jueves, 26 de noviembre de 2009

El mundo gira, la Cruz permanece en pie

Los cartujos adoptaron en sus monasterios un lema que conserva toda su fuerza: “Stat crux dum volvitur orbis”: la cruz permanece en pie, mientras el mundo gira.

Las crisis económicas, las catástrofes por terremotos o huracanes, las desgracias que surgen con las guerras y la delincuencia, recuerdan a cada generación una verdad que olvidamos en los tiempos de bonanza: nada en el mundo permanece, todo lo material y humano está sometido a la ley del cambio.

La cruz de Cristo, sin embargo, conserva la vitalidad y la fuerza de su mensaje para cada generación, para cada pueblo, para cada persona, para cada circunstancia de la vida.

Porque en medio de las guerras y los crímenes la cruz consuela a las víctimas e invita a los verdugos al arrepentimiento.

Porque en los periodos de sequía y de hambre la cruz mueve los corazones para que sepan compartir sus alimentos (pocos o muchos) con quienes viven en medio de la miseria.

Porque en los momentos de bendiciones y de paz la cruz invita a no apegarnos a lo pasajero y a usar del dinero y de los bienes materiales para compartirlos con los más necesitados.

Porque en los tiempos de crisis y de bancarrota la cruz permite mirar hacia el cielo y reconocer que el dinero no lo es todo.

Porque en la hora de la enfermedad y de la muerte la cruz consuela y acompaña al enfermo y a sus familiares y permite emprender la última travesía agarrados a un madero de esperanza, según una famosa expresión de san Agustín.

Porque, en definitiva, lo único importante en la vida humana, con sus penas y sus alegrías, sus fiestas y sus funerales, consiste en dejarse abrazar por Jesús, acoger su Sangre bendita, suplicarle el perdón de nuestras culpas, y en ofrecerle un gesto de caridad en quienes lo necesitan: los enfermos, los pobres, los ancianos, los desilusionados por los mil avatares de la vida.

El mundo gira y cambia, la cruz sigue en pie. Vale la pena recordarlo, mientras miramos a un crucifijo y le pedimos al Señor que sea nuestro Camino, nuestra Verdad, nuestra Vida, en el tiempo y en lo eterno.

Fernando Pascual, L.C.