viernes, 4 de marzo de 2016

Su santo rocío: rogativas de lluvia al Cristo de la Vera Cruz

De muchos es conocido que históricamente en Paradas, pueblo económicamente agrícola y ganadero, era la imagen del Santísimo Cristo de la Vera Cruz a la que los paradeños dirigían especialmente sus súplicas pidiendo por las buenas cosechas y que en situaciones críticas, tanto con la primitiva imagen (destruida en el año 1936) como con la actual, se realizaban procesiones en rogativa de lluvia.

Por testimonio oral había conocido varias historias durante el pasado siglo XX, como cuando en cierta ocasión, estando dispuestos los hermanos a bajar al Cristo de la Vera Cruz de su altar para prepararlo para una procesión en rogativa de lluvias, al agarrarlo sonó el eco de un trueno que anunciaba una inesperada tormenta, a lo que el hombre que acababa de sostener a la imagen, atemorizado e incrédulo ante al aviso de llegada del anhelada agua, respondió con un gritó que resonó por toda la iglesia, escandalizando al propio párroco, D. Julio Martínez Bernal: ¡La orden, a este no se le puede tentar! Nótese que aunque probablemente hiciera uso del verbo tentar en referencia al tacto, la exclamación roza un profundo sentido teológico si interpretamos tentar en su acepción de probar a alguien.

Salvando las distancias, en primera persona les puedo contar esta anécdota vivida el 2 de abril de 2014. Por la mañana entregaba en el Palacio Arzobispal la documentación requerida para solicitar la correspondiente autorización para la restauración de la imagen del Señor de la Vera Cruz. Pocas horas después, por la tarde cayó en Paradas la tromba de agua más grande que en muchos años se recuerda, con calles anegadas de agua y todo el Pilar inundado, siendo Paradas el punto de la provincia de Sevilla donde más lluvia se registró por metro cuadrado. Con cierta ironía, escuché decir que era una señal del Cristo, que nos decía que llevaba muchos años aguantando sin salir a la calle y que pronto volvería a avivar los corazones de los paradeños.

Mapa de lluvia 2 abril 2014
Hace unos meses encontré varios documentos relativos a una procesión del Cristo de la Vera Cruz en el año 1882 por rogativa de lluvia. Se trata de correspondencia entre el Alcalde de Paradas (Sr. González, con nombre ilegible en el final de la carta y la firma), el Arzobispo de Sevilla (Joaquín Lluch y García) y el Arcipreste de Marchena (Juan Manuel Sanz, Cura ecónomo de San Juan Bautista), en relación a unos sucesos acaecidos durante la organización de la citada procesión. El principio de la historia es el siguiente: el cura párroco se opone a la salida de la procesión cuando ya todo está preparado y más de miles de personas esperan en la calle la salida del Cristo de la Vera Cruz.
Escudo Hdad. Vera Cruz


Con membrete de la “Alcaldía Constitucional de Paradas” y registrado como Negociado de Orden Público, número 267, y sello del Ayuntamiento de Paradas, el Alcalde de la villa se dirigía al Arzobispo de Sevilla en un lenguaje exquisito, comenzando con estas palabras que reproduzco literalmente:

“Excmo., Emmo. e Ilmo. Señor: La Hermandad del Santo Cristo de la Vera Cruz de esta villa acompañada de varios vecinos de la misma, se presentaron hace algunos días a mi autoridad con el objeto de obtener permiso para sacar en procesión de penitencia a la Santa Imagen, con el fin de implorar del Altísimo el agua, que tanta falta hace en atención a estar los campos áridos y casi secos, y está impregnado en los ánimos y corazones de los habitantes de este pueblo que siempre que se encontró en análogas circunstancias nos mandó su santo rocío. Por consiguiente, les concedí permiso, y cómo no, cuanto más en idénticas creencias y sentimientos.”

Esta frase es para releerla: “está impregnado en los ánimos y corazones de los habitantes de este pueblo que siempre que se encontró en análogas circunstancias nos mandó su santo rocío”.  Una vez más, por favor: siempre nos mandó su santo rocío. Con estas hermosas palabras queda reflejado el arraigo que existía en Paradas (“está impregnado en los ánimos y corazones de los habitantes de este pueblo”) de implorar la lluvia al Santísimo Cristo de la Vera Cruz: su santo rocío, y que siempre que se le pidió de este modo, la tan necesaria lluvia cayó sobre los campos de Paradas, paliando las graves consecuencias de las sequías en nuestro pueblo.

