martes, 9 de julio de 2013

"Lumen Fidei", primera encíclica del Papa Francisco

Lumen fidei, la luz de la Fe, es la primera encíclica del Papa Francisco. Se trata de un texto que comenzó Benedicto XVI con motivo del Año de la Fe y que no pudo terminar al renunciar a su Pontificado, y que el Papa Francisco  ha publicado con fecha del pasado 29 de junio, festividad de San Pedro y San Pablo.


Las encíclicas son los documentos más importantes que escriben los Papas. Juan Pablo II publicó catorce y tres las publicadas por Benedicto XVI.

“La Luz de la Fe” completa en este Año de la Fe el cuadro de las virtudes teologales que Benedicto XVI había iniciado con sus encíclicas sobre la esperanza y la caridad.

El primer capítulo presenta la fe de Jesucristo, el verdadero “testigo fiable” que revela cómo es Dios y que nos ayuda a verlo del modo en que él mismo lo veía, como Padre.

El segundo capítulo, más práctico, aborda la relación entre “fe y verdad”, y también entre “fe y amor”. 

El capítulo tercero se centra en la evangelización, pues la fe es para difundirla, y en el modo en que todo se refuerza gracias a los sacramentos del bautismo y la eucaristía.

Por último, el capítulo cuarto se refiere al bien común, es decir, al modo de organizar la sociedad según los criterios de la fe, con detalles sobre el modo de vivirla en la familia fundada sobre el matrimonio entre un hombre y una mujer, en las relaciones sociales, en el respeto a la naturaleza y en los momentos difíciles del sufrimiento y de la muerte.



viernes, 5 de julio de 2013

11 y 12 de julio, donación de sangre


María Vallejo Nágera

Leí acerca de ella hace poco y he encontrado este vídeo en internet de una conferencia suya de hace un mes escaso, en la que transmite muchísimo al espectador. Creo que es un testimonio que merece la pena ver.

Tras la presentación, su conferencia comienza a partir del momento 6m:23s.


jueves, 30 de mayo de 2013

"Sin miedo a hablar de Dios"

El arzobispo de Sevilla, mons. Juan José Asenjo, ha presidido esta mañana en la Catedral la misa con motivo del Corpus Christi.

En su homilía ha señalado, en relación a la adoración eucarística, que no nos cansemos de acudir a visitarlo, de doblar las rodillas para adorarlo, de pasar largas horas ante esta presencia estimulante y bienhechora.

Además de pedir a los fieles generosidad en la colecta que en el día de la solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo se realiza a favor de Cáritas Diocesana, ha animado a los fieles a no tener miedo a hablar de Dios ni a mostrar la Eucaristía como el mayor tesoro de la Iglesia.

Puedes leer la homilía completa en el siguiente enlace.



lunes, 29 de abril de 2013

30 de abril, festividad de San Eutropio




El 30 de abril es el día en el que la Iglesia celebra la festividad de San Eutropio, Obispo de Saintes y mártir, y Patrón de Paradas.

Por tal motivo, mañana martes 30 de abril, a las 20 horas, se celebrará misa solemne en nuestra Parroquia en honor de San Eutropio, su Titular y Patrón de la Villa de Paradas.

Como es sabido, en Paradas conmemoramos también el día de San Eutropio el 15 de julio, día en el que según la tradición se hizo la dedicación del templo.



Pues para nuestra defensa
la Suma Bondad te ha puesto
a tu amparo recurrimos
Eutropio, Patrono nuestro.

De la luz que a Dios debiste
fuiste soberano espejo,
pues recibiste los rayos
y esparciste los reflejos.

La Divina claridad
en ti multiplicó efectos,
que para iluminar a muchos
a ti te alumbró primero.

Pues para nuestra defensa
la Suma Bondad te ha puesto
a tu amparo recurrimos
Eutropio, Patrono nuestro.

Diste buen pastor la vida
por tus ovejas y luego
manifestaste tú mismo
tu victoria y tu trofeo.

En tus sagradas reliquias
halló salud el enfermo,
auxilios el pecador
y el afligido consuelo.

Pues para nuestra defensa
la Suma Bondad te ha puesto
a tu amparo recurrimos
Eutropio, Patrono nuestro.

Oh, Dios, que por medio de San Eutropio, Obispo y Mártir, hiciste pasar a los pueblos paganos de las tinieblas a la luz de la verdad, concédenos por su intercesión permanecer firmes en la fe e inmutables en la esperanza del Evangelio que Él predicó...

Paradeños, paradeñas... ¡VIVA SAN EUTROPIO!

