martes, 5 de abril de 2011

Buena Muerte

La buena muerte o muerte digna, o como se la quiera llamar, la da la fe, la categoría al morir, la dignidad de quien sabe Quien le espera con los brazos abiertos.

Por eso, paradojas del Evangelio, los parias que morían en las calles de Calcuta en los tiernos brazos de la Madre Teresa, sintiéndose al final amados, morían con dignidad. Y en cambio, tantos con tanto puesto, muriendo sin fe y sin esperanza, no tienen una muerte digna al morir sin la alegría de un Encuentro que es la vocación que da sentido a la vida entera del hombre.

A este respecto, referimos a continuación una columna de Javier Criado (uno de los psiquiatras más prestigiosos de Sevilla), publicada recientemente en ABC de Sevilla.


Buena Muerte
JAVIER CRIADO

De forma equivocada se piensa que Buena Muerte es aquella que cursa con placidez durante los últimos minutos o instantes de vida. No es así. Eso es una buena agonía, no una buena muerte. La muerte no es el final de la existencia natural sino el principio —esa es la fe— de la otra experiencia. Hasta llegar a ella imperan los procesos naturales y sobre ellos descansa el estar, el existir. Una vez aposentada ésta, es en lo sobrenatural donde se pisa todo el territorio.

No podemos decir que alguien murió mal por haber sufrido un proceso agónico doloroso, angustioso o agitado. Sería una necia inexactitud además de una barbaridad. Hay millones de enfermos que pueden llegar a retorcerse en sus camas antes de expirar -procesos de enfermedades terminales los hay de muchas y muy variadas características- y que sin embargo puede afirmarse de ellos que han muerto en paz. Es así porque enfrentaron la despedida con los deberes hechos. Y llegados al examen final, al trascendente, pasaron la prueba por derecho.

Esa es la Buena Muerte.

Dios-Hombre no se prepara una cama calentita rodeada por todas partes de cariño y confort. Sin embargo, encarna como nadie el más válido ejemplo. Es Él, por antonomasia, la Buena Muerte. No sufras si vistes padecer a alguien en la agonía; se estaba ganando el cielo, a pulso. Como buen trabajador hasta el fin, con uñas y dientes.