martes, 23 de febrero de 2010

Los obispos de Andalucía reclaman al Parlamento Andaluz que se proteja la vida sin ambigüedad en el proceso de muerte

NOTA DE LOS OBISPOS DE ANDALUCÍA ANTE EL PROYECTO DE LEY DE DERECHOS Y GARANTÍAS DE LA DIGNIDAD DE LA PERSONA EN EL PROCESO DE LA MUERTE

Con ocasión de la publicación del anteproyecto de ley de derechos y garantías de la dignidad de la persona en el proceso de la muerte, los Obispos de las diócesis de Andalucía publicamos el día 28 de diciembre de 2008 la Nota pastoral “Ante el proceso de la muerte, promover o permitir la muerte”. Allí recordábamos los principios morales que deben guiar la regulación del tratamiento clínico de todo enfermo en el proceso de la muerte.

Publicado el Proyecto de Ley de la Junta de Andalucía, valoramos positivamente cuanto se regule en favor de la humanización del proceso de la muerte, salvaguardando siempre el derecho primario y fundamental a la vida de toda persona. Tal es el caso de garantizar el derecho de todos los enfermos terminales a recibir una buena medicina paliativa, así como el apoyo a sus familiares (Arts. 12-16). Igualmente será de gran utilidad el correcto funcionamiento de los comités de ética para el discernimiento de los médicos en los casos más complejos.

Al mismo tiempo, consideramos necesario llamar la atención sobre aquellos aspectos del Proyecto de Ley que, a nuestro juicio, requieren mayor claridad y precisión lejos de toda ambigüedad.

1.- Carece de fundamento antropológico el distinguir entre vida biológica y vida personal (Cf. Preámbulo). La vida humana es siempre una unidad biológica y personal y la atención médica ha de ser integral. Estas ambigüedades abren el camino a interpretaciones contrarias a la dignidad de la persona humana en el proceso de su muerte con el riesgo de favorecer una forma de eutanasia encubierta.

2.- El Proyecto dice que los fines de la Ley son proteger la dignidad de la persona y asegurar la autonomía del paciente y el respeto a su voluntad en el proceso de la muerte (Art. 2). Ante estos fines hay que evitar toda ambigüedad y dejar claro que la autonomía personal nunca puede llegar a justificar decisiones o actos contra la vida humana propia o ajena, pues sin vida no puede haber libertad. No tiene sentido contraponer el derecho a la libre autodeterminación de la persona, como expresión de su dignidad, al bien de la vida humana, puesto que la vida humana, cualquiera que sea su estado de plenitud o de deterioro, es siempre vida personal, y por lo mismo goza indisociablemente de la dignidad indivisible de la persona.

3.- La limitación del “esfuerzo terapéutico” tiene que dejar claro que en los enfermos en coma o en estado vegetativo los cuidados ordinarios y básicos, como la hidratación y la alimentación, hay que realizarlos siempre. Si se prescinde de ellos en lugar de permitir la muerte inevitable lo que se hace es provocarla y esto es una forma de eutanasia.

4.- La aplicación de esta Ley exige su adecuada financiación que garantice los derechos del enfermo a una buena medicina paliativa y evite la menor duda de que el enfermo, aunque esté muy deteriorado por la enfermedad, no ha perdido ni un ápice de su dignidad.

5.- Ante la dificultad de discernir en algunos casos o ante el posible conflicto de valores se ha de reconocer a los profesionales sanitarios el derecho a la objeción de conciencia.

Sevilla 22 Febrero de 2010

domingo, 14 de febrero de 2010

"En las vísperas de la Cuaresma", carta de Mons. Juan José Asenjo


Reproducimos a continuación la siguiente carta de nuestro Arzobispo, Mons. Juan José Asenjo Pelegrina, con motivo de la llegada del tiempo de Cuaresma el próximo 17 de febrero, Miércoles de Ceniza:

Queridos hermanos y hermanas:

El próximo miércoles comenzaremos el tiempo santo de Cuaresma. La invitación a la oración, el ayuno y la limosna, que nos hará la liturgia del Miércoles de Ceniza, nos indica el camino a seguir en este tiempo particularmente fuerte del año litúrgico, en el que todos estamos llamados a la conversión, que nos prepara para celebrar el Misterio Pascual, centro de la fe y de la vida de la Iglesia. La participación en el triunfo de Cristo sobre el pecado y la muerte, que actualizaremos litúrgicamente en la solemne Vigilia Pascual, exige un “pueblo bien dispuesto” (Lc 1,17), a través de la meditación más asidua de la Palabra de Dios, la penitencia, el dominio de nuestras pasiones y la práctica de la caridad.

