENTADO









jueves, 11 de junio de 2009

Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo



Este domingo la Iglesia celebra la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.


Con tal motivo, en nuestra Parroquia de San Eutropio se celebrará misa solemne a las 9 de la mañana y a continuación tendrá lugar la procesión del Corpus Christi.

Este año, debido a las obras en la calle Ramón Gómez de la Serna, cambiará su itineriario habitual, siendo el recorrido el siguiente:

Padre Barea, Huertas, Callejuelas de Rechacha, calle Larga y subida por Padre Barea.

Tras la entrada tendrá lugar la bendición solemne con el Santísimo Sancramento, mientras el pueblo lo adora postrado, tras el canto del Tantum Ergo.

Nos sumamos al llamamiento que se ha hecho desde la Parroquia animando a todo el pueblo a vivir esta Solemnidad, participando del Sacramento de la Eucaristía en la misa, adorando a Cristo verdaderamente presente en el Santísimo Sacramento durante la procesión y engalanando las fachadas de las casas.

Por último, agradecemos públicamente al Ecxmo. Ayuntamiento de Paradas que nos haya facilitado el cartel que ha patrocinado con motivo de esta Solemnidad.




ALABADO SEA JESÚS SACRAMENTADO





miércoles, 10 de junio de 2009

Que la lengua humana cante este misterio

El Pange Lingua es un himno eucarístico escrito por Santo Tomás de Aquino (siglo XIII) para la festividad del Corpus Christi.

Si bien estamos acostumbrados a escucharlo en las exposiciones y bendiciones con el Santísimo Sacramento (en la festividad del Corpus, el Jueves Santo, en los cultos de las Hermandades...), resulta significativo señalar que su letra es desconocida por muchos feligreses, especialmente por los más jóvenes (nótese que no se acostumbra a enseñarse en las catequesis).

Es por ello que desde aquí queremos hacernos eco de este maravillo himno que expresa de manera concreta la doctrina de la Transubstanciación.

El inicio del himno (Pange Lingua) se canta en el momento de la exposición del Santísimo y sus últimas estrofas (Tantum Ergo) justo antes de la bendición solemne.

Podemos escuchar el himno completo en el siguiente vídeo

La letra del himno y su traducción al castellano es:


Pange, lingua, gloriosi
Córporis mystérium
Sanguinísque pretiósi,
Quem in mundi prétium
Fructus ventris generósi
Rex effúdit géntium.

Nobis datus, nobis natus
Ex intácta Vírgine,
Et in mundo conversátus,
Sparso verbi sémine,
Sui moras incolátus
Miro clausit órdine.

In supremæ nocte coenæ
Recumbens cum frátribus,
Observata lege plene
Cibis in legálibus,
Cibum turbæ duodenæ
Se dat súis mánibus.

Verbum caro, panem verum
Verbo carnem éfficit,
Fitque Sanguis Christi merum,
Et, si sensus déficit,
Ad firmandum cor sincerum
Sola fides súfficit.

Tantum ergo Sacraméntum,
Venerémur cérnui:
Et antíquum documentum
Novo cedat rítui;
Præstet fides suppleméntum
Sénsuum deféctui.

Genitori Genitóque,
Laus et iubilátio;
Salus, honor, virtus quoque,
Sit et benedíctio;
Procedénti ab utróque
Compar sit laudátio.
Que la lengua humana cante este misterio:
la preciosa sangre y el precioso cuerpo.
Quien nació de Virgen Rey del universo,
por salvar al mundo, dio su sangre en precio.



Se entregó a nosotros, se nos dió naciendo
de una casta Virgen; y, acabado el tiempo,
tras haber sembrado la palabra al pueblo,
coronó su obra con prodigio excelso.



Fue en la última cena -ágape fraterno-,
tras comer la Pascua según mandamiento,
con sus propias manos repartió su cuerpo,
lo entregó a los Doce para su alimento.



