Comenzamos hoy con la publicación de una serie de reflexiones en torno a la Eucaristía, como preparación a la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, el próximo domingo 14 de junio.
La primera de ellas se centra en la Eucaristía como misterio.
Señor Jesús:
La Eucaristía, don entregado a los hombres, es “misterio” para el hombre que se acerca hasta ti y te recibe. Es el plan amoroso de Dios sobre los hombres, manifestado y realizado en ti.
En tu entrega, la noche de la Última Cena, te diste todo entero hasta la muerte, y una muerte de Cruz, y contigo el Padre nos dio todo lo que podía darnos.
Cuando te recibimos entre nuestras manos (nuestros ojos contemplan sólo pan y vino) nosotros, que somos el cuerpo de Cristo, lo que recibimos es nuestro propio misterio.
Desde nuestro Bautismo estamos unidos indisolublemente a ti: en ti vivimos, nos movemos y existimos, y cada Eucaristía refuerza esta unión contigo.
Tú, Cristo glorioso que estás en los cielos, te haces presente en la Eucaristía. Ya no estás solo, sino unido a todos tus miembros, que somos nosotros, los hombres, tus discipulos.
Éste es el sacrificio de los cristianos: Unidos a Cristo formamos un solo cuerpo.
Tu, Señor, te entregas y nosotros nos entregamos, nos entregamos mutuamente para ser «una sola carne». Y eso es lo que ocurre entre Tú y nosotros: La Eucaristía, misterio de amor, es la entrega mutua entre Tú y nosotros, y la entrega de los dos, formando un solo cuerpo, al Padre.
Señor Jesús: Este es el misterio de nuestra fe.
La primera de ellas se centra en la Eucaristía como misterio.
Señor Jesús:
La Eucaristía, don entregado a los hombres, es “misterio” para el hombre que se acerca hasta ti y te recibe. Es el plan amoroso de Dios sobre los hombres, manifestado y realizado en ti.
En tu entrega, la noche de la Última Cena, te diste todo entero hasta la muerte, y una muerte de Cruz, y contigo el Padre nos dio todo lo que podía darnos.
Cuando te recibimos entre nuestras manos (nuestros ojos contemplan sólo pan y vino) nosotros, que somos el cuerpo de Cristo, lo que recibimos es nuestro propio misterio.
Desde nuestro Bautismo estamos unidos indisolublemente a ti: en ti vivimos, nos movemos y existimos, y cada Eucaristía refuerza esta unión contigo.
Tú, Cristo glorioso que estás en los cielos, te haces presente en la Eucaristía. Ya no estás solo, sino unido a todos tus miembros, que somos nosotros, los hombres, tus discipulos.
Éste es el sacrificio de los cristianos: Unidos a Cristo formamos un solo cuerpo.
Tu, Señor, te entregas y nosotros nos entregamos, nos entregamos mutuamente para ser «una sola carne». Y eso es lo que ocurre entre Tú y nosotros: La Eucaristía, misterio de amor, es la entrega mutua entre Tú y nosotros, y la entrega de los dos, formando un solo cuerpo, al Padre.
Señor Jesús: Este es el misterio de nuestra fe.