lunes, 4 de octubre de 2010

Mirad al Señor






51 Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo».

52 Los judíos discutían entre sí, diciendo: «¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?».

53 Jesús les respondió: «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis Vida en vosotros.

54 El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

55 Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida.

56 El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.

57 Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí.

(...) 60 Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: «¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?».

61 Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: «¿Esto os escandaliza? (...)

66 Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo.

67 Jesús preguntó entonces a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?».

68 Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna.

Del discurso en la sinagoga de Cafarnaún (Jn 6, 51-58)