Oración, ayuno y limosna, como nos pide Jesús en el sermón del monte (Mt 6,2-18), continúan siendo los caminos fundamentales para vivir el éxodo espiritual que es la Cuaresma, contribuyendo poderosamente a nuestra conversión y a restaurar en nosotros la comunión que el pecado destruye. La libertad interior que acrecienta en nosotros el ayuno nos reconcilia con nosotros mismos, la oración robustece nuestra comunión con Dios, y la limosna y la caridad fraterna nos reconcilian con los hermanos.

Esta triple reconciliación encuentra su vínculo de unión en el amor, que como nos recordó Benedicto XVI en su primera encíclica es “la opción fundamental de la vida del cristiano” (DCE, 1). El amor es, en efecto, el “corazón de la fe cristiana” y el núcleo del “mandamiento nuevo” (Jn 13,34), que hemos de vivir no simplemente como una obligación, sino como la respuesta al don del amor con el que Dios nos ha amado primero y viene a nuestro encuentro (1 Jn 4,10), un amor con el que Dios nos colma y enriquece y que nosotros debemos comunicar a los demás.

Esta perspectiva unitaria del amor, que el Papa delineó en la citada encíclica, pone de manifiesto la imposibilidad de separar el amor a Dios y al prójimo, ya que como nos recuerda el apóstol San Juan, no podemos decir que amamos a Dios a quien no vemos si no amamos al prójimo a quien vemos (1 Jn 4,20). El amor al prójimo es un camino privilegiado para encontrar a Dios, del mismo modo que el amor verdadero al prójimo sólo es posible a partir del encuentro íntimo con Dios (DCE 16-18).

Estas reflexiones pueden iluminarnos a la hora de renovar durante esta Cuaresma la práctica de la limosna, recomendada por la Escritura como un acto grato a Dios, que no queda sin recompensa, y que es particularmente urgente en estos momentos en que tantos hermanos nuestros sufren las consecuencias de la crisis económica, a la que se añade la situación límite de nuestros hermanos de Haití, tan duramente golpeados por la reciente catástrofe.

Pero si es importante la ayuda a los pobres, bien a través de la caridad individual, ya sea a través de las organizaciones caritativas de la Iglesia, es también importante contemplar a quienes sufren con los ojos de Cristo, que se “compadecía” de las necesidades de todos aquellos que se acercaban a Él. Como Cristo, hemos de contemplar a quienes necesitan nuestra ayuda con una mirada de amor compadecida y concreta sin conformarnos con la donación impersonal de los bienes materiales que nos sobran.

A lo largo del camino cuaresmal que vamos a iniciar, tenemos la oportunidad de conformar nuestra mirada con la de Cristo. De esta manera han vivido la caridad y la limosna los grandes santos de la Iglesia, como la Beata Teresa de Calcuta, que solía repetir que “no hay mayor pobreza que la soledad”; ó San Vicente de Paúl, que exhortaba de este modo a sus Hijas de la Caridad: “No todo consiste en dar el caldo y el pan. Eso pueden hacerlo los ricos. Tú eres la pobre sierva de los pobres, siempre sonriente y de buen humor. Únicamente por tu amor, sólo por tu amor, los pobres te perdonarán el pan que tú les das”.

