lunes, 7 de septiembre de 2009

Natividad de la Virgen María

El 8 de septiembre la Iglesia celebra la festividad de la Natividad de la Virgen María (nueve meses después de la festividad de la Inmaculada Concepción).

Con tal motivo publicamos esta carta pastoral de Monseñor José Ángel Saiz Meneses, Obispo de Terrasa, en la que nos traslada algunas ideas del nacimiento de aquella niña que sería Madre de Jesús y Madre nuestra.

María en la geografía de la salvación

El día 8 de septiembre se celebra la fiesta de la Natividad de la Virgen María. Se trata de una fiesta entrañable para nuestro pueblo cristiano. El Nuevo Testamento no deja constancia del nacimiento de la Madre de Jesús. Pero los escritos apócrifos, respondiendo a un deseo de la piedad popular, nos dan detalles de este acontecimiento: la venida al mundo de aquella niña que sería la Madre de Jesús, el Salvador.

Así, por ejemplo, encontramos datos en el Protoevangelio de Santiago, titulado Tratado histórico de la Natividad de la Madre Santísima de Dios y siempre Virgen María, en el que leemos este fragmento que respira todo él humanismo y ternura: “Ana, Ana, el Señor ha escuchado tu oración. Concebirás y darás a luz y de tu descendencia se hablará en todas partes. Y se le cumplió a Ana su tiempo y en el noveno mes dio a luz. Y preguntó a su comadrona: ‘Qué es lo que he dado a luz?’ Y la comadrona le respondió: ‘Una niña’. Y reclinó a la niña en la cuna.”

“De tu descendencia se hablará en todas partes”.La fiesta de la Natividad de María nos trae la vivencia gozosa de esta afirmación. Afirmación que también encontramos, en este caso, en el Nuevo Testamento, en el canto del Magnificat que resume, en el Evangelio según San Lucas, la espiritualidad de María: “Desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque el Todopoderoso obra en mi maravillas”.

No hay duda de que el nacimiento de María indica el momento culminante de la “historia de la salvación”, la encarnación del Hijo de Dios en las entrañas virginales de María. San Pablo, en la carta a los Gálatas, nos deja esta afirmación muy clara en este sentido. “Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley” (Ga 4,4).

Sin embargo, la fiesta del próximo martes, llamada popularmente fiesta de las vírgenes encontradas, nos habla de lo que podemos llamar la función de María en la geografía de la salvación. ¿Qué queremos decir con esta expresión, que recientemente ha surgido con fuerza en la teología mariana? Queremos decir que María ha dado una especie de continuidad y una concreción de la encarnación de Jesucristo, haciéndose familiar y contemporánea de la geografía del cristianismo. De esta manera, ella ha dado sus numerosos nombres a santuarios, ermitas y templos presentes en todo el mundo.

Deseo acabar con una plegaria que he encontrado en la homilía de Juan Pablo II en el santuario de Loreto, el 8 de septiembre de 1979: “Tu nacimiento, Virgen Madre de Dios, ha anunciado la alegría en todo el mundo. Hoy es, pues, el día de esta alegría. La Iglesia, el 8 de septiembre, nueve meses después de la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios, celebra el recuerdo de su nacimiento. El día del nacimiento de la Madre nos invita a dirigir nuestros corazones hacia el Hijo, porque de Ti nació el sol de justicia, Cristo, nuestro Dios, que borrando la maldición, nos trajo la bendición, y triunfando de la muerte nos dio la vida eterna. Así pues, la gran alegría de la Iglesia pasa del Hijo hacia la Madre. El día de tu nacimiento es en verdad un preanuncio y el comienzo del mundo mejor. Y por este motivo la liturgia de hoy confiesa y anuncia que el nacimiento de María irradia su luz sobre todas las Iglesias que hay en el mundo”.

También irradia este gozo sobre nuestra diócesis, tan enriquecida con advocaciones y santuarios marianos y con la constantes manifestaciones de devoción de nuestro pueblo cristiano.

+ Josep Àngel Saiz Meneses
Obispo de Terrassa