Continúa la misiva: “Al efecto, me pongo de acuerdo el Sr. Cura, de convocar al público para que asistiera al acto el viernes en la noche, y como por encanto y en un instante, se llenó de hombres la plaza, sitio donde se halla la Ermita, en número de más de mil, todos dispuestos y preparados para acompañar al Santo Cristo de la Vera Cruz”.
Imagen del Cristo de la Vera Cruz tras su restauración en 2015
Stmo. Cristo de la Vera Cruz

Vemos cómo efectivamente el pueblo responde a la convocatoria y ¡en número de más de mil!, los paradeños rebozan la plaza de San Juan de Letrán a la espera de la salida del Cristo. Para hacernos a la idea de la religiosidad de entonces y del fervor y devoción con que al Cristo de la Vera Cruz se le imploraba por el bien de las cosechas, tengamos presente que la Hermandad de la Vera Cruz entonces tenía su sede en la Ermita de San Juan de Letrán, y que ésta ocupaba el espacio que a día de hoy hay entre la fachada lateral del Ayuntamiento de Paradas y los jardines de la plaza, y que la Plaza de Andalucía no era tal, sino que había edificios. Pensemos en “más del mil hombres” en esa plaza. Podríamos decir coloquialmente que no cabría un alfiler.

En este contexto, al Alcalde de Paradas llegó la siguiente noticia: “Pues bien, Emmo. Sr., eran ya las diez de la noche cuando llegó a mí la noticia de cómo por entre la multitud se susurraba que el Sr. Cura había dado órdenes al campanero de que no hiciera señal, pues que no era de su agrado saliese la procesión, y persuadido de que por desgracia era todo una verdad y de que reinaba un disgusto y una indignación tal, en contra de esa disposición, que temeroso de que el orden público pudiera alterarse, y con el objeto de evitar escándalos y de que este pueblo fuese testigo de algún acto desagradable, me constituí en la plaza acompañado de la Guardia Civil y demás agentes de mi autoridad, donde tuve ocasión de ver que en efecto los ánimos de todos estaban muy excitados.

Di las disposiciones que creí convenientes en evitación de que el asunto tomara mayores proporciones, teniendo necesidad de ofrecerles a la vez, que la procesión saldría, para lo cual, y sabedor de que el Sr. Cura, al dar la orden al campanero de no tocar, tuvo la precaución de ausentarse de su casa con el propósito sin duda de eludir algún compromiso que pudiera contrariar su citada orden. En este momento tan crítico yo di las mías para que el Santo Cristo saliera y, ya casi en movimiento el paso, se presentó el Sr. Cura en el portal de estas casas capitulares, manifestando con extrañeza el que la procesión hubiera salido…”.

Al final la procesión salió, como no podía ser de otro modo, y en la carta continuaba el Alcalde de Paradas explicando algunas rencillas personales por las que creía que el cura párroco (del que no refiere su nombre) había actuado de aquella forma, e informaba al Arzobispo de que “con fecha de ayer di cuenta al Excmo. Sr. Gobernador Civil de la Provincia, por lo que en relación está con el Orden Público que tan recomendado me está por mi superior jerárquico (…) Emmo. Sr., hay también el precedente de que ya ha tenido dicho Sr. Cura varios altercados de mal género con los individuos que componen la Cofradía de la Vera Cruz, y veo con disgusto que están los ánimos de uno y de los otros muy predispuestos y abrigo temores que en  estos próximos días ocurran escenas desagradables, que yo tendría que lamentar, pero que de ningún modo podría haber evitado, pero siempre me quedaría la tranquilidad de mi conciencia por haber puesto con oportunidad en conocimiento de la autoridad Civil y Eclesiástica”.

