jueves, 29 de mayo de 2014

Confirmaciones en la Parroquia de San Eutropio

El siguiente relato figuradamente narrado por el padre de uno de ellos, está dedicado a todos los que mañana viernes, jóvenes y algunos con más años, van a recibir el sacramento de la Confirmación en la Parroquia de San Eutropio, en una ceremonia que celebrará nuestro querido Arzobispo, don Juan José Asenjo:

Mañana seré tu padrino de Confirmación. Estás en la flor de la vida, en plena juventud que desembarca en una madurez responsable, la misma madurez responsable que alguno de tus amigos que también serán confirmados, ya padres de familia.

Como padre me ha resultado muy emocionante haber visto cómo de manera espontánea quisiste apuntarte a la catequesis de Confirmación en la Parroquia y que, finalizada esa etapa, me pidieras que fuera tu padrino y que mañana viernes, en la festividad del rey San Fernando, a quien tanto debemos y a quien sabes que tanto admiro, me acerque contigo al altar para que, elegante con tu traje y tu corbata, y bajo la atenta mirada de nuestro Santo Patrón Eutropio, vea cómo te imponen el crisma mientras digo tu nombre y me vengan a la memoria tantos momentos que hemos vivido juntos.

Te recordaré de bebé, cuando te trajimos a bautizarte y te pusimos a las plantas de San Eutropio por primera vez.

Recordaré cuando eras un crío y te llevaba a la cama y rezaba contigo “Jesusito de mi vida”, con las misma palabras como yo lo había rezado también en mi infancia con tus abuelos, como tantos niños de tu edad hacían y como tantos niños siguen y seguirán rezando. Y cómo no acordarme de cuando le pedías al Niño Jesús que te ayudase a ser un niño bueno, bueno, bueno.

O cuando te enseñé a santiguarte y te explicaba que cuando hacías la señal de la Cruz en la frente era para borrar los malos pensamientos, en la boca para quitar las malas palabras y en el pecho para sacar del corazón los malos sentimientos. Y te susurraba al oído que cuando fueras mayor tú se lo enseñarías a tus hijos.

Te ayudaba a preparar la confesión, que lleno de nervios te costaba arrancar con el “Ave María Purísima, hace tanto tiempo que no me confieso...”, te acompañaba a la misa de los domingos y cuando creciste un poco más, ya te sentabas en misa con Mamá, con tu hermana y conmigo, y en familia nos acercábamos a comulgar.

Y ahora es tu decisión, tu responsabilidad, tu libertad bien ejercida, la que hace que este viernes nuestro Arzobispo te imponga las manos y te diga "Recibe por esta señal de la Cruz el don del Espíritu Santo".

Habrá quienes digan que no es más que un rito equivalente a una presentación en sociedad, o que se hace por inercia. Pero para nosotros los cristianos, es más, mucho más. Es un acto de libertad por el que te enfrentas a una decisión en relación con lo más íntimo, con tu fe, y decides comprometerte.

Libremente decides comprometerte y ejerces este acto de madurez. A partir de ahora tienes que saber que dispones de una libertad para usar tu cuerpo, tu mente y tu alma. Pero también asumes una responsabilidad. Precisamente en los tiempos de hoy, en unos momentos en los que la libertad es la reina y la responsabilidad es la gran ausente, tengo que decirte que estoy orgulloso de ti pero también tengo que decirte que ser libre es muy duro y que la responsabilidad inherente a la libertad de la que disfrutas te hará pagar precios a lo largo de su vida.

Como padre tengo la sensación de triunfo por haber llegado hasta aquí contigo y una vez más tengo que dar gracias a Dios por darme la oportunidad de dejarme disfrutar de este día.

Y como cristiano, es esperanzador ver a este grupo con el que te has preparado para la Confirmación con alegría y al que dan ganas de gritar: seguid trabajando en arreglar el mundo, permaneced firmes en la fe y pasad el testigo a vuestros hijos.

Que Dios os bendiga.