La Cuaresma nos invita a mirar a nuestro alrededor y a sintonizar con las necesidades de quienes nos rodean, necesidades materiales ciertamente, pero también esas otras más profundas que nos llaman a ser generosos con nuestro afecto y nuestro tiempo. Si la nuestra es una mirada de amor, descubriremos también una sed honda, que hay en muchos hermanos nuestros, la sed de Dios y de Jesucristo. Este anhelo que existe en el corazón de los hombres debe movernos a compasión y movilizar también nuestro ardor apostólico, sabiendo, con la certeza que nos da la fe, que como ha escrito Benedicto XVI, “quien no da a Dios, en realidad, da demasiado poco”, pues como decía a menudo la Beata Teresa de Calcuta “la primera pobreza de los pueblos es no conocer a Cristo”.

Con mi saludo fraterno y mi bendición, os deseo a todos una santa y fecunda Cuaresma.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
Administrador Apostólico de Córdoba




viernes, 15 de enero de 2010

Petición de calle para el Cardenal Amigo

A iniciativa del grupo de formación parroquial de la Vera Cruz y de este Foro, el pasado 11 de enero se entregó un escrito en el Ayuntamiento de Paradas dirigido al Excmo. Sr. Alcalde solicitando la apertura de un expediente con objeto de que fray Carlos Amigo sea incluido en el nomenclátor de Paradas, de modo que quienes así lo deseen puedan adherirse a esta petición.

Como es sabido, la Diócesis de Sevilla ha tenido el gran honor de ser presidida durante 27 años por Su Eminencia Reverendísima Fray Carlos Amigo Vallejo. La Archidiócesis ha sentido el orgullo de tener a uno de los diez Cardenales de la Iglesia de nacionalidad española. Y este orgullo es doble, por la gran dignidad que en sí representa y por la estrecha vinculación y apoyo de este Pastor hacia su rebaño.

Paradas ha sido consciente de ello y siempre que fray Carlos nos ha visitado las muestras de cariño hacia y por parte de nuestros vecinos y vecinas han sido evidentes.

Pero la meritoria labor de Su Eminencia va más allá de su ingente tarea como hombre de Iglesia. Fray Carlos Amigo Vallejo, no sólo ha sabido ganarse el aprecio de toda la ciudadanía y de sus instituciones, tanto religiosas como civiles, sino que ha participado plenamente en ellas, siendo un referente necesario en el mundo social, cultural y académico. Basta recordar que ha sido impulsor de importantes congresos religiosos internacionales eclesiásticos celebrados en Sevilla y que S. S. Juan Pablo II, de santa memoria, visitó nuestra Archidiócesis en dos ocasiones.

Por todo ello, y atendiendo a su meritoria y continuada labor, este grupo de paradeños y paradeñas ha tenido el honor de solicitar al Excmo. Sr. Alcalde de Paradas que emita las órdenes oportunas para que se dé comienzo al expediente mencionado.

En las próximas fechas trasladaremos esta iniciativa a las diferentes instituciones y asociaciones representativas de la localidad, con la intención de hacer partícipes de esta iniciativa al resto de la comunidad parroquial de San Eutropio y a todo el pueblo de Paradas.

La inclusión de Fray Carlos Amigo en el nomclátor de Paradas no sólo será un acto de justicia, sino una acción que honrará a nuestro pueblo y a sus regidores al mostrar públicamente su reconocimiento a tan meritorio benefactor de nuestra sociedad.


miércoles, 30 de diciembre de 2009

Villancicos con gracia y con fe

Sin ánimo de dar publicidad, tenemos a bien hacer referencia a la entrevista publicada ayer día 29 de diciembre en ABC de Sevilla al artista Manuel Lombo.

Resulta que Manuel Lombo ha publicado un disco de villancicos flamencos en el que hay un villancico "anti aborto". La referida entrevista, del todo "políticamente incorrecta", la titulaba ABC así:

"
Estoy en contra del aborto. ¿A cuántos genios habremos matado"

Manuel Lombo, que se declara católico en la entrevista, como podéis ver en el vídeo de más abajo canta y baila los villancicos cuan ángeles pintados por Murillo o Zurbarán. Ahí está el artista, católico de tablao derrochando gracia por los cuatro costaos, en presencia de los Rancapino, Remedios Amaya, Manuel, dos Carmona, el hijo de Valderrama y Dolores Abril, y un coro de flamencos con sangre de reyes.