Finaliza el alcalde esta primera carta con una serie de consideraciones personales en cuanto a la religiosidad de los paradeños (“los sentimientos de la mayor parte de los vecinos de este pueblo son religiosos en su más alto grado…”) y de cómo percibe la relación del cura párroco con algún presbítero y con la feligresía, realizando alguna singular petición que ya habrá otra ocasión para contarla.

Santísimo Cristo de la Vera Cruz tras la restauración de 2015
Una vez atendida la citada correspondencia, por parte del Arzobispo de Sevilla le fue solicitada información al Arcipreste de Marchena (Juan Manuel Sanz, Cura ecónomo de San Juan Bautista), lo cual queda reflejado en otra carta con membrete del Arciprestazgo de Marchena y fecha de 27 de abril de 1882, en la que el Arcipreste comunica que “en cumplimiento de lo que V. me ordena en su Comunicación he podido averiguar con la prudente reserva sobre los hechos indicados”.

En la misma, en primer lugar advierte que “por las noticias adquiridas de varias personas fidedignas y a la vez testigos presenciales, resulta que son ciertos los hechos denunciados por el Sr. Alcalde de Paradas…”, aunque posteriormente puntualiza que el resentimiento que ya existía entre alcalde y párroco por decisiones que con buena justificación éste último había tomado  podría haber ido a más el día de la salida de la procesión por no haber sido invitado, aunque “el Ayuntamiento dio parte al Sr. Cura de la hora de salida de la referida procesión, porque cuando fue una comisión a manifestárselo, aquel o no se hallaba en su casa o no tuvo a bien hacerse visible, es muy probable que los resentimientos antes dichos influyesen en el retraimiento del ya citado Sr. Cura”. Además aporta información relacionada con las apreciaciones que el alcalde realizaba al final de su carta, pero como antes decía, esa historia se podría contar en otro momento y, con un poco de imaginación, bien daría para completar el guión de una buena película.

He intentado averiguar cuándo fue exactamente la última vez que se realizaron rogativas por lluvia al Cristo de la Vera Cruz en Paradas. Debió ser aproximadamente en 1960, pues  personas nacidas en los años cuarenta las recuerdan en su juventud en al menos dos ocasiones, y mucho más tarde no pudieron ser, puesto que la Hermandad de la Vera Cruz realizó estación de penitencia hasta el año 1965.

Llevaban sobre los hombros al Cristo de la Vera de la Cruz, y se entonaban oraciones y cánticos, algunos de los cuales aun con su melodía me han sabido reproducir: “Agua te pedimos, Padre celestial. Envíanos el rocío con tu gran piedad. El trigo se seca, la hierba no nace y los pajarillos se mueren de hambre…”. También estaban quienes desconociendo las oraciones repetían insistentemente con toda su fe: agua, agua, agua… 
 
Cristo de la Vera Cruz bajo la torre de la Parroquia de San Eutropio (años 60)

Hace ya años que la previsión meteorológica predice con más o menos acierto la llegada de la lluvia y, además, al igual que en otras muchas poblaciones de nuestro entorno, la actividad económica en Paradas ya no depende tanto de la agricultura y la ganadería como lo hizo en otros tiempos, y no ha sido solamente en Paradas donde se han pedido estas procesiones. Aun así, y no habiéndolo conocido más que por testimonio oral, siento nostalgia de un pueblo que masivamente salía a la calle a rezar a Dios en situaciones de adversidad. Hemos vivido un último trimestre de 2015 seco que anticipa un mal año para el campo. Me contaba un buen amigo que repartió almanaques con una fotografía del Cristo de la Vera Cruz durante los últimos días del año por toda Paradas y que al poco vino la lluvia. Sí, ya sé: casualidad, vale. Pero déjenme que sencillamente interprete los hechos que suceden a mi alrededor sabiendo que Dios está ahí. Les aseguro que pronto, cuando volvamos a ver al Santísimo Cristo de la Vera Cruz por las calles de Paradas, no faltarán entre las intenciones por las que se pida antes de la procesión, las oraciones implorando que bendiga nuestros campos con su santo rocío.
 

David Florián Sanz
Secretario General de la Confraternidad de
Hermandades y Cofradías de la Vera Cruz

Artículo publicado en la revista "Cruz de Guía", editada por el Consejo Local de Hermandades y Cofradías de Penitencia de la Villa de Paradas