La palabra es carne y hace carne y cuerpo
con palabra suya lo que fue pan nuestro.
Hace sangre el vino, y, aunque no entendemos,
basta fe, si existe corazón sincero.



Adorad postrados este Sacramento.
Cesa el viejo rito; se establece el nuevo.
Dudan los sentidos y el entendimiento:
que la fe no supla con asentimiento.



Himnos de alabanza, bendición y obsequio;
Por igual la gloria y el poder y el reino
Al eterno Padre con el Hijo eterno

martes, 9 de junio de 2009

Día de la Caridad (Corpus Christi)


A continuación damos traslado de la carta pastoral que con motivo del Día de la Caridad, en la próxima festividad del Corpus Christi, nos ofrece nuestro Cardenal Arzobispo, Fray Carlos Amigo Vallejo, al tiempo que recordamos que el próximo domingo la colecta parroquial irá destinada a Caritas.

CARITAS, carta pastoral con motivo del Día de la Caridad, Corpus Christi '09

La caridad no se contenta con hablar de necesidad y de crisis, sino que pone en marcha los más adecuados y eficaces proyectos para conseguir que las personas, en mayor indigencia y exclusión, puedan vivir con dignidad.

Esta caridad, sólida e incuestionablemente basada en la justicia y el derecho, proviene de "un corazón limpio, una conciencia recta y una fe sincera" (Tim 1, 5).

Rectitud de intención

Una caridad que procede de la más recta de todas las intenciones: el amor a Jesucristo presente en nuestros hermanos más necesitados. Es un hipócrita quien dice que ama a Dios y no cuida de su hermano. Esa rectitud es garantía de autenticidad. No existe interés alguno más que el de cumplir, de la forma más fiel posible, el mandamiento nuevo del Señor: ayuda a tu hermano como Jesucristo te ha querido a ti, que ha entregando la vida para la salvación de todos.

En conciencia

La rectitud de conciencia ha de referirse a la finalidad última de aquellas ayudas que se realizan en favor del menesteroso. Lejos de cualquier forma de altruismo petulante, de la autosuficiencia del poderoso, del paternalismo humillante. Se trata de ayudar a la persona por sí misma y por la presencia de Cristo que hay en ella. No se quiere obtener ninguna otra recompensa personal, egoísta, autocomplaciente sino la de contribuir al levantamiento de aquél que ha caído en la indigencia.

La Iglesia no quiere ni puede ofrecer más de lo que tiene. Se traicionaría a sí misma y engañaría a los demás con ofertas que no están entre sus posibilidades. Pero tampoco quiere olvidar su deber de amor sincero, de caridad fraterna.

Una fe sincera

No nos avergonzamos de hablar de caridad, y mucho menos de practicarla, pues estamos convencidos de que con ello abrimos el mejor camino para la práctica de la justicia y el reconocimiento de los derechos de los más pobres y excluidos.

Queremos hacerlo como respuesta a una fe sincera. Que está atenta a la palabra de Dios y quiere seguir el camino marcado por Jesucristo, que es la palabra viva y su comportamiento es siempre referente incuestionable para todos los cristianos. Con Cristo, también la Iglesia puede decir: si no creéis en mí, creed en mis obras (Jn 10, 38). La "Memoria de Caritas 2008" es un reflejo de estas reflexiones. Los números, los proyectos, las realizaciones son grandes, admirables, generosas. Pero bien sabemos que la credibilidad no viene tanto por unas cantidades, cuanto por el amor que se pone en socorrer a las personas. Detrás de cada número hay un nombre, una persona a la que socorrer, un hermano al que amar.

Caritas ha emprendido una campaña para fomentar el empleo, en el convencimiento de que éste es el camino más digno para acabar con la pobreza. Un plan con una serie de medidas muy adecuadas para alcanzar los objetivos que se persiguen de protección e inclusión social, prestaciones por desempleo...