Fijémonos en la letra que canta Manuel Lombo, que es una gloria:

"... José ha visto que su vara
de nardo está florecía
y azucenas en la cara
le florecen a María
el buey y la mula
le dan su calor
al Rey de los Cielos
que anoche nació..."


Y remata cantando el villancico de los pañales, tan gitano.



Con un ¡ole! para Manuel Lombo, despedimos este año deseando a nuestros lectores un venturoso 2010.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Feliz Navidad


El Foro Cristo de la Vera+Cruz os desea unas muy felices y santas fiestas de Navidad, en la paz y en la alegría de Jesús Niño recién nacido, y un año 2010 lleno de bendiciones del cielo.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Solemnidad de la Inmaculada Concepcion de María

En la víspera de la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, reproducimos a continuación esta carta que por tal motivo publicó en el pasado año 2008 nuestro Arzobispo D. Juan José Asenjo.

Queridos hermanos y hermanas:

El próximo lunes celebraremos con todo esplendor en nuestra Diócesis la solemnidad de la Inmaculada Concepción, dogma definido por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854. El núcleo del dogma proclamado en aquella fecha, que todos los católicos debemos creer, afirma que la Santísima Virgen, “fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano”.

La Concepción Inmaculada de María es una de las obras maestras de la Santísima Trinidad. En la plenitud de los tiempos, Dios Padre quiere preparar una madre para su Hijo, que se va a encarnar por obra del Espíritu Santo para nuestra salvación, para hacernos hijos adoptivos, para que seamos santos e irreprochables ante Él por el amor (Ef 1, 4-5). Y piensa en una madre que no tenga parte con el pecado, no contaminada por el pecado original y libre también de pecados personales, limpia y santa.

La Concepción Inmaculada de María es consecuencia de su maternidad divina. Nadie más que Jesús ha podido diseñar el retrato interior y exterior de su Madre y, por ello, pudo hacerla pura, hermosa y “llena de gracia” (Lc 1,18), como hubiéramos hecho cualquiera de nosotros si hubiera estado en nuestra mano elegir las cualidades de quien nos ha dado el ser. Este privilegio excepcional es el primer fruto de la muerte redentora de Cristo. Mientras el común de los mortales somos liberados del pecado original en el bautismo por el Misterio Pascual de Cristo muerto y resucitado, María es preservada del pecado aplicándosele anticipadamente los méritos de su sacrificio redentor. Aquí encontramos la razón de su plenitud de gracia, de la ausencia durante su peregrinación terrena de pecados personales y de cualquier desorden moral. Este es el fundamento también de los demás privilegios marianos, entre ellos su Asunción en cuerpo y alma al cielo. En María aparece de forma esplendorosa la victoria total de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte. En este sentido, María es la más redimida, el fruto más acabado y hermoso del sacrificio pascual de Cristo, la “redimida de modo eminente” como la califica el Concilio Vaticano II (LG 53).

Esta verdad, definida por el Papa Pío IX, es una de las que más hondamente han calado en el alma del pueblo cristiano, cuyo sentido de la fe, ya en los primeros siglos de la Iglesia, percibe a la Santísima Virgen como “la sin pecado”. La conciencia de que la Virgen fue concebida sin pecado original se traslada a la liturgia, a las enseñanzas de los Padres y de los teólogos. En el camino hacia la definición, pocas naciones han contraído tantos méritos como España. En el siglo XVI son muchas las instituciones, que hacen suyo el “voto de la Inmaculada”. Universidades, gremios y cabildos e incluso ayuntamientos juran solemnemente defender “hasta el derramamiento de su sangre” los privilegios marianos, especialmente el de la Inmaculada Concepción.

