¡Cristo ha Resucitado!, este es el título del mensaje que hoy, Lunes de Pascua, queremos hacer llegar y que nos ofrece Monseñor Alfonso Milián Sorribas, Obispo de Barbastro-Monzón.
¡Cristo ha Resucitado! y nosotros debemos resucitar con Él.
Feliz Pascua a todos.
Hoy es un día de gran alegría para todos los que creemos en Cristo Jesús: ¡Cristo ha resucitado! Así dice el ángel a María Magdalena y a la otra María cuando fueron a ver el sepulcro. No temáis, id aprisa a decir a los discípulos que ha resucitado de entre los muertos. Ellas, mujeres que han vencido el miedo de ir solas al sepulcro en la madrugada de aquel primer día de la semana, son las primeras en conocer la sorprendente y gratificante noticia de la resurrección de Jesús. En el camino, es el mismo Jesús quien les sale al encuentro y les dice: ¡alegraos!, ¡no tengáis miedo! Después de este encuentro, nada se les pone por delante. El miedo ha desaparecido y se ha fortalecido su fe. Y sabemos que la fe mueve montañas. La fe de estas mujeres se traduce en una inmensa alegría, un gozo que les empuja a anunciar esta buena noticia. Van corriendo a donde están los discípulos para hacerles partícipes de la desbordante alegría que ellas acaban de experimentar. No se la guardan, necesitan comunicarla. Así se transmiten las buenas noticias, con alegría.
En aquel tiempo y cultura resulta sorprendente que sean unas mujeres las primeras en ver al Resucitado, y sorprende todavía más que Jesús quiera que sean ellas las que anuncien su resurrección a los discípulos. En aquella cultura, el testimonio de la mujer no era válido ante un tribunal. Pero sí lo era para Jesús. Con este gesto, Cristo promueve ante sus contemporáneos la dignidad de la mujer. Su actitud provocó sorpresa e incluso escándalo, porque su comportamiento era diferente al de los israelitas de su tiempo. Sus mismos discípulos se sorprendieron cuando le vieron hablar a solas con la samaritana en el pozo de Jacob.
Luego, Jesús se aparecerá a sus discípulos y les cambiará el miedo en gozo, como hizo con las mujeres, y los enviará a comunicar su resurrección a todo el mundo. Ahí están también los discípulos de Emaús, que regresan a su casa desanimados, pensando que todo ha terminado y no ha sido más que una ilusión. Pero Jesús se acerca a ellos, les acompaña, se interesa por sus cavilaciones, los anima y al partir el pan les abre los ojos, y ellos le reconocen. ¿Qué hacen estos dos discípulos? Vuelven corriendo a Jerusalén a contar a los Once lo que les había ocurrido por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Todos estos testigos se entregan en cuerpo y alma a comunicar que el Padre Dios ha resucitado a Jesús y lo ha constituido Mesías y Señor, venciendo la muerte más ignominiosa, la muerte en cruz. Nada se les pone por delante. Pablo nos describe las graves dificultades y peligros que ha tenido que superar: palizas, cárceles, los treinta y nueve golpes de rigor, los azotes, noches sin dormir, hambre y sed, muchos días sin comer, frío y desnudez, naufragios… Todo, para comunicar al mundo la mejor noticia: que Jesús, el que pasó haciendo el bien a todos y fue crucificado por los judíos, ha resucitado y vive.
A nosotros nos toca hoy transmitir esta experiencia a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, tan necesitados de la verdadera vida, la que nos trae el Resucitado. Que la alegría de la resurrección de Jesús llene nuestra vida. ¡Feliz Pascua!
Con mi afecto y bendición.
+ Alfonso Milián Sorribas
Obispo de Barbastro-Monzón
¡Cristo ha Resucitado! y nosotros debemos resucitar con Él.
Feliz Pascua a todos.
Hoy es un día de gran alegría para todos los que creemos en Cristo Jesús: ¡Cristo ha resucitado! Así dice el ángel a María Magdalena y a la otra María cuando fueron a ver el sepulcro. No temáis, id aprisa a decir a los discípulos que ha resucitado de entre los muertos. Ellas, mujeres que han vencido el miedo de ir solas al sepulcro en la madrugada de aquel primer día de la semana, son las primeras en conocer la sorprendente y gratificante noticia de la resurrección de Jesús. En el camino, es el mismo Jesús quien les sale al encuentro y les dice: ¡alegraos!, ¡no tengáis miedo! Después de este encuentro, nada se les pone por delante. El miedo ha desaparecido y se ha fortalecido su fe. Y sabemos que la fe mueve montañas. La fe de estas mujeres se traduce en una inmensa alegría, un gozo que les empuja a anunciar esta buena noticia. Van corriendo a donde están los discípulos para hacerles partícipes de la desbordante alegría que ellas acaban de experimentar. No se la guardan, necesitan comunicarla. Así se transmiten las buenas noticias, con alegría.
En aquel tiempo y cultura resulta sorprendente que sean unas mujeres las primeras en ver al Resucitado, y sorprende todavía más que Jesús quiera que sean ellas las que anuncien su resurrección a los discípulos. En aquella cultura, el testimonio de la mujer no era válido ante un tribunal. Pero sí lo era para Jesús. Con este gesto, Cristo promueve ante sus contemporáneos la dignidad de la mujer. Su actitud provocó sorpresa e incluso escándalo, porque su comportamiento era diferente al de los israelitas de su tiempo. Sus mismos discípulos se sorprendieron cuando le vieron hablar a solas con la samaritana en el pozo de Jacob.
Luego, Jesús se aparecerá a sus discípulos y les cambiará el miedo en gozo, como hizo con las mujeres, y los enviará a comunicar su resurrección a todo el mundo. Ahí están también los discípulos de Emaús, que regresan a su casa desanimados, pensando que todo ha terminado y no ha sido más que una ilusión. Pero Jesús se acerca a ellos, les acompaña, se interesa por sus cavilaciones, los anima y al partir el pan les abre los ojos, y ellos le reconocen. ¿Qué hacen estos dos discípulos? Vuelven corriendo a Jerusalén a contar a los Once lo que les había ocurrido por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Todos estos testigos se entregan en cuerpo y alma a comunicar que el Padre Dios ha resucitado a Jesús y lo ha constituido Mesías y Señor, venciendo la muerte más ignominiosa, la muerte en cruz. Nada se les pone por delante. Pablo nos describe las graves dificultades y peligros que ha tenido que superar: palizas, cárceles, los treinta y nueve golpes de rigor, los azotes, noches sin dormir, hambre y sed, muchos días sin comer, frío y desnudez, naufragios… Todo, para comunicar al mundo la mejor noticia: que Jesús, el que pasó haciendo el bien a todos y fue crucificado por los judíos, ha resucitado y vive.
A nosotros nos toca hoy transmitir esta experiencia a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, tan necesitados de la verdadera vida, la que nos trae el Resucitado. Que la alegría de la resurrección de Jesús llene nuestra vida. ¡Feliz Pascua!
Con mi afecto y bendición.
+ Alfonso Milián Sorribas
Obispo de Barbastro-Monzón