SANGUIS MARTYRUM - SEMEN CHRISTIANORUM
 
Tumba de San Eutropio, Basílica de San Eutropio (Saintes) 
 

sábado, 6 de abril de 2013

Humano desde el principio (carta pastoral)


Carta pastoral de don Juan José Asenjo, del domingo 7 de abril.



Queridos hermanos y hermanas: 

En noviembre de 2007, la Conferencia Episcopal Española decidió instituir una Jornada específica por la Vida a celebrar todos los años el día 25 de marzo, fiesta de la Encarnación del Señor.

Pocas fechas son tan aptas, pues el misterio de la  Encarnación del Señor nos invita a considerar la grandeza y dignidad de la vida humana. En efecto, el Hijo de Dios comenzó su vida en la tierra en el seno de su Madre. Este misterio nos recuerda, pues, que la vida humana tiene un valor sagrado, que todos debemos reconocer, respetar y promover porque es un don de Dios. Al coincidir este año la fiesta de la Encarnación con el Lunes Santo, la Iglesia en España celebra la fiesta de la Encarnación y la Jornada de la Vida el lunes 8 de abril con el lema “Humano desde el principio”.

Son muchas las amenazas que se ciernen sobre la vida: el hambre, que padece un tercio de la humanidad; la violencia doméstica y la muerte de tantas mujeres a manos de aquellos con los que compartían su vida; los accidentes de tráfico, consecuencia muchas veces de la irresponsabilidad; las muertes en accidentes laborales, fruto en muchos casos de un liberalismo económico deshumanizado; la tragedia del SIDA que llena de dolor a muchas familias; las drogas, que roban la libertad y arrancan la vida de tantos jóvenes; la experimentación con embriones, muchos de los cuales son eliminados en el laboratorio; y sobre todo, el drama del aborto, que a su gravedad intrínseca, por ser la eliminación voluntaria de un ser humano, se une la tragedia de su aceptación sin pestañear por muchos conciudadanos nuestros en nombre del progreso y de la libertad de la mujer, una de las realidades más repulsivas de los últimos decenios, en opinión del filósofo Julián Marías.

Todavía está vigente en España la Ley de Salud Sexual y Reproductiva y de la Interrupción Voluntaria del Embarazo, que no es otra cosa que una liberalización total del aborto, considerado como un derecho de la mujer, mientras se conculcan los más elementales derechos del hijo que lleva en sus entrañas. Su carácter legal no le confiere el marchamo de moralidad, pues no todo lo que es legal es moral. El aborto es siempre una inmoralidad; no es progreso sino regresión. En realidad es un “crimen abominable”, como lo calificó el  Concilio Vaticano II. Esa misma calificación merece la eutanasia cuando lo que se busca es el acortamiento de una vida. 

Con la Jornada de la Vida, los Obispos españoles pretendemos que los católicos nos sensibilicemos ante este tema auténticamente mayor, y que tratemos de sensibilizar a aquellos conciudadanos nuestros que aceptan acríticamente el hecho del aborto, a los que tenemos que decir que más que un progreso, el aborto es siempre una regresión y el triunfo del más fuerte sobre el más débil. La Jornada quiere ser una invitación a las comunidades cristianas a orar y proclamar el valor sagrado de toda vida humana desde su comienzo en la fecundación hasta su ocaso  natural. De la oración debe brotar un compromiso decidido para anunciar a todos los que quieran escucharnos el Evangelio de la vida, de modo que paulatinamente vayamos sustituyendo la “cultura de la muerte” por una  cultura que acoja y promueva la vida. 

En las últimas décadas ha crecido, gracias a Dios, la conciencia de la dignidad sagrada de la persona humana, pero de modo selectivo. Todos abominamos de la tortura, la pena de muerte y la violencia contra las mujeres. Son muchos los voluntarios, sobre todo jóvenes, que se comprometen en el servicio a los pobres, aquí y en el Tercer Mundo. Todos sentimos la muerte de los trabajadores en accidentes laborales.  Dios quiera que vaya creciendo también nuestra conciencia de que la vida debe ser promovida, tutelada y defendida en todas sus fases. En este sentido, respaldo y aliento a las instituciones, confesionales o no, que promueven iniciativas a favor de la vida y que ayudan a las madres en circunstancias difíciles para que acojan generosamente el fruto de sus entrañas.