La conciencia de que María fue concebida sin pecado estalla en la época barroca, en la pluma de nuestros poetas, en los lienzos de nuestros pintores, en las tallas de nuestros escultores e imagineros y, sobre todo, en la devoción de nuestro pueblo. Por ello, no es extraño que en España se viviera con singular regocijo y alegría la definición dogmática por el Papa Pío IX. Nuestra Diócesis de Córdoba no queda a la zaga en la defensa del privilegio de la Concepción Inmaculada de María. A partir del Renacimiento, en su honor se erigen cofradías, se celebran fiestas religiosas y salen a la luz numerosas publicaciones que defienden la limpia Concepción. A mediados del siglo XVII, los Cabildos catedralicio y municipal de la ciudad y otros muchos ayuntamientos de la provincia se imponen la obligación de jurar la defensa de la doctrina de la Concepción Inmaculada de María en los actos de toma de posesión de sus cargos. Fruto de este fervor mariano son los cientos de cuadros y tallas bellísimos dedicados a la Inmaculada en la Catedral y en todas las Iglesias de la Diócesis, aspecto éste que llama poderosamente la atención de quienes venimos de otras latitudes geográficas.

La tradición inmaculista no debe perderse entre nosotros. Por ello, para estar a la altura de nuestros predecesores en la fe, vivamos con hondura la fiesta de la Inmaculada Concepción. Contemplemos largamente las maravillas obradas por Dios en nuestra Madre. Alabemos a la Santísima Trinidad por María, la obra más perfecta salida de sus manos. Felicitemos a la Virgen y, sobre todo, imitémosla luchando contra el pecado y viviendo en gracia de Dios. Pidamos a Dios, con la oración colecta de esta solemnidad que Él que preservó a María de todo pecado, nos conceda por su intercesión llegar a Él limpios de todas nuestras culpas.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición. Feliz domingo y feliz día de la Inmaculada.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Obispo de Córdoba
03/12/2008



domingo, 29 de noviembre de 2009

Homilía del Papa al inicio del Adviento 2009

Queridos hermanos y hermanas:

Con esta celebración vespertina entramos en el tiempo litúrgico de Adviento. En la lectura bíblica que acabamos de escuchar, tomada de la Primera Carta a los Tesalonicenses, el apóstol Pablo nos invita a preparar la «Venida de nuestro Señor Jesucristo» (5,23), conservándonos irreprochables, con la gracia de Dios. Pablo utiliza la palabra ‘venida’ - en latín ‘adventus’ – de la que proviene ‘Adviento’.

Reflexionemos brevemente sobre el significado de esta palabra que puede traducirse con ‘presencia’, ‘llegada’, ‘venida
. En el lenguaje del mundo antiguo era un término técnico empleado para indicar la llegada de un funcionario, la visita del rey o del emperador a una provincia. Pero podía indicar también la venida de la divinidad, que sale de su escondimiento para manifestarse con potencia, o que se celebra presente en el culto. Los cristianos adoptaron la palabra ‘adviento’ para expresar su relación con Jesucristo: Jesús es el Rey, entrado a esta pobre ‘provincia’, denominada tierra para visitar a todos; en la fiesta de su adviento hace que participen cuantos creen en Él, cuantos creen en su presencia en la asamblea litúrgica. Con la palabra adventus se quería decir sustancialmente: Dios está aquí, no se ha retirado del mundo, no nos ha dejado solos. Aunque no lo podamos ver y tocar, como sucede con las realidades sensibles, Él está aquí y viene a visitarnos de múltiples formas.

El significado de la expresión ‘adviento’ comprende, por lo tanto, también el de ‘visitatio’, que quiere decir simple y propiamente ‘visita’. En este caso, se trata de una visita de Dios: Él entra en mi vida y quiere dirigirse a mí. Todos experimentamos, en la existencia cotidiana, tener poco tiempo para el Señor y poco tiempo también para nosotros. Se acaba siendo absorbidos por el ‘quehacer’. ¿Acaso no es verdad que, a menudo, es precisamente la actividad la que nos posee, la sociedad con sus múltiples intereses la que monopoliza nuestra atención? ¿Acaso no es verdad que se dedica mucho tiempo a la diversión y a varios tipos de distracciones? A veces las cosas nos “atropellan”. El Adviento, este tiempo litúrgico fuerte que estamos comenzando, nos invita a detenernos en silencio para percibir una presencia. Es una invitación a comprender que cada una de las vivencias del día son señales que Dios nos dirige, signos de la atención que tiene para con cada uno de nosotros ¡Cuán a menudo Dios nos hace percibir algo de su amor! Mantener, por decir así, un “diario interior” de este amor sería una tarea bella y saludable para nuestra vida! El Adviento nos invita e impulsa a contemplar al Señor presente. La certeza de su presencia ¿no debería ayudarnos a ver el mundo con ojos distintos? ¿No debería ayudarnos a considerar toda nuestra existencia como “visita”, como un modo en el que Él puede venir a nosotros y acercarse a nosotros, en toda situación?