Son muchos los puestos de trabajo, más de 12.000, los creados por Caritas a través de sus programas de empleo, que ofrecen distintos servicios de orientación, talleres de formación para el empleo, creación de empresas de inserción, cooperación con entidades públicas y privadas.

Contra la indiferencia, gratitud

Verdadera carcoma de todos estos proyectos puede ser la indiferencia perezosa, que reniega de cualquier posibilidad de salvar las dificultades de una situación tan grave como en la que nos encontramos.

Las heridas pueden ser muchas, pero estamos convencidos de que tienen curación si nos ponemos manos a la obra, con la ayuda de Dios y la responsabilidad de todos. En nuestro caso, colaborando generosamente con Caritas.

Una vez más, la gratitud de nuestra Iglesia a Caritas diocesana, pues es vivo reflejo de la práctica de la caridad entre los que formamos la Iglesia de Dios que peregrina en Sevilla. Que Dios se lo pague a todos. Pero, de una forma particular a los que ponéis lo mejor de vuestra caridad cristiana, de vuestro tiempo y disponibilidad al servicio de los demás.

Cristo es siempre nuestro ejemplo y camino. Sus heridas curan las nuestras. Él es el médico y la medicina. Nuestra caridad proviene del mismo amor de Cristo. No podemos tener una motivación más digna y de mayor responsabilidad. Pues en nuestros hermanos necesitados vemos el mismo rostro de Cristo sufriente. Ayudar al necesitado es servir al mismo Cristo.

Con mi bendición

+ Carlos, Cardenal Amigo Vallejo
Arzobispo de Sevilla


lunes, 8 de junio de 2009

La Eucaristía: pan y vino

La Eucaristía huele a hogaza, a pan de espigas, a piedra de fuego donde se cuece la torta de pan ácimo para partirla y repartirla. Pero antes fue flor de harina, cernida y amasada con manos encallecidas por amor. Antes fue grano molido, traído como ofrenda agradecida por la cosecha que ha llegado a su madurez en los trigales. Antes fue mies, que debió superar las heladas y la sequía, el viento solano y la alimaña. Antes fue semilla escogida y sembrada, echada al vuelo por mano generosa, labradora, en gesto de esperanza. Y antes debió abrirse la tierra para que al caer el grano pudiera germinar.

La Eucaristía es doble sacramento: del don de sí mismo que hizo Jesús a la hora de la cena, y de la entrega del cabeza de familia, sentado con un pan en las manos entre sus hijos, a los que regala, en el gesto de partir el pan, la mejor expresión de amor, la vida gastada y desgastada por los suyos, hasta llegar a ser alimento gratuito.

El pan partido, el pan troceado, el pan roto, es símbolo de quien entrega, dona la existencia, pero en el misterio eucarístico el drama del rompimiento dramático se supera por la fuerza de Dios, al recibir no sólo la prenda del sacrificio redentor, sino también el gozo de formar parte de la familia de Dios.

Jesucristo tomó también la copa colmada de vino, fruto del esmero del labrador que cuida la parcela más querida de su heredad: la viña, que ha tenido que podar, sarmentar, binar y proteger de las plagas y que, después del duro trabajo de la vendimia, después de pisar y prensar la uva, después de fermentar el mosto en la bodega, permite brindar el amor, la amistad, la alegría entre los propios, en gesto de generosa hospitalidad y expresión festiva.

Pan y vino de eucaristía, muerte y vida, ofrenda de la vida entera, transformada entera por amor en banquete de bodas, en alianza perpetua. Quienes comen de este pan y beben de esta copa se convierten en aquello mismo que comen y beben, en el Cuerpo del Señor, en testigos de su resurrección, como los discípulos que atestiguaron que Cristo había resucitado, porque lo reconocieron al partir el pan, y porque habían comido y bebido con Él, después de su resurrección.

