Hemos comenzado el año litúrgico (ciclo B) y con él el tiempo de Adviento en el que nos preparamos para celebrar la encarnación del Verbo, el nacimiento de Jesús.
En las misas de este primer domingo de Adviento pudimos ver en el altar una corona con cuatro velas, que al comienzo de la misa fue bendecida y encendida una de sus velas.
Una corona como símbolo sobre las cabezas, ya sea vegetal o de ricos metales y piedras, expresa elevación y poder y es atributo de los que han triunfado. Pensemos por ejemplo en las coronas de los reyes y emperadores o en las coronas de los deportistas.
La corona de Adviento situada en el altar mayor de la parroquia está formada por un círculo de hojas verdes perennes y lleva insertadas cuatro velas de diferentes colores: verde, morada, blanca y roja.
Cada domingo de Adviento una vela nos va a recordar la cercanía de la Navidad.
El origen de las coronas de Adviento se remonta a las costumbres pre cristianas de los germanos, quienes en las noches frías de diciembre colectaban coronas de ramas verdes y encendían fuegos como señal de esperanza en la venida de la primavera, representando una rogativa al sol que regresará con su luz y calor.
La corona de Adviento es un ejemplo de la cristianización de la cultura. Lo viejo ahora toma un nuevo y pleno contenido en Cristo. Cristo vino para hacer todas las cosas nuevas (Ap. 21, 5).
Los cristianos supieron apreciar la enseñanza de Jesús: “Yo soy la luz del mundo. El que me siga no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida” (Jn 8, 12).
En las misas de este primer domingo de Adviento pudimos ver en el altar una corona con cuatro velas, que al comienzo de la misa fue bendecida y encendida una de sus velas.
Una corona como símbolo sobre las cabezas, ya sea vegetal o de ricos metales y piedras, expresa elevación y poder y es atributo de los que han triunfado. Pensemos por ejemplo en las coronas de los reyes y emperadores o en las coronas de los deportistas.
La corona de Adviento situada en el altar mayor de la parroquia está formada por un círculo de hojas verdes perennes y lleva insertadas cuatro velas de diferentes colores: verde, morada, blanca y roja.
Cada domingo de Adviento una vela nos va a recordar la cercanía de la Navidad.
El origen de las coronas de Adviento se remonta a las costumbres pre cristianas de los germanos, quienes en las noches frías de diciembre colectaban coronas de ramas verdes y encendían fuegos como señal de esperanza en la venida de la primavera, representando una rogativa al sol que regresará con su luz y calor.
La corona de Adviento es un ejemplo de la cristianización de la cultura. Lo viejo ahora toma un nuevo y pleno contenido en Cristo. Cristo vino para hacer todas las cosas nuevas (Ap. 21, 5).
Los cristianos supieron apreciar la enseñanza de Jesús: “Yo soy la luz del mundo. El que me siga no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida” (Jn 8, 12).
Nosotros, unidos a Jesús, también somos luz: “Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña” (Mt 5, 14).
En el siglo XVI católicos y protestantes alemanes usaban la corona con velas para celebrar el Adviento. Jesús es la luz que ha venido, que está con nosotros y que vendrá con gloria, y las velas anticipan la venida de la luz en la Navidad: Jesucristo.
Las ramas con hojas verdes perennes recuerdan que Jesús es la vida eterna. Cristo está vivo entre nosotros.
Y el círculo, como figura geométrica perfecta, significa que Dios no tiene principio ni fin. Representa la unidad y eternidad de Dios.
En este primer domingo de Adviento fue bendecida la corona y se encendió la primera vela, la verde.
En el siglo XVI católicos y protestantes alemanes usaban la corona con velas para celebrar el Adviento. Jesús es la luz que ha venido, que está con nosotros y que vendrá con gloria, y las velas anticipan la venida de la luz en la Navidad: Jesucristo.
Las ramas con hojas verdes perennes recuerdan que Jesús es la vida eterna. Cristo está vivo entre nosotros.
Y el círculo, como figura geométrica perfecta, significa que Dios no tiene principio ni fin. Representa la unidad y eternidad de Dios.
En este primer domingo de Adviento fue bendecida la corona y se encendió la primera vela, la verde.
En el segundo domingo, se encenderán dos velas: la verde y la morada.
El tercer domingo de Adviento, las velas verde, morada y blanca.
Y en la cuarta semana se encenderán ya todas las velas: verde, morada, blanca y roja.