viernes, 3 de abril de 2009

Viernes de Dolores: Stabat Mater Dolorosa...

Desde el Concilio Vaticano II la Iglesia celebra la festividad de los Dolores de la Virgen el 15 de septiembre, un día después de la fiesta de Exaltación de la Santa Cruz (antes celebrada en el mes de mayo). Sin embargo, se acepta y sigue arraigado en nuestra tierra el Viernes de Dolores y son muchas las hermandades que finalizan sus cultos en honor a la Virgen con la liturgia propia de la festividad de los Dolores de la Virgen (no ya sólo en Sevilla, sino en numerosos pueblos de la provincia, como por ejemplo en nuestras vecinas localidades de Arahal y de Marchena).

En Paradas, históricamente fue un día grande, que ponía fin al solemne septenario que organizaba la Hermandad de los Dolores en honor de su titular, Nuestra Señora de los Dolores, imagen muy venerada en toda Paradas, que durante más de dos siglos procesionó con las hermandades de la Vera Cruz, de Jesús Nazareno y del Santo Entierro, acompañando a la Hermandad del Santísimo Cristo de la Vera Cruz hasta mitad de los años 60 del pasado siglo XX.

Hoy en día la festividad de los Dolores de la Virgen es celebrada en el mes de septiembre por la Hermandad de Jesús Cautivo, en honor de la Virgen del Mayor Dolor, y por la de Jesús Nazareno, en honor de la Virgen de los Dolores.

En la liturgia del día, al salmo responsorial le sigue el Stabat Mater, que, por su hermosura, reproducimos a continuación:

La Madre piadosa estaba
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía.

Cuya alma, triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.

¡Oh, cuán triste y cuán aflicta
se vio la Madre bendita,
de tantos tormentos llena!
Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.

Y ¿cuál hombre no llorara,
si a la Madre contemplara
de Cristo, en tanto dolor?

Y ¿quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?

Por los pecados del mundo,
vio a Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre.
Vio morir al Hijo amado,
que rindió desamparado
el espíritu a su Padre.

¡Oh dulce fuente de amor!,
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que, por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado
más viva en él que conmigo.

Y, porque a amarle me anime,
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí.

Y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.

Hazme contigo llorar
y de veras lastimar
de sus penas mientras vivo.

Porque acompañar deseo
en la cruz, donde le veo,
tu corazón compasivo.

¡Virgen de vírgenes santas!,
llore ya con ansias tantas,
que el llanto dulce me sea.
Porque su pasión y muerte
tenga en mi alma, de suerte
que siempre sus penas vea.

Haz que su cruz me enamore
y que en ella viva y more
de mi fe y amor indicio.
Porque me inflame y encienda,
y contigo me defienda
en el día del juicio.

Haz que me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance vida y alma estén.
Porque, cuando quede en calma
el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria. Amén.


Ad maiorem Dei Gloriam et Beatae Mariae Virginis