Quien ama convierte su propio sacrificio en motivo de fiesta en vez de pasar factura por el esfuerzo. Jesús ha convertido la ofrenda de su persona a Dios en motivo de celebración. Quienes aman saben agradecer el obsequio gratuito.

domingo, 7 de junio de 2009

La Eucaristía: misterio

Comenzamos hoy con la publicación de una serie de reflexiones en torno a la Eucaristía, como preparación a la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el próximo domingo 14 de junio.

La primera de ellas se centra en la Eucaristía como misterio.

Señor Jesús:

La Eucaristía, don entregado a los hombres, es “misterio” para el hombre que se acerca hasta ti y te recibe. Es el plan amoroso de Dios sobre los hombres, manifestado y realizado en ti.

En tu entrega, la noche de la Última Cena, te diste todo entero hasta la muerte, y una muerte de Cruz, y contigo el Padre nos dio todo lo que podía darnos.

Cuando te recibimos entre nuestras manos (nuestros ojos contemplan sólo pan y vino) nosotros, que somos el cuerpo de Cristo, lo que recibimos es nuestro propio misterio.

Desde nuestro Bautismo estamos unidos indisolublemente a ti: en ti vivimos, nos movemos y existimos, y cada Eucaristía refuerza esta unión contigo.

Tú, Cristo glorioso que estás en los cielos, te haces presente en la Eucaristía. Ya no estás solo, sino unido a todos tus miembros, que somos nosotros, los hombres, tus discipulos.

Éste es el sacrificio de los cristianos: Unidos a Cristo formamos un solo cuerpo.

Tu, Señor, te entregas y nosotros nos entregamos, nos entregamos mutuamente para ser «una sola carne». Y eso es lo que ocurre entre Tú y nosotros: La Eucaristía, misterio de amor, es la entrega mutua entre Tú y nosotros, y la entrega de los dos, formando un solo cuerpo, al Padre.

Señor Jesús: Este es el misterio de nuestra fe.

jueves, 23 de abril de 2009

Historia de un milagro y una primera Comunión

El domingo pasado comenzaron a celebrarse este año en nuestra Parroquia de San Eutropio las primeras Comuniones. A este respecto, referimos una historia, en la que los nombres son ficticios, de un "sí" un tanto misterioso, de una caricia de Dios.

María estaba a punto de recibir su primera Comunión, pero se sentía triste: su bisabuela, Ana, estaba enferma y no podía ir a la Iglesia. El párroco le preguntó a la madre de María si podía ir a su casa para visitar a la bisabuela y llevarle la Comunión. "¡Uy, no te molestes! La bisabuela odia todo lo que tenga que ver con la iglesia y cuando María empezó la catequesis de comunión hace unos años ella no quería que la niña la hiciera. Además, desde hace una semana, ha perdido la cabeza". Ante esas palabras, el párroco no se acercó a la casa.

Dos semanas después de la primera Comunión de María, su madre llamó a la parroquia y habló con el sacerdote: "Desde hace una semana la bisabuela no para de decir que quiere ver a Don Enrique y cuando le preguntamos que si quería ver a Don Enrique el cura ella dijo que sí, que a Don Enrique el cura".

Cuando el párroco llegó a la casa, la bisabuela había recuperado la cabeza, se quedó a solas un rato con ella, confesó y comulgó. Poco después de marcharse el cura, la abuela volvió a desvariar y, poco días después, falleció y partió en busca del Señor.

La historia narrada es un paso más de lo que con frecuencia sucede entre padres y madres alejados de la iglesia cuando sus hijos van a recibir la primera Comunión. Algunos llevan años sin confesarse y con ocasión de la celebración del sacramento vuelven a la parroquia. No es extraño verles emocionados al volverse a reconciliar con Dios cuando se confiesan antes de la primera Comunión de sus hijos, al abrir sus almas y ventilar aquello que llevaba tanto tiempo cerrado.

Emoción de alegría al recibir el abrazo de Dios nuestro Padre que siempre ha estado esperándoles. Alegría al descubrir que realmente son queridos por Dios.