Otro elemento fundamental del Adviento es la espera, espera que es, al mismo tiempo esperanza. El Adviento nos impulsa a comprender el sentido del tiempo y de la historia como “kairós”, como ocasión favorable para nuestra salvación. Jesús ha explicado esta realidad misteriosa en muchas parábolas: en la narración de los siervos invitados a esperar el regreso del amo; en la parábola de las vírgenes que esperan al esposo; o en las de la siembra y de la cosecha. El hombre, en su vida, está en espera constante: cuando es niño quiere crecer; siendo adulto tiende a la realización y al éxito y, avanzando en la edad, anhela el merecido descanso. Pero llega el tiempo en el que descubre que ha esperado demasiado poco si, más allá de su profesión o de su posición social, no le queda nada más por esperar. La esperanza marca el camino de la humanidad, pero para los cristianos está animada por una certeza: el Señor está presente en el transcurso de nuestra vida, nos acompaña y un día enjugará también nuestras lágrimas. Un día, no lejano, todo encontrará su cumplimiento en el Reino de Dios, Reino de justicia y de paz.

Pero hay formas muy distintas de esperar. Si el tiempo no se llena con un presente que tenga sentido, la espera corre el riesgo de volverse insoportable; si se espera algo, pero en este momento no hay nada - es decir si el presente se queda vacío – cada instante que pasa parece exageradamente largo, y la espera se transforma en un peso demasiado grave, porque el futuro queda totalmente en la incertidumbre. Sin embargo, cuando el tiempo está dotado de sentido, y en cada instante percibimos algo específico y válido, entonces la alegría de la espera hace que el presente sea más precioso.

Queridos hermanos y hermanas, vivamos intensamente el presente donde ya nos llegan los dones del Señor, vivámoslo proyectados hacia el futuro, un futuro cargado de esperanza. El Adviento cristiano se vuelve, de este modo, ocasión para volver a despertar en nosotros el sentido verdadero de la espera, volviendo al corazón de nuestra fe, que es el misterio de Cristo, el Mesías esperado durante largos siglos y nacido en la pobreza de Belén. Viniendo entre nosotros, nos ha brindado y sigue ofreciéndonos el don de su amor y de su salvación. Presente entre nosotros, nos habla de múltiples modos: en la Sagrada Escritura, en el año litúrgico, en los santos, en las vivencias de la vida cotidiana, en toda la creación, que cambia aspecto, según esté Él detrás de ella, o si queda ensombrecida por la niebla de un origen incierto o de un futuro incierto futuro. Por parte nuestra, también nosotros podemos dirigirle la palabra, presentarle los sufrimientos que nos afligen, nuestra impaciencia, las preguntas que brotan de nuestro corazón ¡Estemos seguros de que nos escucha siempre! Y si Jesús está presente, ya no existe ningún tiempo sin sentido y vacío. Si Él está presente, podemos seguir esperando, aún cuando los demás ya no pueden asegurarnos ningún apoyo, aún cuando el presente se vuelve fatigoso.