Ruego a los sacerdotes que en la eucaristía del lunes 8 de abril hablen del don sagrado de la vida y que organicen actos especiales de oración con esta intención. Ruego también a los catequistas, profesores de Religión y responsables de grupos y movimientos apostólicos que se impliquen en esta Jornada y que recuerden a todos que el derecho a la vida es el primer derecho fundamental. En diciembre de 2007, la Asamblea General de la ONU adoptó una resolución por la que se invitaba a los Estados miembros a instituir una moratoria en la aplicación de la pena de muerte. Dios quiera que llegue también el día en que el aborto sea suprimido de nuestras leyes y todos reconozcamos el inmenso y trágico error cometido en los siglos XX y XXI por la humanidad.   

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición. 

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla

viernes, 5 de abril de 2013

Este soy yo... Humano desde el principio

8 de abril, Jornada por la Vida 2013.




La Iglesia quiere celebrar en esta Jornada por la Vida el don precioso de la vida humana, especialmente en las primeras etapas tras su concepción. En esta ocasión, de manera especial, ante la falta de protección a la que hoy en día está sometida.

La vida humana es sagrada, es un don que nos sobrepasa y sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término. Nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente. 

La Iglesia proclama que el ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción y, por tanto, se le deben reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de todo ser humano inocente a la vida.

Oración:
 
Oh, María, Aurora del mundo nuevo,
Madre de los vivientes,
A Ti confiamos la causa de la vida;
mira, Madre, el número inmenso
de niños a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas
de violencia inhumana, de ancianos y enfermos muertos
a causa de la indiferencia o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu Hijo
sepan anunciar el Evangelio de la vida
con firmeza y amor
a los hombres de nuestro tiempo.
Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia,
para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de Dios, Creador y amante de la vida.


domingo, 31 de marzo de 2013

El Señor ha resucitado, aleluya

Carta pastoral de nuestro querido Arzobispo, don Juan José Asenjo, en el Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor:

EL SEÑOR HA RESUCITADO, ALELUYA 
31, III, 2013

Queridos hermanos y hermanas:

Concluye la Semana Santa con la solemnidad de la Resurrección del Señor. La Iglesia, que ha estado velando junto al sepulcro de Cristo, proclama jubilosa en la Vigilia Pascual las maravillas que Dios ha obrado a favor de su pueblo desde la creación del mundo y a lo largo de toda la historia de la salvación. Canta, sobre todo, el gran prodigio de la resurrección de Jesucristo, del que las otras maravillas eran sólo pálida figura. Jesucristo, la luz verdadera que alumbra a todo hombre, que pareció apagarse en el Calvario, alumbra en este Domingo de Pascua con nuevo fulgor, disipando las tinieblas del mundo y venciendo a la muerte y al pecado. Jesucristo resucitado brilla hoy en medio de su Iglesia e ilumina los caminos del mundo y nuestros propios caminos.

La resurrección del Señor es el corazón del cristianismo. Nos lo dice abiertamente San Pablo: "Si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe... somos los más desgraciados de todos los hombres" (1 Cor 15,14-20). La resurrección del Señor es el pilar que sostiene y da sentido a toda la vida de Jesús y a nuestra vida. Ella es el hecho que acredita la encarnación del Hijo de Dios, su muerte redentora, su doctrina y los signos y milagros que la acompañan. La resurrección del Señor es también el más firme punto de apoyo de la vida y del compromiso de los cristianos, lo que justifica la existencia de la Iglesia, la oración, el culto, la piedad popular, nuestras tradiciones y nuestro esfuerzo por respetar la ley santa de Dios.

Para algunos, la resurrección de Jesús es una quimera, un hecho legendario o simbólico sin consistencia real. No sería otra cosa que la pervivencia del recuerdo y del mensaje del Maestro en la mente y en el corazón de sus discípulos. Gracias a las mujeres, que ven vacío el sepulcro del Señor, y a los numerosos testigos que a lo largo de la Pascua contemplan al Señor resucitado, nosotros sabemos que esto es verdad. La resurrección del Señor es el núcleo fundamental de la predicación de los Apóstoles. Ellos descubrieron la divinidad de Jesús y creyeron en Él, cuando le vieron resucitado. Hasta entonces se debatían entre brumas e inseguridades.

Ser cristiano consiste precisamente en creer que Jesús murió por nuestros pecados, que Dios lo resucitó para nuestra salvación y que, gracias a ello, también nosotros resucitaremos. Por ello, el Domingo de Pascua es la fiesta primordial de los cristianos, la fiesta de la salvación y el día por antonomasia de la felicidad y la alegría. La resurrección de Jesús es el triunfo de la vida, la gran noticia para toda la humanidad, porque todos estamos llamados a la vida espléndida de la resurrección.