Queridos amigos, el Adviento es el tiempo de la presencia y de la espera de lo eterno. Precisamente por esta razón es, en especial, el tiempo de la alegría, de una alegría interiorizada, que ningún sufrimiento puede cancelar. La alegría por el hecho de que Dios se ha hecho niño. Esta alegría, invisiblemente presente en nosotros, nos alienta a caminar confiados. Modelo y sostén de este íntimo gozo es la Virgen María, por medio de la cual nos ha sido donado el Niño Jesús. Que Ella, fiel discípula de su Hijo, nos obtenga la gracia de vivir este tiempo litúrgico vigilantes y activos en la espera ¡Amén!

jueves, 26 de noviembre de 2009

El mundo gira, la Cruz permanece en pie

Los cartujos adoptaron en sus monasterios un lema que conserva toda su fuerza: “Stat crux dum volvitur orbis”: la cruz permanece en pie, mientras el mundo gira.

Las crisis económicas, las catástrofes por terremotos o huracanes, las desgracias que surgen con las guerras y la delincuencia, recuerdan a cada generación una verdad que olvidamos en los tiempos de bonanza: nada en el mundo permanece, todo lo material y humano está sometido a la ley del cambio.

La cruz de Cristo, sin embargo, conserva la vitalidad y la fuerza de su mensaje para cada generación, para cada pueblo, para cada persona, para cada circunstancia de la vida.

Porque en medio de las guerras y los crímenes la cruz consuela a las víctimas e invita a los verdugos al arrepentimiento.

Porque en los periodos de sequía y de hambre la cruz mueve los corazones para que sepan compartir sus alimentos (pocos o muchos) con quienes viven en medio de la miseria.

Porque en los momentos de bendiciones y de paz la cruz invita a no apegarnos a lo pasajero y a usar del dinero y de los bienes materiales para compartirlos con los más necesitados.

Porque en los tiempos de crisis y de bancarrota la cruz permite mirar hacia el cielo y reconocer que el dinero no lo es todo.

Porque en la hora de la enfermedad y de la muerte la cruz consuela y acompaña al enfermo y a sus familiares y permite emprender la última travesía agarrados a un madero de esperanza, según una famosa expresión de san Agustín.

Porque, en definitiva, lo único importante en la vida humana, con sus penas y sus alegrías, sus fiestas y sus funerales, consiste en dejarse abrazar por Jesús, acoger su Sangre bendita, suplicarle el perdón de nuestras culpas, y en ofrecerle un gesto de caridad en quienes lo necesitan: los enfermos, los pobres, los ancianos, los desilusionados por los mil avatares de la vida.

El mundo gira y cambia, la cruz sigue en pie. Vale la pena recordarlo, mientras miramos a un crucifijo y le pedimos al Señor que sea nuestro Camino, nuestra Verdad, nuestra Vida, en el tiempo y en lo eterno.

Fernando Pascual, L.C.


miércoles, 11 de noviembre de 2009

Misa de difuntos

El próximo miércoles 18 de noviembre, la misa de las 19:30 horas de nuestra Parroquia de San Eutropio será aplicada por el eterno descanso de los antiguos hermanos y devotos difuntos de la Vera+Cruz.

Desde este foro se ruega la asistencia a tan piadoso acto de caridad cristiana.

Dales, Señor, el descanso eterno.
Y brille para ellos la luz eterna.
Que las almas de todos los fieles difuntos descansen en paz.
Amén.







Despedida del Cardenal Amigo el viernes 13 de noviembre

La Catedral de Sevilla acogerá el próximo viernes 13 de noviembre una Eucaristía de despedida y de acción de gracias por el ministerio del Cardenal Amigo Vallejo, quien durante más de 27 años ha sido nuestro Arzobispo. Será él mismo quien presida la misa, que se celebrará a las 20 horas.

El nuevo Arzobispo de Sevilla, monseñor Juan José Asenjo Peregrina, tendrá el saludo del comienzo de la misa.

Ese día 13 de noviembre la Iglesia celebra la fiesta de San Leandro, quien fuera Obispo de Sevilla en el siglo VI. Precisamente en esta misma fecha, el año pasado la Santa Sede hizo público el nombramiento de Don Juan José como, entonces, Arzobispo coadjutor de la Archidiócesis.

El pasado 5 de noviembre se anunció la aceptación del Santo Padre de la renuncia de fray Carlos por razones de edad y automáticamente monseñor Asenjo se convirtió, a tenor del canon 409,1, en Arzobispo Diocesano de Sevilla.