La fe en la resurrección no ocupa hoy el centro de la vida de muchos cristianos. Precisamente por ello, nuestro mundo es tan pobre en esperanza. Lo revelan cada día no pocas noticias dramáticas. La resurrección del Señor, sin embargo, alimenta nuestra esperanza. Gracias a su misterio pascual, el Señor nos ha abierto las puertas del cielo y prepara nuestra glorificación. Los cristianos esperamos "unos cielos nuevos y una tierra nueva", en los que el Señor “enjugará las lágrimas de todos los ojos, donde no habrá ya muerte ni llanto, ni gritos, ni fatiga, porque el mundo viejo habrá pasado” (Apoc 21,4).

Esta esperanza debe iluminar todas las dimensiones y acontecimientos de nuestra vida. Para bien orientarla, tenemos que aceptar esta verdad fundamental: un día resucitaremos, lo que  quiere decir que ya desde ahora debemos vivir la vida propia de los resucitados, es decir, una vida alejada del pecado, del egoísmo, de la impureza y de la mentira; una vida pacífica,  honrada, austera, fraterna, cimentada en la verdad, la justicia, la misericordia, el perdón, la generosidad y el amor a nuestros hermanos; una vida, por fin, sinceramente piadosa, alimentada en la oración y en la recepción de los sacramentos.

La resurrección del Señor debe reanimar nuestra esperanza debilitada y nuestra confianza vacilante. Esta verdad original del cristianismo debe ser para todos los cristianos manantial de alegría y de gozo, porque el Señor vive y nos da la vida. Gracias a su resurrección, sigue siendo el Enmanuel, el Dios con nosotros, que tutela y acompaña a su Iglesia "todos los día hasta la consumación del mundo". Desde esta certeza, felicito a todas las comunidades de la Archidiócesis. Que el anuncio de la resurrección de Jesucristo os anime a vivir con hondura vuestra vocación cristiana. Así se lo pido a la Santísima Virgen, que hoy más que nunca es la Virgen de la Alegría. Que ella nos haga experimentar a lo largo de la Pascua y de toda nuestra vida la alegría y la esperanza por el destino feliz que nos aguarda gracias a la resurrección de su Hijo.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición. Feliz Pascua de Resurrección.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla


miércoles, 27 de marzo de 2013

Jueves Santo

El Jueves Santo es el día de la Eucaristía, es el día del amor fraterno, es el día de los sacerdotes.

Es el día en el que no sólo conmemoramos la Institución de la Santa Eucaristía, cuyo esplendor irradia sobre todo lo demás, además es el día del comienzo definitivo de la Pasión y de la Pascua, pues también forman parte del Jueves Santo la noche oscura de soledad y abandono en el Monte de los Olivos, donde Jesús orando va al encuentro de la oscuridad de la muerte, la traición de Judas, el arresto de Jesús, la negación de Pedro, la acusación ante el sanedrín y la entrega a los paganos, a Pilato.

En la tarde del Jueves Santo celebramos la llamada misa vespertina en la Cena del Señor, que actualiza y conmemora la Última Cena de Jesús, siendo tres los ejes litúrgicos y bíblicos de la celebración: la evocación de la pascua hebrea, la celebración de la Última Cena del Señor y la expectación de la Cruz. Por este orden la celebración de la Misa en la Cena del Señor nos va llevando a los misterios que forman parte de su identidad.

Comienza la liturgia con los ritos iniciales y la liturgia de la Palabra: prescripciones de la cena pascual hebrea, en el Libro del Éxodo; el cáliz que bendecimos es la comunión de la sangre de Cristo, en el salmo; la conmemoración de la institución de la Eucaristía, en la Carta I de San Pablo a los Corintios; y la Cena del Señor, en el Evangelio de San Juan.

Tras la homilía llega el rito del lavatorio de los pies, que manifiesta el legado del mandato del amor fraterno, proclamado anteriormente en el Evangelio de San Juan.

Continúa la celebración de la misa con su ritmo habitual hasta los ritos finales, pero no concluye como de costumbre. Tras la oración de la post comunión, el sacerdote inciensa las formas consagradas que no han sido consumidas y procede a trasladarlas solemnemente hasta el llamado monumento, sagrario preparado al efecto.

Esta procesión eucarística, acompañada de cánticos apropiados, es exaltación de la Eucaristía y preparación de la vigilia del Viernes Santo. Con la procesión el pueblo rememora y hace suyo el camino de Jesús en Jerusalén desde el cenáculo hasta Getsemaní, donde se retiró en oración y agonía.

Este preludio es conmemorado además con la celebración de la hora santa y vigilias similares, necesitadas tras el contenido vivido y celebrado en la misa y con la mirada dirigida hacia la Cruz del Calvario.